Cap. 5

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- ¿Un centro comercial? -dijo Dean mientras entrabamos en el párking.

- No es solo el centro comercial. Aquí tienen la mejor tienda de libros y música que conozco.

Subimos a la segunda planta y paramos delante de una tienda un tanto vintage. Dicha tienda se dividía en dos partes: la primera, que era cuando entrabas, era la de música. Tenía desde vinilos hasta casetes, sin olvidar los discos. La segunda parte, la de libros. Clásicos y modernos. Poesía o narrativa. Había para todos los gustos. Empezamos a mirar los discos de vinilo, y comentando los que más nos gustaban y los que no. Dean cogió uno y se fue a buscar al dueño. Yo seguí mirando discos hasta que empezó a sonar Hound Dog de Elvis Presley. Miré en la dirección que se fue Dean y lo vi aparecer bailando. Se me acercó y me tendió la mano.

- ¿Bailas? -dijo sonriendo.

- ¿Estás loco?

Me cogió la mano y me dio una vuelta, y empezamos a bailar ante la mirada de todos los clientes que habían y los de fuera. Animamos a un par de parejas a bailar también, mientras el resto daba palmas animando. Me separé, riendo y haciendo un par de reverencias a nuestro pequeño publico. Dean se me acercó, riendo también, e hizo el mismo gesto. Después me pasó un brazo por el hombro y seguimos mirando discos.

- Ya no lo pregunto, lo afirmo: estás loco. Más que eso -dije riendo todavía.

- Pero ha sido divertido, ¿o no? -levanté la cabeza y le miré, asintiendo-. ¿Pasamos a música mas moderna?

Terminamos de mirar la música, y pasamos a los libros. Estaba mirando una sección cuando Dean desapareció. Volvió a aparecer con una sonrisa de oreja a oreja, me cogió de los hombros y me arrastró hasta otra sección. Cuando leí el cartel, le miré y me empecé a reír.

- ¿Esto es una indirecta? -dije riéndome a pleno pulmón.

- Esto es para que veas lo que te vas a perder -dijo asintiendo con la cabeza.

- Tal vez deberías leerte unos cuantos libros de estos. Por ejemplo, este -cogí Diario de una ninfómana y se lo di-. Va a la perfección contigo.

- Vale, pero tú leete este -dijo tendiéndome Cincuenta Sombras de Grey, pero lo rechacé-. ¡Es un libro buenísimo!

- Ya, un libro que ya me he leído.

- No sabía yo esta faceta tuya, Kate -dijo picaron. Dejó ese libro y me tendió El orgasmo de mi vida, a lo que yo reí todavía más-. Si me suplicaras, esto es lo que le dirías a tu mejor amiga que has tenido conmigo.

- Que cosas más bonitas me dices -dije acariciándole la cara. Cogí los dos libros, y los dejé en su sitio-. ¿Podemos volver a la sección de antes?

- ¿Te gusta la poesía?

- No me desagrada.

En esos momentos, Dean cogió un libro de Pablo Neruda, lo ojeó por encima y lo volvió a dejar.

- Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida -dijo.

- Pablo Neruda. Esa es una de mis frases favoritas.

- Una de las mías también. Hay otra, que también me gusta mucho, y es la siguiente -me miró fijamente, y se agachó un poco, poniendo su cara muy cerca de la mía-. En un beso, sabrás todo lo que he callado.

Nos quedamos segundos mirándonos fijamente a los ojos, hasta que aparté la vista y vi un libro de Mario Benedeti. Lo cogí, y lo abrí. Ojeando, sonreí y le miré.

- Nos enseñaron desde niños cómo 

  se forma un cuerpo

 sus órganos sus huesos sus funciones sus sitios

 pero nunca supimos

 de qué estaba hecha el alma.

Dean suspiró y sonrió, me quitó el libro, lo dejó en su sitio y buscó otro. Escogió La Vecina Orilla, de Mario Benedetti también, y empezó a buscar algo.

- Este libro me lo recomendó un profesor que tuve, y hubo una frase, que se me quedó grabada para siempre. Aquí está -la señaló con el dedo, y leyó-. La sinceridad siempre nos llevara a odiarnos un poco.

Sonreí, ya que esa frase era una verdad como una catedral.

- A mi me marcó un poema de Bécquer -busqué con la mirada el libro, hasta que lo encontré: Rimas, leyendas y narraciones-. Es la rima IV.   

No digáis que agotado su tesoro,

de asuntos falta, enmudeció la lira.

Podrá no haber poetas, pero siempre

           habrá poesía.

Seguimos parte de la tarde mirando libros y diciendo frases celebres de sus autores. La verdad, me sorprendió que Dean supiera tanto acerca de libros. Decidimos salir de la tienda e ir a un Starbucks a merendar.

- ¿Qué te pido? -dijo mientras me sentaba.

- Un café mocha, por favor.

Dean dejó su cazadora en la silla y fue a pedir. Me fijé en el grupito de amigas adolescentes que tenía al lado, y como babeaban por él. Así es como estaba yo por dentro la primera vez que le vi, me dije a mi misma. Pero solo somos amigos, me volví a repetir. Saqué el móvil y le envié un whatsapp a Christie para preguntarle como estaba yendo la tarde.

- Esa no puede ser su novia -oí a una de las niñas decir.

- Las únicas que no podrían ser sus novias somos nosotras -dijo otra.

- Exacto.

- ¿Por qué? -dijo un poco furiosa la primera chica.

- Porque podría ser nuestro padre -respondió una de las mas sensatas.

- Ahora saldremos de dudas... 

Yo seguía con el móvil cuando un dedo tocó mi hombro. Me giré hacia mi derecha y me encontré con la niña que había dicho que yo no podía ser la novia de Dean.

- Hola.

- Hola -dije confusa-. ¿Nos conocemos?

- No, pero te quería hacer una pregunta. ¿El chico con el que has venido es tu novio? -no pude evitar reír-. ¿Qué tiene tanta gracia?

- Que sea o no mi novio no es de tu incumbencia.

- O sea, que no lo es -dijo sonriendo, y cruzándose de brazos.

- Sí que lo es -mentí, y la niña se dio media vuelta y volvió a su mesa. Suspiré.

- Te lo habíamos dicho -dijeron las sensatas.

- Callaros.

No pude evitar reír. A los minutos volvió Dean con una bandeja, la dejó en la mesa, se sentó y sirvió.

- Café mocha por aquí -dijo pasándomelo-. Y peppermint mocha para mi. Te he cogido una magdalena de chocolate, o como lo llaman ellos, un muffin -dijo riendo.

- Gracias -dije sonriendo.

Qué atento, pensé. Le pegué un sorbo a mi café y me recosté en mi silla.

- Así que música y libros, ¿eh? -dijo recostándose también.

- Sí. Aparte de la fotografía, lo que mas me gusta es un buen libro, y música. No me imaginaba que supieras tanto tú también.

- Estuve trabajando en una tienda de discos cuando era adolescente para ganarme algún dinerillo extra. Y en cuanto a los libros, salí con una bibliotecaria, y eso implicaba pasar muchas horas entre libros, hasta que terminé aficionandome.

- ¿Y que más te gusta?

- Eso es una sorpresa que verás en las próximas citas -dijo dándole un mordisco a su donut-. Por cierto, te llevaré a una tienda de discos que te encantará.

- ¿En la próxima cita?

- No. Ahora. Así que coge tu café que nos vamos -dijo levantándose del sofá.

Cita a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora