Capítulo 6

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Julieta

Este mes ha sido difícil, pero súper productivo.

De inmediato empecé con el plan que cada uno de los especialistas tenía para mí. El plan de alimentos y vitaminas de la nutricionista ha ayudado muchísimo con mi apariencia, poco a poco el color está regresando a mi piel, estoy aumentado de peso, la vida ha regresado a mi cabello y mi apetito y mi fuerza corporal están mejorando cada día. Mis citas con el psicólogo van muy  bien, estoy aprendiendo a tener más paciencia, tomar las cosas día por día, procesar la información con calma y no tratar de no alterarme. Me expresó que regresar a la vida normal no iba ser fácil, que sigo teniendo traumas con lo que pasó, especialmente con los taxis, pero que poco a poco vamos a lidiar con esos problemas. La que me ha estado pateando el culo ha sido la especialista de terapia física. Empezamos primero con recuperar el movimiento completo en mi brazos, la única parte de mi cuerpo que puedo mover, pero me canso y me duele mucho sostener cosas por un largo periodo de tiempo. Con sus terapias, cada día puedo moverlos más, y ahora ya puedo escribir mejor, peinarme mi propio cabello sin que nadie lo haga por mí, y puedo sostener objetos por un largo periodo de tiempo sin cansarme tan fácilmente.

Después seguimos con mis piernas. Lo único que podía mover habían sido los dedos de mis pies, y lo demás lo sentía como si estuvieran dormidos, y a veces sentía dolores musculares por las noches. Empezamos con unos masajes para volver la circulación a mis piernas, con cada masaje sentí una gran diferencia, y poco a poco se fueron eliminando los dolores musculares en mis piernas por las noches. Después empezamos a hacer ejercicio en las pierna para recuperar sus fuerzas; esta parte la odié más que cualquiera de las otras terapias, dolía muchísimo y no hubo día que no quise mandar a comer mierda a la terapeuta por sus malditos ejercicios. Mi madre estuvo a mi lado en cada sesión para darme palabras de aliento y darme su apoyo moral. No hubo día que no quise darme por vencida, estaba estresada, muy cansada y me dolía muchísimo, pero se lo debía a mi madre; ella ha sacrificado 3 años de su vida cuidándome y tengo que recuperarme por ella. Quiero cuidar de ella ahora, y de lo que sea que sobre del dinero de ese desgraciado que nos arruinó la vida, vamos a viajar y conocer el mundo como siempre lo habíamos deseado, pero nunca tuvimos el dinero para hacerlo.

La relación entre mi madre y yo ha mejorado muchísimo, antes del accidente estabamos muy distancias por mi decisión de convertirme en atea, siendo que mi madre es una fiel creyente en la religión evangélica. Pero parece que eso ahora está en el pasado y estamos aprovechando el tiempo perdido. Es triste que tocó un accidente y  un coma en estado vegetal para recuperar nuestra relación de madre e hija, pero qué se va ser, así nos tocó.

Con cada terapia el dolor se iba disminuyendo, y ya los ejercicios sé iban haciendo mucho más fáciles para mí. Nos enfocamos más en mi pierna derecha, que se había facturado en el accidente, por lo que dice mi historia médica. Me hicieron unas terapias hace dos años atrás, pero nunca fueron tan profundas por mi estado en ese tiempo, y que había una posibilidad de que tendría que caminar con bastón. Me sentí muy decepcionada por esa noticia, pero cada vez que pienso en la sonrisa de felicidad que va a tener mi Ariel al saber que he regresado a él, me hace conformarme al bastón, con tal puedo caminar y ser independiente, es lo único que me importa en este momento.

Cuando terminamos los ejercicios empezamos a intentar a caminar. Los primeros intentos fueron un fracaso total, no podía sostenerme por mí misma, y aún no tenía mucha fuerza en mis piernas, pero no nos dimos por vencidos. Lo intentamos cada día, y hubo muchos gritos de júbilo cuando por fin di mis primeros pasos en 3 años. Yo, mi madre, hasta la terapeuta lloramos de felicidad; de allí en adelante nos pusimos las pilas, cada día estaba caminado más y más, y cuando antes solo me movilizaba en silla de ruedas, ahora estoy movilizándome con muletas. Sigue siendo un poco difícil porque todavía no  he recuperado en totalidad mi movimiento y fuerzas en mis piernas, pero estas muletas son mi primer paso hacia la independencia. Puedo ir al baño sola sin tener que levantar a mi madre, puedo cambiarme mi propia ropa y estoy empezando a salir más de mi habitación.
Me estoy empezando a llevar bien con los doctores y enfermeras del hospital, todos me tratan con cariño y ahora nadie me queda observando como un extraterrestre, por fin me siento normal. Y en muy poco tiempo, si sigo mejorando en el ritmo que voy, pronto podré salir de este hospital y reunirme de nuevo con mi Ariel, que lo extraño como una loca.

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