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                                                             Dante

Me desperté a la mañana siguiente, sintiéndome no sólo bien, sino muy bien. Adam finalmente había dejado ver su cara a Emma. Eso tenía que ser una buena señal. Yo no esperaba milagros, por lo menos no los inmediatos, pero me negaba a tomar los acontecimientos de la noche anterior como algo más que un buen augurio.

Y me habían llamado para una segunda entrevista para trabajar como cajero nocturno en la gasolinera local. No era exactamente glamoroso pero al menos me gustaría estar haciendo algo de dinero. Así las cosas, yo sólo había sido capaz de obtener una tarjeta para Adam en su cumpleaños. No me podía permitir otra cosa. Pero de ahora en adelante las cosas sólo podían mejorar.

Saqué a Emma de su cuna y después vestirla, la llevé abajo para el desayuno. Papá ya estaba allí. Me había ganado.

―Buenos días, papá.

―Buenos días, Dante ―respondió mi padre con una sonrisa―. Buenos días, cariño. He hecho el desayuno para todos.

―Tocino, huevos revueltos, salchichas y frijoles sobre pan tostado? ―pregunté con esperanza.

―Croissants ―respondió papá.

Me conformaría con eso. Me pareció algo un poco más sabroso que el cereal habitual esta mañana. ―¿Debería subir y ver si Adam quiere venir y unirse a nosotros? ―Le pregunté mientras ponía a Emma en su silla alta.

―¿Es probable? ―preguntó papá.

―Podría serlo. Él dejo que Emma viera su rostro ayer por la noche. ―Sonreí.

―¿En serio? ―dijo papá, sorprendido―. ¿Cómo lo lograste?

―Yo no lo hice. Emma lo hizo.

―Chica lista ―Papá sonrió, antes de volverse hacia mí―. Bueno, no perdemos nada con intentarlo.

Dio un beso a Emma en la parte superior de la cabeza. ―Papá volverá enseguida.

Subí las escaleras de dos en dos. Llamé a la puerta de Adam.

―Adam, ¿puedo pasar?

No hubo respuesta. ―¿Adam?

Aún no había respuesta.

Abrí la puerta y entré a la habitación de Adam. Las cortinas estaban abiertas y la luz del día bañaba la habitación, pero Adam todavía estaba profundamente dormido.

―Despierta, cumpleañero ―sonreí―. ¿Vas a venir abajo y acompañarnos para el desayuno? ―Me acerqué a él―. Despierta, ¡cabezota perezoso! Te tenemos un pastel de cumpleaños. ¿Quieres soplar las velas ahora, o después de la cena de esta noche?

Me acerqué. Algo crujió bajo mis pies. Me agaché para recogerlo. Eran los fragmentos de una píldora. Una píldora para dormir. . . Pero sin duda se las había terminado hace meses ¿cómo podía quedar alguna por aquí todavía? A menos que. . . ¿a menos que Adam las hubiera guardado?

―¿Adam? ―Me incliné sobre él, sacudiendo su hombro. La cabeza de Adam se dejó caer hacia un lado. Lo sacudí más duro―. Adam, ¡despierta!― Lo sacudí ahora con todas mis fuerzas.

Todo su cuerpo estaba lacio como espagueti cocido y sus ojos permanecían cerrados.

―¿ADAM? ADAM, DESPIERTA. ¡PAPÁ! ―grité.

Boys Don't CryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora