Cap. 20

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Durante toda la semana Dean me llamó y envió miles de whatsapps, pero yo no le contesté. No tenía ganas de verle, y menos de hablar con él. Además, tenía que adelantar trabajo ya que el viernes había quedado con Bernard. Estaba terminando de revisar unos papeles cuando picaron a la puerta de mi despacho.

- Adelante -dije sin levantar la vista. Cuando se cerró la puerta, miré hacia arriba, y me lo encontré a él-. ¿Qué haces aquí?

- No coges mis llamadas ni contestas mis whatsapps, así que he decidido venir a verte.

Miré por detrás de Dean, y me encontré a Christie sonriendo. La fulminé con la mirada, y volví a mirarle a él.

- Vale, dime qué quieres, pero rápido, tengo que revisar todos estos pedidos y llamar a algunos clientes -dije levantándome y guardando unos papeles.

- Sé que unas disculpas no sirven de nada, pero créeme que realmente lo siento. Soy un estúpido, no pienso las cosas. Simplemente, las hago.

- No hace falta que me lo jures, ya me he dado cuenta de eso -solté sarcástica y con una sonrisa-. ¿Algo más?

- Venía a hablarte del viernes.

- Oh, sí, verás, he quedado.

- ¿Qué?

- Pues eso, que he quedado. Con Bernard. Me va a enseñar sus nuevas obras.

- Creo que no deberías quedar con él. Te hace caso porque esta haciendo promociones aquí. Dentro de una semana se va a otro lugar, y se olvidará de ti.

- Por cierto, ¿como está Brenda? -dije cruzándome de brazos.

Dean suspiró, y se pasó la mano por el pelo. Estaba desquiciado, y debo admitirlo, me gusta sacarle de quicio.

- Además, somos ya lo suficientemente mayores y responsables para tomar nuestras decisiones. Aunque creo que eso es una cosa que tu lo sabes a la perfección.

- Déjame decirte, que lo próximo que oirás de mi boca será decirte 'te lo dije'.

- Estaré deseándolo -dije desafiándole con la mirada.

Dean soltó una sonrisa burlona y salió de mi despacho. Me rasqué el puente de la nariz, y a los segundos la puerta se volvió a abrir.

- Y que sepas que Brenda está perfectamente.

Volvió a cerrar la puerta y se fue. Estúpido, pensé. Me pasé la mano por el pelo y seguí trabajando. O casi, ya que Christie entró como un huracán en mi despacho.

- ¿Por qué le has dejado entrar? -dije sentándome en la silla.

- Porque los dos sois tontos -dijo acercándose a la mesa y sentándose en la esquina de esta-. Kate, un error lo tiene cualquiera.

- Error, tú lo has dicho. Pero él ya ha cometido dos errores. Y seguro que puede haber un tercero, y un cuarto, y un quinto, y...

- Lo pillo, lo pillo -dijo cortándome-. Pero, ¿que tal si os olvidáis de este pequeño problemilla y volvéis a estar como antes?

- ¿Te ha pagado para convencerme? -dije levantando una ceja.

- No me hace falta que nadie me pague para que te haga entrar en razón. Porque sabes de sobras que lo que está actuando es tú orgullo, y no Kate Hale -se levantó de la mesa y se fue hacia la puerta, pero antes de salir, se giró y me miró-. A veces las segundas oportunidades sí que funcionan, y Dean se la merece.

Dicho esto, salió del despacho dejándome sola con el montón de trabajo, y mis pensamientos. Odio saber que tiene razón, pero lo que odio más es saber que soy consciente de eso.

Estaba dirigiéndome a la galería para ver a Bernard y sus obras, y no sabía nada de Dean. Desde que vino a verme al trabajo, ya no dio mas señales de vida. Quería llamarle, o al menos enviarle un whatsapp para saber si estaba bien, pero no lo hice. Orgullo, gracias. También estuve tentada a ir a su trabajo, como él hizo conmigo, pero me quité esa idea de la cabeza al pensar en el ridículo que haría.

Llegué a la galería y antes de entrar, me recogí el pelo en una coleta. El viento me lo había enredado y dejado horrible. Observé mi reflejo en el cristal, y entré. Se me hacia rara verla vacía, vacía de personas y vacía de obras. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie.

- ¿Hola? -pregunté.

- Esa ponla ahí, sí, perfecto -era la voz de Bernard, y provenía del final de la galería. Vi una puerta, la abrí y me encontré a Bernard con un par de chicos dejando unos cuadros. Cuando se giró, me vio y me sonrió-. ¡Kate! -dijo acercándose a mi con los brazos abiertos.

- Hola -dije abrazándole. Me dio un beso en la mejilla y posó su mano en mi cintura.

- Ven, que te voy a enseñar mi pequeña obra maestra -dijo llevándome hacia el cuadro que acababan de descargar los chicos-. Podéis abrirla, ¿por favor?

Los chicos asintieron y sacaron la tapa de la caja, dejando al descubierto una fotografía de lo mas inusual.

- Te presentó mi obra titulada 'El día y la noche'.

- Muy original... -dije observando la fotografía. Eran instantáneas de un paisaje a lo largo de un día.

- Estas muy callada -dijo mirándome-. ¿Ocurre algo?

- No, es solo que discutí con mi acompañante.

- Oh, el de la galería.

- Ese mismo. Y he sido un poco dura con él, y me siento mal.

- ¿Te gusta? -preguntó de golpe, y yo le miré sorprendida.

- No, solo es... Un buen amigo al que no quiero perder.

- ¿Sabes? No se te da muy bien mentir.

- Cuando me lo propongo, soy la mejor -dije sonriendo, y Bernard rió.

- ¿Te puedo dar un consejo, aunque no te conozca mucho? -yo asentí-. No seas tonta.

- ¿Y ya está?

- Y ya está.

Cita a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora