Parte XVIII

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Aquella decisión puede llegar a tener consecuencias, no precisamente malas, pero todas tienen algo en común: un clímax, un final.

Sentir una mano bajando y subiendo por su espalda era glorioso, mientras sentía que diversas veces sus uñas se enterraban profundamente mientras un beso era depositado en sus delgados labios, los cuales saboreaban los pertenecientes a su contrario con deseo.

Un acto sexual puede ayudar a reforzar una relación, pero hay veces en las cuales sólo se busca eso de una relación; este acto también es conocido como una decisión, al igual que aquella sensación.

Piel con piel, aliento con aliento. Una maravilla.

Ambos disfrutaban de aquel cosquilleo mágico provocado por sus acciones, pero él no sabía de la consecuencia que tendría gracias a Helena, la cual le obsequió la magia de una madre a la pelinegra con tal de conseguirles una vida, una hermosa vida acompañada de una familia, a ambos.

Con el amanecer entrando por las ventanas, las cuales tenían cortinas blancas de tela gruesa, y dejaban una excelente iluminación adentro; abrir sus ojos estando recargada en el pecho del hombre, la persona a quien más había amado en este mundo, era algo que no había experimentado desde que tenía 15 años. Era algo soñado el ver que la iluminación dejaba expuesto su bien trabajado cuerpo, el ver que su respiración hacía que su pecho subiera y bajara lentamente le daba una sensación de seguridad, pues así lograba saber que estaba vivo.

Se levantó con toda la calma del mundo, recogió su vestido y se lo puso sólo para ir al baño y entrar a preparar la tina que había ahí dentro; se pasaría un largo rato ahí, para poder relajarse más de lo que ya estaba.

El joven adulto se levantó algo confundido, pues no se había encontrado con aquel rostro que había deseado ver al amanecer, eso le hizo sentir algo decepcionado. Con su cabello alborotado y sudado, su espalda adolorida, sintiéndose totalmente cansado, se levantó a medio vestirse únicamente con su ropa interior y pantalones para acercarse a la cocina y preparar café y despertar un poco de aquella noche tan gloriosa.

Tras pasar unos minutos viendo la ventana con una taza vacía en la mano se decidió por molestar un poco yendo a tocar la puerta del baño, pero no recibió respuesta, así que entró para encontrarse con la joven durmiendo placenteramente recargada en el borde.

—No deberías dormir aquí, podrías morir ahogada. —Acarició su cabello para luego besar su mejilla.

—Déjame dormir.

—No aquí.

—Mejor acompáñame. —Sostuvo su brazo al verlo en cuclillas— Aquí cabemos los dos.

—¿Segura?

—Muy segura.

Tal y como se lo pidió, entró al agua para acompañarla.
Él masajeaba la espalda de ella con delicadeza mientras besaba su cuello, claro estaba cómo terminaría eso, por el pecado que él cargaba sobre sus hombros: la lujuria.

...

Tomaron otra decisión: salir a caminar un poco, a disfrutar del paisaje que se les brindaba al vivir en la costa de un super-continente.
Era una caminata a mediodía que les brindaba una excelente vista de las altas montañas de su lado izquierdo, el este, y el gran océano azulado del lado derecho, el oeste; se admiraban los pocos botes en los que iban pescadores a conseguir maravillas acuáticas, tales como perlas, o alimento, como el atún que era muy típico de conseguir ahí.

—No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí.

—No hace falta, todo esto lo hago por ti, sin querer nada a cambio.

—Aún así. Ni siquiera sé cuánto debiste trabajar para conseguir tanto dinero y comprar todo esto.

—En sí eso no importa, sólo tuve que hacer algunos favores por allí.

—¿Favores?

—Sí. —La abrazó por la espalda— Estuve haciendo diversos trabajos en el reino y fuera de la ciudad durante varios años en los que no estuviste, aparte de que en el ejército dan buena paga, y conseguí ahorrar la mayor parte para invertirlo en...

—¿Estás bien? Ese silencio tuyo no es muy común. —Sintió un apretón en el abrazo, algo no andaba bien— Si es algo que te incomoda no debes decirlo, ¿okey?

—Lo iba a invertir en mi hija, en su futuro, en dejarle algo para cuando yo ya no estuviera para ella. —Una sonrisa se dibujó en su rostro al recordarla— Bueno, eso ya pasó, ¿en qué estábamos?

—Si tanto la extrañas podría ayudarte a recuperarla. Aún cuando ya van cuatro años desde lo qué pasó, puedo recuperarla.

—No.

—¿Por qué? Si eso sólo sería un tanto complicado y me vería sentenciada a estar por cien años en mi lugar de origen al quebrantar las reglas del hechizo prohibido, pero no me importaría, si tú quieres volver a verla la puedo traer de regreso.

—Dije que no. —Sus brazos flojearon y se apartó de ella— No insistas, ella murió y prefiero dejarlo así, no quiero verla morir dos veces, ella se fue por una razón y preferiría dejarla descansar. No quiero que regrese a este infierno. No quiero que ninguno de los que he perdido regresen aquí, sólo sufrirían.

—Bien. —Se sentía mal al abrir una herida ya cerrada, sabía cómo se sentía y aún así abrió la boca— Lo siento. —Su mente daba vueltas, sin siquiera estar consciente de ello las lágrimas recorrieron su rostro sin razón alguna.

—¿Qué te sucede? —Se acercó a limpiar esa molestia— ¿Acaso... te molesto que levantara la voz?

—¿Qué? No... —Agachó la cara pensando en qué le habría podido causar el llanto— Me siento rara. —Una mano comenzó a revisar su cuello y frente— ¿Qué tengo?

—No pareces tener temperatura. —Aquella actitud le provocaba un poco de preocupación— ¿Has comido bien?

—Últimamente sí, pero no siempre puedo retener lo que como, luego me siento extraña y débil como ahora.

—Regresemos a casa, ¿te parece bien?

—Está bien.

Cuatro meses después

Pronto pudo sostener a una pequeña de cabellos negros y ojos algo entrecerrados como los de su madre, para lo que tuvo que esperar sólo un par de meses.

  —¿Cómo quieres que se llame?

  —Aún no lo sé. —Observaba a la que era su hija dormir placenteramente entre sus brazos— Ni siquiera sé cómo puedo sentir algo por alguien a quien no conozco.

  —Ya deja ese pensamiento atrás, sabes que me molesta. —Alboroto su ahora larga cabellera— Sólo debes verla como yo. Debes verla como alguien a quien vas a tener la dicha de cuidar, podrías verla como alguien a quien ya quieres en el mundo, etcétera.

  —Es una pequeña desconocida, no creo poder.

  —Observa su rostro, su cabello, sus manos... obsérvala toda, es un clon tuyo, es como verte a ti misma, es como verme a mí.

No sintió absolutamente nada más que dolor cuando nació, era como si algo le hubiera sucedido en ese tiempo, tenía un presentimiento y un sentimiento de angustia que le oscurecía su mundo y ahora no podía disfrutar de su hija en paz.
Podía ver una imagen durante un par de segundos, donde un hombre de cabellera castaña le hacía entender algo sobre sus emociones y luego veía su rostro borroso, como si el universo aún no quisiera decirle de quién se trataba.

My Heart-Shaped Box (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora