Parte XI

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Ella respiraba, al menos aún lo hacía.
Su cuerpo se encontraba descansando sobre una camilla metálica dentro de un sitio bastante extraño, ella abrió los ojos para notarlo.

—Veo que despertaste, hija... o ¿debería llamarte... Júpiter? —Un hombre de más de tres metros con cabellera grisácea y una larga barba de candado la observaba con unas pinzas en la mano, las cuales sujetaban un pedazo de carne, ella supuso que era de alguno de sus soldados traicioneros— Tardaste mucho más de lo planeado en despertar, pero esto sigue como si lo hubiera extirpado ayer, ¡¿no es increíble el cuerpo que te creé?!

—¡¿Ahora qué hiciste, maldito hijo de puta?! ¡Malnacido! —Observó las pinzas y lo que sujetaban. Aparentemente era algo de su propio cuerpo.

—Bueno... esperaba que no fueras tan ciega como los humanos, pero te has vuelto como ellos.

Revisó su cuerpo detalle por detalle, hasta ver una cicatriz en su brazo y una enorme sobre su vientre. Entonces recordó...

—No... ¿Cómo...? ¿Cómo pudiste hacerme eso? —Entonces recordó... aquel tiempo con Shire y todo lo que hicieron, también dedujo de que aquella probabilidad de que su cuerpo fuera completamente funcional se comprobó.

—Sabes perfectamente que la semilla del mal no puede sembrarse, —soltó una carcajada— así que decidí evitarlo.

—Pero... la maldición... cae sobre Helena.

—No, hija, mencione perfectamente que recaía sobre él último descendiente de los Ivanov, Helena ya no es la última desde hace veinticinco años. La hija de ese muchacho logró salvarse, ella tiene sangre de otra familia y otro apellido.

Estaba furiosa, sólo había hablado para distraerlo y poder liberarse de sus agarres de las manos, pronto se retiraría los de los tobillos y piernas.

—Ni siquiera pienses en atacarme, sabes que soy el Rey Demonio y puedo controlarte.

—¡¡Ya veremos!! —Se abalanzó contra él dejando salir toda su fuerza sobre su puño.

Se vio detenida en el aire por su propia voluntad, como si su cabeza estuviera jugándole un truco, hasta que reaccionó.

—Tus maldiciones, hechizos y encantamientos siempre tienen algo que ver con la voluntad, ¿no? Pues yo tengo voluntad suficiente como para esto. —Su cuerpo comenzó a desgarrarse como si de un disfraz se tratase mientras Júpiter soltaba gritos de agonía hasta lograr convertirse en un dragón; y con voz grave y en tono de rugido, habló—: Yo misma te asesinaré, aquí y ahora.

Un bufido de parte suya juntó influencias de su padre que se presentaban en contra de aquel sentimiento que tenía de venganza y esperanza por volver a ver a su familia.
Era una dragona que medía 10 metros, de color carmesí brillante que con la iluminación se veía rosa, con las alas azul marino por los bordes y galaxias por los interiores mientras que en su cola había un aguijón con varias púas en la parte trasera, las cuales se extendían hasta antes de su nariz y se encendieron de un color blanco haciéndola arrugar el rostro para después liberar unas llamas blancas por sus fosas nasales.

El hombre ni siquiera se movía, con tan sólo pensarlo podía lograr protegerse de aquel ataque

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El hombre ni siquiera se movía, con tan sólo pensarlo podía lograr protegerse de aquel ataque.

—¿Es todo? —Preguntó al verla terminar y sacudir la cabeza— Creí que serias más fuerte. Me repugnas.

Ella fue rodeada por una extraña nube grisácea que pronto comenzaría a lastimarle la piel generándole algunos cortes, su cuerpo comenzó a reaccionar de una manera distinta a la que esperaba. Las 4 patas que tenía comenzaron a adherirse a su cuerpo hasta hacer crecer aún más su tamaño a casi 20 metros, sus alas ahora medían muchísimo más que antes, las púas que habían en toda su espalda y cola se convirtieron en astillas en el sentido de su cola la cual ahora era la mitad de su cuerpo, en la punta de su cola emergía un material resistente con distintas de esas astillas por todo su alrededor.

—Imposible. —El hombre se había quedado impresionado, con una sonrisa en su rostro— ¡Sí! —Gritó.

Era como ver su más grande orgullo.

Pronto todo su lomo junto a toda su cola comenzarían a encenderse para comenzar a liberar todas aquellas astillas de su cola hacia él, las cuales seguían cada movimiento que daba; Júpiter emitía un sonido similar al de una serpiente, que aún sonaba como un rugido, era como ver a una verdadera bestia en carne y hueso.
Estaba tan furiosa que soltó el rugido más fuerte que pudo para después volver a transformarse en humana, con los ojos en un negro profundo y colmillos filosos.

—Me arrebataste mi sueño... mi vida... —su mirada se posó en su padre— ¡¡me arrebataste a mi hijo!!

De todo su cuerpo emergería esa aura púrpura, la cual fue dirigida hacia el demonio quien esta vez se protegía con una enorme espada creada por su mano en cuestión de segundos.

—¡¡¡Jamás pensaste en mi como una hija, sino como un arma contra los dioses!!! ¡¡¡Me viste como un objeto al cual podías manipular!!! —Ese fue el grito que la hizo explotar.

De cierta manera su cuerpo se deshizo en millones de partículas para terminar quedándose en una forma astral a base de humo negro, ahí fue cuando todo ese coraje que llevaba guardado dentro salió con toda su fuerza expandiéndose y arrasando on el cuerpo del Demonio que parecía no haber podido reaccionar como quería.

Es tu fin... padre. Pensó, aún cuando ni siquiera creía que mereciera que lo llamara así.

...

Su desnudo cuerpo estaba sobre el suelo, ella estaba observando aquel trozo de su carne mientras lo sostenía con cariño entre sus manos.

—¿Qué hice para merecer esto? —Estaba llorando. No sentía haber hecho nada como para que le hicieran algo tan terrible.

Al sentarse su vestuario comenzó a generarse otra vez tal y como lo recordaba, igual de corto e igual de ajustado.
Ahora sólo debía regresar con Shire para ver si aquella visión había sido cierta o no. Necesitaba saber si todos estaban bien.

My Heart-Shaped Box (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora