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                                                             Dante

Papá me hizo quedarme en casa con Emma mientras él iba en la ambulancia con Adam. Intenté discutírselo pero papá no me hizo caso.

―Pienso que Emma es bastante más importante que ese hospital ahora, ¿no crees? ―dijo papá torvamente.

―Pero, ¿qué pasa con Adam? Debo estar con él.

―Yo estaré con él ―dijo papá―. Tú quédate aquí y ocúpate de tu hija.

Pero por primera vez tenía miedo de lo que podría suceder, de lo que podría hacer si ella lloraba otra vez sin parar. La idea de hacerle daño a mi hija de alguna manera me ponía enfermo, me asustaba.

Y, sin embargo, había estado tan cerca…

Saqué el móvil del bolsillo de mi pantalón. Necesitaba hacer una llamada.

Después de dos telefonazos, el teléfono al otro extremo fue descolgado.

―¿Diga? ―La tía Jackie sonaba molesta.

―Tía Jackie, yo…yo…

―¿Dante?

―Si…

―¿Has visto la hora que es? Sabes que soy alérgica a la luz del día antes del mediodía los sábados ―dijo de mal humor.

―Tía Jackie, yo… necesito tu ayuda… ―¿Por qué eran tan difíciles de decir esas palabras?

―¿Qué ha pasado? ―preguntó con aspereza.

Se lo expliqué todo, todo sobre Adam y las pastillas para dormir, todo sobre mi griterío a Emma y de lo que había estado a punto de hacer.

―Voy para allá. ¿Me oyes? Estaré ahí lo antes posible ―dijo tía Jackie colgando el teléfono.

Emma se tambaleó hacia mí. ―Papi, tengo hambre ―me dijo.

Respiré hondo y sonreí. ―Bueno entonces, vamos a conseguir algo rico para comer.

Cogí su mano y la guié hacia la cocina. Senté a Emma en su silla alta, puse algunas uvas, unos gajos de naranja y unos trocitos de plátano en un cuenco y lo situé frente a ella. Me quedé de pié y miré como Emma arremetía contra ello, empuñando su cuchara como un arma mientras atacaba un trozo de plátano. Y yo aún no podía entender lo que casi me sacó de mis casillas.

Necesitaba salir de allí.

―Papi estará pronto de vuelta, Emma ―dije quedamente.

Me dirigí escaleras arriba hacia la habitación de Adam, con la necesidad de sentirme más cercano a él de alguna forma. Perdía el tiempo dando vueltas por su habitación, ordenando las cosas de su escritorio, moviendo su silla lejos de la ventana, estirando su edredón, levantando su almohada para sacudir el relleno. Había una hoja de papel doblada bajo la almohada. La cogí, desdoblándola y empecé a leer.

Adam,

Sé que probablemente soy la última persona sobre la que quieres saber y no te culpo si tiras esta carta directamente a la papelera pero tengo la esperanza de que me des la oportunidad que yo nunca te di y leas esto hasta el final.

Como seguramente ya sabes, voy a ser juzgado pronto. Mi abogado trató de reducir la condena actual a lesiones corporales en lugar de graves lesiones corporales, pero la policía tiene fotos e informes médicos de lo que te hice, así que parece poco probable. He sido advertido de que hay muchas posibilidades para mí de que pase mucho tiempo. Mi madre se ha lavado las manos con el asunto y ninguno de mis amigos quiere saber nada. No los culpo. Y créeme, no trato de conseguir tu simpatía. Después de lo que hice, sé que es imposible. Si me envían a prisión, tendré lo que me merezco. Ya lo he aceptado. Pensé en llamarte para hablar contigo en persona en lugar de escribir esta carta pero tenías razón sobre mí, soy un cobarde. Pero necesito decirte esto. Lo siento. Sé que son sólo palabras y llegan un poco demasiado tarde, pero estoy realmente muy arrepentido de lo que ocurrió. Incluso ahora, pienso en aquella noche y todavía no me puedo creer lo que hice.

Boys Don't CryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora