diligitis

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—Shh, pequeña Ara- susurraba Donghyuck acariciando los suaves cabellos de la bebé.

La niña estaba a punto de despertar, y su mamá no se veía muy descansada, solo quería que descansara un poquito más. Esos días habían sido duros, la carga en su conciencia era mucha desde que había desterrado Jisung. Al menos ahora sabía que el muchachito estaba con una familia que lo amaba.

—Deja dormir a mami, corazón- susurraba el pellirrojo.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Dongyuck, podría jurar que sintió la presencia de alguien, solo desea que sea Mark volviendo a él, lo necesitaba.

Las noches eran solitarias sin la risa de su alma gemela, ya no tenía sentido estar con nadie más, Dios estaba tardando en cumplir su promesa, aunque bueno, solo habían pasado unas cuantas horas.

Las noches eran solitarias sin la risa de su alma gemela, ya no tenía sentido estar con nadie más, Dios estaba tardando en cumplir su promesa, aunque bueno, solo habían pasado unas cuantas horas

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—¿Harás que me arrepienta?- provocó Jaemin acercándose más al rostro de Jeno- Uy, que miedo.

—¿No me tienes miedo?- preguntó el joven Dios cada vez más furioso.

—Nunca te he temido- confesó el bonito arcángel- Al contrario, el que teme eres tú, tienes miedo de que el cielo se entere de que eres un fallo, eres homosexual.

—No lo soy.

—¿Quieres apostar?- dijo Jaemin rozando su nariz con la del contrario.

—La...las apuestas no son permitidas en el Paraíso, s...son un vicio- susurró Jeno entre agitadas respiraciones.

—Vamos Jeno, eres Dios, bésame y domíname, seré tuyo.

Lo siguiente que se escuchó fue un ahogado gemido de Jaemin cuando su superior tomó sus labios entre los suyos en un beso desesperado.

Las manos del hermoso arcángel fueron liberadas y comenzaron a recorrer el fornido cuerpo de Jeno, agh, ahora entendía por que era Dios. Los bien formados brazos de su creador tomaron su pequeña cintura apretándola y acariciandola.

—Mhmm Jen- susurraba el provocador ángel.

Los sentidos de Jeno comenzaban a fallar, su control como el Dios Supremo había sido perdido, su mente gritaba "follar a Na Jaemin", iba a pecar, pero primero haría sufrir al mas joven.

Los dedos de Jeno recorrían el cuello del hermoso castaño haciéndolo suspirar entre húmedos besos.

—Jen, por favor- rogaba Na Jaemin.

—¿Por favor que?- El arcángel ahogó un gemido cuando escuchó la ahora gruesa voz de Dios.

Jaemin comenzaba a sentirse pequeñito, hasta ahora se daba cuenta de lo grande que era Jeno a comparación de él, los anchos hombros del mayor lo comenzaban a intimidar y comenzaba a sentir el rigor de haber retado al mismísimo Dios.

—¿Qué quieres Nana?- habló Jeno sacando al menor de sus pensamientos, las cosas se tornaban un poco tiernas cuando comenzó a acariciar la castaña cabellera con círculos lentos haciendo que Jaemin cerrará sus ojitos con sus pestañas que brillaban como si hubieran diamantes entre cada cabello de ellas- ¿Por qué tan sereno ahora bebé?

—Mhmm- asintió el arcángel a la nada. Con las calmadas caricias del mayor, Jaemin soltó su rebeldía por primera vez, recostándose en el fornido torso de Jeno, respirando pausadamente.

En ese momento Jeno entendió.

Era su culpa.

Había guiado a Jaemin mal toda su vida, lo consintió demasiado y a pesar de eso nunca le permitió, siquiera una vez, darle un abrazo o alguna muestra de afecto.

Las actitudes de Na Jaemin era por que el pequeño chico necesitaba afecto.

Lo sintió en la fuerza que el arcángel ponía al agarrar entre sus diminutas manos la blanca túnica de su creador. Sintió la necesidad.

Quizás el castigo quedaría para otro día. Pensó Jeno mientras acariciaba las bonitas mejillas del adormilado chico. Rodeó el cuerpo del menor asegurándose de que todos sus ángeles se enteraran de que nadie debía entrar a sus jardines, el temor de que lo encontraran amando a Na Jaemin no abandonaba su cuerpo pero deseaba disfrutar ese momento tan intimo al menos una vez en su vida.

A veces él también se cansaba de ser alabado, necesitaba el amor de alguien, no sabía si su pequeño arcángel era lo correcto pero por el momento él estaba dócil y lo aprovecharía.

Jaemin por por su parte, sintió por primera vez en su larga vida lo que era el amor de verdad.

Apóstata; NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora