Parte XX

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Sentirse aceptado en una sociedad aún después de que ni siquiera supieran que seguía con vida era bastante frustrante, ni siquiera sabían quién era, sólo lo conocían como "el que resucitó", nadie supo quién empezó el rumor pero al parecer alguien había estado contando cuentos de hadas cuando en realidad eran sus genes demoniacos brotando a la luz.

  —¿Cómo amaneciste? —Preguntó acercándose con una charola larga en sus manos mientras lo veía despertar de su largo sueño.

  —Me duele el culo.

  —¿Por qué será? —Rió después de su propio comentario.

  —No te burles —se quejó—, a la próxima te tocara a ti.

  —Ahh, —lo miró con picardía mientras se relamía los labios— así que habrá una segunda vez.

Al verlo sentado sobre la cama le entrego la charola, la cual sostenía un plato con algo de sopa y una taza de té caliente, le había preparado algo que aprendió años antes con Sora y qué tal vez debería empezar a emplear si iba a depender de su persona únicamente.

  —Te ves tan tierno cuando comes. —Tenía la cuchara en su boca cuando escuchó esas palabras que lo hicieron sonrojar exageradamente.

  —Aún no me acostumbro a todo esto, mejor dame algo de tiempo para pensarlo mejor.

  —No. —Salió de la habitación.

Fue a beber un vaso de agua pensando en distintas cosas que no tenía idea qué pasarían por su cabeza.

  —Te veo muy pensativo.

  —Tal vez sea porque el ver la pared me atrapó dentro de mi cabeza.

  —Debes estar angustiado por algo, lo sé. —Se acercó por un costado para sujetar su mano libre— Puedes contarme.

  —Sólo pensaba en lo mismo de todo este rato, pensaba en cómo llegué aquí... pensaba en ti. —Su propio comentario hizo que su rostro ardiera— Creó que podría quedarme contigo.

  —¿Por qué crees algo así? —Desvió la mirada con el rostro pálido— Deberías considerar irte con una mujer que pueda darte una familia y todo lo que yo no podría darte jamás.

  —No necesito de una mujer para ser feliz. —Lo sostuvo del mentón, anteriormente colocando el vaso sobre el fregadero— Me gustaría conocerte más, me encantaría tener razones para encariñarme de ti, no sólo por sexo.

Depositó un delicado beso en los rosados labios contrarios con toda la delicadeza del mundo y demostrando cariño, aún cuando le dijeron muchas veces que amar a alguien se daría al conocer un motivo para hacerlo.

Caminando por La Ciudadela platicaron de los gustos y disgustos propios, habían veces que tocaban temas delicados los cuales afectaban mucho a Evan y Zaid tenía que sostener su rostro con delicadeza mientras calmaba sus nervios con dulces palabras soltadas libremente en el viento.

—¿Y bien? —Observó esos ojos medio ambarinos— ¿Quieres volver?

—Aún no, tengo un presentimiento. —Se mantuvo firme sobre el mismo sitio mientras observaba sus alrededores con calma— Es como si algo fuera a suceder dentro de poco.

Pronto llegaría una razón por la cual preocuparse.
El edificio junto a ellos colapsaría estando a punto de atraparlos sobre el mismo lugar, de no ser porque sus grises alas detuvieron la mayor parte del peso mientras protegía con sus brazos a su contrario, le decía palabras al oído que jamás creyó saldrían de su boca.

—¿Te encuentras bien? —Observó sus ojos mientras escuchaba sus jadeos y notaba desesperación en todos sus movimientos— ¿Qué sucede? —Sus dedos señalaron su boca y nariz, luego intentó alcanzar un estuche que cargaba consigo y se le había caído entre el desastre— Tienes asma, ¿cierto?

Bingo. Acertó.
Estiró su brazo lo más que pudo sin soltar los escombros para alcanzar la pequeña bolsa y sacar lo que por obvias razones reconoció como un inhalador y se lo entregó para que lograra lidiar con su problema.
Viéndolo ya más tranquilo pero igual de asustado optó por botar todo aún corriendo el riesgo de que sus alas o su espalda se rompieran, y corrió el riesgo con tal de salvar a alguien que recién había entrado bien en su vida; ese riesgo se volvió verdadero causándole una gran herida en una de sus alas mientras que no podía ni guardarla por el dolor.

  —Déjame curar eso.

  —Primero hay que conseguir un poco de alcohol, vendas y todo lo que se necesite.

Un par de presencias estaban ahí, se dieron cuenta al ver volar varias piedras por lo aires para sacar a un hombre del edificio, un hombre que al parecer conocía.
Se acercó lentamente para preguntar si todo estaba bien, luego se sintió débil mientras extrañaba a su familia.

  —Deberían salir de aquí, ese bebé podría sufrir una desgracia a mitad de todo el peligro.

  —El peligro abunda en este mundo.

  —Sí, pero sólo te encontrará si tú se lo permites y dejas que perjudique a ese ser que ha nacido para continuar con tu legado y que ha llegado para alegrar tu vida y unirte de por vida al hombre que amas.

Sintió un escalofrío... antes los sentía cuando Shire la veía y se molestaba por algo.

  —No puede ser. —El peliguinda se acercó con cautela— Eres tú. —Sonrió con toda la felicidad del mundo.

  —Parece que sí. —Imitó aquella sonrisa para terminar abrazándolo. Sintió una mirada con un sentimiento negativo sobre ambos— Por cierto, Shire, él es Zaid, es mi... tú sabes.

  —Ahora lo entiendo. —Acercó la mano al albino— Mucho gusto, Zaid. Soy Shire, hermano mayor de esta persona... —hablando de la persona, volteó a verla— de la cual ahora yo dudo quién sea. —Se acercó a su oído del castaño— ¿Tú vas abajo o arriba?

  —Una y una. —Respondió riendo— Por cierto, mi nombre de alfa en Evan.

  —De este hombre. —Sonrió— Espero que te trate bien o lo acusare con mamá. —Recibió un golpe en el hombro.

  —¿Suk? —La pelinegra acortó la distancia entre ambos para darle un abrazo corto— Lamento mucho haberte dado por muerta, supusimos que eras completamente humana. —Hizo referencia a sus alas.

  —Esto apenas comenzó desde mi primer celo. —Se rascó la nuca— Por cierto, no más Suk Ha. Me llamo Evan.

  —Lo siento, es que yo te recordaba por ese nombre.

Era confuso para el muchacho que hacía mal tercio, que luego terminó siendo abrazado por su aparente y ahora "novio", quien rodeó su cuello con uno de sus brazos. Al parecer había crecido un par de centímetros en esos cuatro meses en los cuales había perdido el tiempo con ese chico.

  —Mi familia es completamente demente. —Rió— ¿Cuándo me presentas a la tuya?

  —Ah... —se puso nervioso, tal vez era una pregunta incómoda según su perspectiva— No tengo padre, nací de la tierra, toda mi raza son mis hermanos de alguna manera aunque no tengamos vínculo sanguíneo.

  —¿Raza?

  —Soy uno de los últimos gigantes.

  —¡Pero si eres enano! —Se alejó un poco.

  —No te burles, es solo por mi forma humana. —Hizo un puchero infantil.

  —¿Por qué no me lo contaste hace meses cuando nos conocimos? Yo te dije que era híbrido y lo respetaste.

  —Quería mantenerlo en secreto, varios odian a los gigantes.

  —Anda ya, no te pongas así. —Frente a varios homofóbicos sostuvo su rostro para darle un tierno beso, después le susurró: te lo premiaré esta noche.

My Heart-Shaped Box (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora