Rueda de la fortuna

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Mayo.

Hacía poco más de un mes que la clase 3-A se había graduado de la academia y debido a la emoción y ocupaciones de sus últimos días de estudios y primeros días trabajando como heroína, Uraraka no había podido agradecerle debidamente a Midoriya toda la ayuda brindada en los exámenes finales, así que lo invitaría a comer con su primer sueldo.

Después de mucho nerviosismo y más de media hora borrando y reescribiendo el mensaje que le enviaría para hacerle la invitación, finalmente decidió llamarle. Por mera suerte, Midoriya acababa de llegar a su casa, y justo cuando depositaba en la encimera las bolsas con la compra, sintió su celular vibrar.

Uraraka suspiró de alivio un vez terminó la llamada, pensó que parecía una colegiala enamorada y su rostro enrojeció. No podía negar que se sentía feliz de ver pronto al chico pero se convenció de que era porque estaba acostumbrada a convivir con él todos los días. Ahora tenía justamente dos semanas antes de su cita con Midoriya. Volvió a enrojecer al pensar en la palabra "cita", respiró hondo y se levantó del suelo para salir a comprar algunos víveres y pasear un rato por el parque y así despejar de su mente esos "pensamientos extraños"; pero Uraraka se negaba a aceptar, o si quiera considerar, que se había enamorado del pecoso desde hacía aproximadamente año y medio. Él era su amigo y no quería ser la causante de que el joven volviera a ser tan reservado y distante, como cuando lo conoció.

Mientras tanto Midoriya pensó en aprovechar su reunión a comer con Ochaco, y antes de ir al sitio acordado, pensó en pasar al centro comercial para buscar algunas cosas que necesitaba para su próxima mudanza. Estaba consciente de que era pronto y aunque no quería dejar a su madre sola, sentía que era el momento de independizarse, pues ya era un héroe profesional.

Paseó por las grandes tiendas del centro comercial escogiendo muebles y enceres domésticos que dejaría pagados y serían enviados a su nueva morada. Estaba emocionado por la nueva etapa en su vida aunque su rostro no lo demostraba. Quería inciar de lleno con el pie derecho, así que decidió comprar un obsequio de despedida para su madre para hacerle el trago menos amargo.

Caminando entre los pasillos de la tienda de autoservicio vio a Watanabe en la sección de tintes. Él se congeló un momento ¿qué hacía el hermano de Watanabe-san en ese preciso lugar? Asustado, se escondió y esperó hasta que el ojirojo se alejó del sitio, y con una curiosidad inusual en él, entró al pasillo y observó que el hombre había tomado del anaquel un tinte negro.

N-no, esto no significa nada...

Izuku retrocedió unos pasos, su corazón latía con fuerza y sus manos sudaban, tenía qué ser un malentendido.

En su mente, Midoriya había empezado a imaginar cómo luciría su amigo de la infancia si fuera adulto y siempre llegaba a él la imagen del hermano Watanabe pero, ¿por qué se teñía el cabello? ¿ocultaba algo, se escondía de alguien o estaba huyendo?

Estaba angustiándose y antes de dejarse colapsar respiró profundamente y con duda sacó de su bolsillo un par de píldoras y se las tragó de una.

— Hacía meses que no necesitaba una de estas. — Se dijo a sí mismo con nerviosismo mientras luchaba por recuperar la compostura. Una vez ya más calmado se dirigió a paso pesado a la salida de la tienda y decidió esperar en una banca al aire libre a que llegara la hora de su encuentro con Uraraka y para olvidarse del asunto del tinte de Watanabe, pasó por un té y se puso a leer el webtoon que había dejado de leer meses atrás por falta de tiempo.

Llegó la hora de la cita con Uraraka y afortunadamente había logrado relajarse. No quería que ella o alguno de sus amigos lo viera en ese estado deplorable que le había tomado años sobrellevar.

Conversar con su amiga lo había hecho sentir mejor y también le alegró verla después de tanto tiempo. Aún no se acostumbraba a no ver a la chica y sus compañeros todos los días. Le tenía mucho cariño a ella, Iida y Todoroki pese a que siempre se le dificultó expresar sus sentimientos, pero gracias a la amistad que le brindaron los chicos pudo liberarse un poco de esas pesadas cadenas que arrastraba desde pequeño.

Lo ocupado que había estado con la mudanza y otros asuntos le hizo olvidarse de aquél encuentro con Watanabe pero el encontrarse con Ayumi en la calle le devolvió a la mente esa idea que le había alterado tanto.

— ... y entonces aunque estamos muy contentos aquí tendremos que mudarnos con nuestros tíos. — Le dijo un poco desanimada.

— Creo que es lo mejor, si no tienen más familia aquí les será más fácil estar con sus tíos.

Esto hace sospechar a Izuku y lleva la conversación al tema del color de cabello de su hermano.

— Sí, él se lo tiñe, no le gusta su color natural. —Pensó un poco—. Le recuerda a su padre.

— Lo siento, no debí preguntar.

— Qué sea un secreto. Mi hermano odia su cabello por su padre, además, desde que era un niño no ha sabido nada de él.

— ¿Cuántos años tenía?

— Ocho. —Mintió—. Pero él no sabe que yo sé todo esto y si se entera hará un escándalo. Esperaré a que llegue el día que quiera contármelo. —Le sonrió.

— Seguro que algún día lo hará. — Respondió Izuku con una pequeña sonrisa pero por dentro comenzaba a analizar cada cosa que recordaba de su amiga y su huraño hermano, empezaba a creer que esos eventos aislados no eran casualidad, Watanabe estaba huyendo de la ciudad y  averiguaría si era porque en realidad él era Bakugo Katsuki.

Era rebuscado y hasta ridículo pero en la mente de Izuku esto tenía mucho sentido, no solo por la repentina mudanza de los Watanabe, sino por detalles que empezó a notar en relación a los hermanos.


•••

¡Nuevo capítulo! Al fin tengo computadora, así que planeo actualizar más seguido, ya no quiero hacer una actualización por año. Cómo lectora que también soy sé que puede ser frustrante y molesto esperar tanto por actualizaciones, así que me esforzaré por ser más constante, gracias por leerme.

Un rincón en el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora