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                                                             Dante

Cuando papá finalmente regresó a casa, le llevo tres viajes al auto para traer todas las cosas que acababa de comprar. Juro que llegó a casa con las tres cuartas partes del contenido de la tienda de bebé en la que había estado. Después de diez minutos desempacando el auto, la sala de estar era una carrera de obstáculos. Apoyada en la pared junto a la puerta, se encontraba, lista para ser armada, la cuna embalada en un caja que ocupaba el primer plano, había suficientes pañales desechables para absorber toda el agua en el Canal Ingles, una mochila porta bebé que te permite llevar un bebé contra tu pecho quedando tus brazos libres, una botella de baño de bebé, crema humectante para bebé, crema para dermatitis por el pañal del bebé y otro productos farmacéuticos de bebé, cubiertos de bebé, botellas de bebé para sustituir las que Mel había dejado, un esterilizador de botellas, ropa de cama de bebé, una silla alta, algunos juguetes como una pelota suave y un oso de peluche, un par de libros con imágenes, un vestido y otras prendas de vestir para bebé, zapatitos de bebé, toallitas húmedas para bebé —bebé, bebé, bebé.

Adam me entregó de nuevo a una Emma —ahora despierta— y revoloteaba alrededor de la habitación como si fuera Navidad y cada cosa nueva fuera para él. Parpadeando como un búho sorprendido, miré de Emma a todas las cosas que algo tan pequeño necesitaba y viceversa.

—Esto debe haber costado una fortuna —dije, todavía conmocionado por la cantidad que papá había comparado.

—Solo iba a comprar una cuna, algunos pañales y un cambio de ropa —dijo papá tristemente.

Lo miré fijamente.

—Son para mi nieta ¿de acuerdo? —Y si no lo conociera mejor, juraría que le daba vergüenza—. Todo lo demás después de esto te corresponde a ti.

¿A mí...? Estaría quebrado en una semana. Y todas estas cosas... Papá había comprado todas estas cosas como si pensara que Emma se quedaba por un tiempo, mucho tiempo. Ella iba a estar aquí un día o dos, tal vez una semana cuando mucho —solo hasta que obtuviera los resultados de la prueba de ADN.

Emma se retorcía en mis brazos, extendiendo los brazos hacia las cosas en la alfombra. Por los extraños e impacientes ruidos que estaba haciendo, estaba tan emocionada como Adam.

—Ella quiere que la dejes en el suelo —dijo papá—. Quiere explorar.

—¿Es seguro?

Papá me sonrió. – Sí, solo estate listo para levantarla si ves que está a punto de tocar algo que no debe.

Con el ceño fruncido, puse a la bebé en una de las pocas zonas descubiertas de la alfombra. Emma salió como una bala, ¡nunca había visto a nadie moverse así de rápido en cuatro patas! Todos explotamos en risas, luego nos miramos unos a otros con sorpresa. No era frecuente en estos días que compartiéramos una risa, fui el primero en detenerme, estaba tan lejos de tener ánimos de reír como era posible estarlo.

Emma gateó hasta el sofá y luego intentó levantarse. Aterrizó dos veces en su trasero, pero no lloró ni protestó, ella seguía intentando. Finalmente logró ponerse de pie tambaleándose un poco pero permaneciendo en posición vertical.

—¿Puede caminar? —pregunté sorprendido.

—Todavía no. Aunque puede estar parada. Así que el caminar no está demasiado lejos —dijo papá.

Boys Don't CryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora