Cap. 29

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Al entrar en casa, todavía no me creía lo que acababa de pasar. Me pellizqué un par de veces, para ver que todo era real. Entré en mi habitación, y suspiré.

- Sí es que esto te pasa por acercarte demasiado al fuego -me dije a mi misma, sentándome en la cama-. Que te acabas quemando.

Durante todo el trayecto mi móvil no dejó de sonar, y para ser precavida, cuando cerré la puerta dejé la llave puesta en la cerradura, así evitaba que Christie entrara en casa. Me saqué el vestido y lo dejé encima de la silla. Después, me di una ducha rápida, no solo para relajarme, sino también para sacarme la olor a cigarro y puro que llevaba encima. Cuando terminé, me puse mi pijama y salí al comedor. Necesitaba distraerme, así que me puse a ver la tele. Mientras iba mirando qué daba en cada canal, tope con uno que me impactó.

"Hoy, en Policías en Acción, seguiremos a una división experta en partidas clandestinas. Dichos expertos..."

- Tiene que ser una maldita broma - apagué la televisión y tiré el mando en el sofá.

Miré a mi alrededor, para ver qué podía hacer. Decidí ponerme a hacer el trabajo que me faltaba por no ir a trabajar. Eso era una de las cosas que más me relajaba: la fotografía.

Estaba inmersa en el trabajo, hasta que la luz empezó a entrar por la ventana. Miré la hora, y mis ojos se abrieron como platos: las siete menos cuarto de la mañana. ¡Había estado toda la noche trabajando, y no me había dado cuenta! Guardé el trabajo y apagué el ordenador. Decidí dormir un poco, ya que mi cuerpo lo pedía a gritos. Al entrar en la habitación, me fije en el bolso medio abierto encima de mi cama, y de él sobresalían los tres mil dolares. Suspiré. De dentro del bolso cogí mi móvil, y lo inspeccioné: 34 llamadas perdidas, 50 whatsapps y unos cuantos mensajes en el buzón de voz. Dejé el bolso y el móvil en la mesita de noche y me dispuse a dormir un poco.

El resto de fin de semana, lo pasé igual, encerrada en casa adelantando trabajo, o viendo películas, con el móvil sin parar de sonar y sin pisar la calle. Era sábado de madrugada, y mi móvil empezó a sonar como de costumbre. Me removí en la cama y estiré el brazo. Cuando vi el nombre en la pantalla, lo volví a dejar en la mesita. Intenté seguir durmiendo, pero el móvil volvió a sonar. Resoplé, y lo cogí.

- ¿Diga? -dije medio dormida.

- Me alegra oír tu voz -dijo Dean entrecortado.

- ¿Me has llamado solo para decirme esto?

- No. Quería preguntarte si estabas en casa.

- Pues si, y durmiendo, que es lo que hacen las personas normales a estas horas cuando están cansadas -dije cerrando mis ojos.

- Perfecto. ¿Me puedes abrir? -mis ojos se abrieron de golpe.

- ¿Qué?

- Que si me puedes abrir -le escuché quejarse.

Me levanté de la cama y me dirigí a la puerta.

- ¿Por qué me haces abrir la puerta...? -cuando abrí la puerta mi frase se cortó. Me encontré a Dean allí, delante de mi puerta, con la cara ensangrentada y parte del costado-. ¿Qué te ha pasado? 

Dio dos pasos y se cayó hacia delante. Yo le agarré como pude, haciendo así que cayeran nuestros móviles al suelo. Me pasé un brazo suyo por el cuello, y cuando le tenía dentro de casa cerré la puerta dándole con el pie. Le llevé hasta el comedor y le senté el sofá, y Dean no tardó en quejarse.

- Shh, ¿quieres no chillar? -dije casi susurrando.

- Lo siento, pero es lo que hacen las personas normales cuando les duele algo -dijo con una mueca.

- Una persona normal no llega a casa de alguien lleno de sangre -bufé.

Le miré detenidamente, y no paraba de sangrar, y la funda del sofá ya no era blanca, era roja.

- Dios mio, cuanta sangre -dije poniéndome las manos en la cabeza-. ¿La sangre se va de la funda? Aunque eso es lo de menos. ¿Qué hago? ¿Qué necesitas? ¿Qué...?

- Por favor, cálmate -dijo levantando la mano que tapaba su herida.

- ¿Que me calme? Estas sangrando a las cuatro de la mañana. ¿Como quieres que me calme?

- Coge un par de toallas y mójalas. Después, trae una seca. También coge unas tijeras, algodón, betadine, aguja e hilo.

Me di la vuelta y me metí en el bañó corriendo. Cogí dos toallas, abrí el grifo y las metí debajo. Mientras se mojaban, iba cogiendo el resto de cosas que me dijo. Cerré el grifo y fui a la cocina a por un bol de plástico, y en el puse un poco de agua y las toallas mojadas. Me colgué en el cuello la toalla seca. Y en la mano libre llevaba el algodón y el betadine. Lo saqué todo al comedor y lo dejé a los pies de Dean. Después, de un armarito al lado de la mesa grande, saqué el costurero. Cuando lo tenía todo, me puse delante de Dean.

- Bien, ahora ayúdame a quitarme la chaqueta -se levantó y yo le saqué la chaqueta con sumo cuidado. Una vez fuera, la tiré al suelo-. Bien, ahora cortame la camiseta -le miré sorprendida-. Tengo mas de estas. Ahora, córtala.

Cogí las tijeras y le corté la camiseta, la cual tiré al suelo también. Después se estiró en el sofá boca arriba y me miró.

- Limpiame con una de las toallas mojadas la herida y alrededor -escurrí una de las toallas y se la puse encima de la herida, lo que hizo que Dean se incorporara un poco pegando un pequeño grito-. Cuidado.

- Lo siento -dije empujándolo suavemente hacia atrás. Limpié la sangre de la herida, y dejé la toalla en el cubo. Después, se la desinfecté con el betadine-. Listo.

- Bien, ahora toca lo peor: coser -le miré horrorizada-. ¿No sabes coser?

- Sé coser ropa, no personas.

- Yo te ayudaré. Pero por favor, date prisa -cojí aguja e hilo, e intenté enhebrar el hilo. Chupé varias veces el hilo, pero nada, no quería entrar-. Kate...

- Ya va, ya va. Solo dame cinco segundos -decidida, metí el hilo en el agujero de la aguja-. Bingo.

Hice un nudo y miré a Dean. Este, se incorporó un poco, cogió mi mano y la llevo hasta la herida. Poco a poco me ayudó a coserle la herida. Por suerte, era una pequeña. Cuando terminé, corté el hilo sobrante y le miré. Tenía un corte en el labio y otro en la ceja. Cogí la otra toalla mojada y le volví a mirar.

- Ven aquí -acercó su cara, y yo se la cogí con la mano izquierda. Con la otra mano, le limpiaba las heridas. Después se las desinfecté-. Ya está.

Iba a apartar la mano de su cara cuando el la cogió. Miré nuestro tacto, y después a él a los ojos. Su mirada todavía me intimidaba, y más después de todo lo que sé. Aparté la mirada y después la mano. Recogí todo lo que saqué, y al salir de la cocina, me lo encontré poniéndose la chaqueta.

- ¿Se puede saber a donde vas?

- A casa.

- Ni hablar. No estás para salir. Túmbate en mi cama, necesitas descansar -Dean me miró sin moverse-. A mi cama. Ya.

Sonrió un poco y se dirigió a mi habitación. No sin antes quitarse la chaqueta. Después de cambiar las fundas del sofá, fui a ver a Dean. Cuando entré, me lo encontré tumbado boca arriba con un brazo detrás de la cabeza durmiendo plácidamente. Decidí no molestarle, y me fui a dormir al sofá.

Noté un beso en la frente, pero no abrí los ojos. Después, la puerta cerrarse. Entonces sí que los abrí. Dean se había ido. Me senté en el sofá, y repasé mentalmente lo que pasó. Miré mi móvil, que sonó. Era un whatsapp. De Dean.

>>Dean, 08:02: Gracias por no dejarme tirado esta noche. Me alegra saber que estas bien.<<

Me pensé unos segundos si contestarle o no, así que no lo dudé más.

>>Kate, 08:03: De nada. Para eso están las amigas.<<

Cita a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora