[En Pausa] Un débil e insignificante ser humano, eso era todo lo que significaba la mujer de su medio hermano para él. Sin embargo, esa explicación lógica y aceptable no resolvía el misterio que lo había conducido a una rutina nocturna de acecho a l...
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Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi.
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Stranno Yazyk
"Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol".
Federico García Lorca
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Strange Lenguage: Naturaleza vs Destino
La tumba de Inu no Taisho era un lugar en el que Sesshomaru no había pensado volver a poner un pie en su larga existencia. Después de todo, dos de las tres conocidas entradas a ese plano existencial habían desaparecido hacía mucho tiempo: la perla negra que había estado oculta en el ojo de Inuyasha y la sangre de Tekkei.
Había un tercer camino oculto al interior del Reino de Fuego que contenía probablemente la única entrada directa que quedaba pero era inaccesible para casi cualquier otra criatura que no fuesen ellos. Resguardada por Gozu y Mezu –dos gigantescas estatuas que protegían con ferocidad la entrada– sólo a la divinidad de Tenseiga y por consiguiente a su portador, les era permitido cruzar al otro lado, y era ahí mismo a donde se habían dirigido esa tarde después de abandonar la Fortaleza.
El viaje desde la Fortaleza hasta el Reino de Fuego no había sido particularmente largo ni cansado pero había requerido de un frío e irritado Sesshomaru para mantener centrada a la bestia en el camino. No es que Yako requiriera concentrarse en ello, sus instintos sabían a dónde debían ir y qué los estaría aguardando al otro lado, pero sus recién descubiertos pensamientos pecaminosos estaban jugando con su mente.
La apetecible hembra humana y su breve pero exquisito beso lo habían dejado deseando más, mucho más. Si no hubieran sido interrumpidos por la inoportuna protegida del Lord –y Yako estaba seguro de que había sido la chiquilla– y no hubieran tenido el tiempo contado para encontrarse con quien les esperaba en la tumba del viejo Taisho, se habría dado la libertad de saborear más de ese extraño y placentero acto humano que llamaban "besar". Y quizás algo más que eso.