Cap. 30

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Era domingo por la tarde, y la verdad, necesitaba un poco de aire. Me puse unos leggins y una camiseta ancha, las gafas de sol, y cogí las llaves junto con el monedero. Bajé a la panadería que tenía al lado de casa. Esa, era la única panadería que abría todos los días de la semana, y a todas horas. Además, hacían los mejores cruasans. Entré por la puerta y el aroma a pan recién hecho me invadió.

- ¡Buenas tardes, Kate! Que sorpresa tu por aquí -dijo un Tom animado.

- Hola Tom. Pues sí, hacía días que no venía, y hoy me apetecía algo dulce -dije con la mejor de mis sonrisas.

- ¿Lo de siempre? -yo asentí. Miraba distraída el local que ya había observado miles de veces-. Aquí tienes tus cruasans, y una chocolatina de regalo. 

- Vaya, ¿y eso? -dije cogiendo mis cosas.

- Para subirte el animo.

- Estoy bien -dije sonriendo.

- A mi no me engañas. Te conozco muy bien -dijo sonriendo, y yo suspiré.

- Muchas gracias Tom.

Pagué, y antes de salir por la puerta, Tom me dijo algo mas:

- Nada es tan malo como parece. Recuerdalo.

Al día siguiente tenia que ir a trabajar, pero no tenía ni fuerzas ni ganas. Escuché la puerta abrirse, y entonces maldecí por lo bajo. Se me olvidó volver a dejar las llaves puestas. Seguí en la cama, y oí unos pasos que pararon en mi habitación. Después, siguieron hasta mi cama, y esta se hundió. Oí un suspiro.

- ¿Sigues enfadada? -dijo Christie en un susurro.

- Más que eso -dije sin girarme.

- Te lo quería decir, pero Dean no me dejó.

Entonces me senté en la cama y la miré.

- ¿Y eso desde cuando ha sido un impedimento para ti? -dije furiosa.

- Desde que Dean te importa mas que como un amigo -sentenció. Yo abrí la boca para decir algo, pero Christie se adelantó-. A mi no me engañas: esto de ser solo su amiga se te ha ido de las manos.

Entonces me volví a tumbar, dándole la espalda. Y las lagrimas brotaron de nuevo de mis ojos. Esos días ya era costumbre en mi.

- He intentado por todos los medios no sentir nada por él. ¿Sabes lo duro que se me hacia escucharle hablar sobre su ex? Lo duro que era aguantarme y no besarle. Lo duro que era no poder gritarle que le quiero -cada vez mi voz iba disminuyendo más y más, y las lagrimas seguían saliendo de mis ojos.

- Deberías haberlo echo -dijo Christie tumbándose a mi lado.

- ¿Para que se ria en mi cara? No, gracias. Prefiero sufrir en silencio.

- Pero eso no es lo mejor -apoyó su barbilla en mi hombro, y continuó-. Sabía desde un principio que no ibais a durar como amigos. Quiero decir, ¡mírale! Es atractivo hasta para un ciego. Y tu, más de lo mismo. Además, tenéis muchas cosas en común. Y os entendéis, que es lo mas importante. Y otra cosa más: le importas, y mucho. Daría la vida por ti.

Las lagrimas no paraban de salir de mis ojos. No por la mentira, sino por la verdad. Sabía de sobras que Dean daría la vida por mi, ya me lo demostró en mas de una ocasión. Miré a Christie, y la abracé. 

- Lo siento -dijo abrazándome mas fuerte.

- La que lo siente soy yo -me separé de ella y me sequé los ojos-. Soy masoca.

- Bueno, doña masoca, ahora toca arreglarse -dijo destapandome-. Tenemos un negocio que sacar adelante.

- No quiero. No tengo fuerzas ni ánimos para ir a trabajar. ¡Os doy el día libre! -dije poniéndome una almohada en la cara.

- Nos lo diste el viernes, querida -me sacó la almohada de la cara-. Ves a darte una ducha, yo de mientras preparó café.

- Sí mamá.

Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Al salir, me vestí cómoda y simple: unos pantalones pitillo alto, una básica negra y mis converse negras. Fui a la cocina y desayuné con Christie. Después, nos fuimos a trabajar. Al llegar, me encontré el local abierto. Antes de abrir la puerta, miré a Christie, y esta se encogió de hombros. Entramos y no habia nadie.

- ¿Donde están Luca y Sarah? -entré en mi despacho y me los encontré-. ¿Qué hacéis aquí?

- Sorpresa -dijeron los dos.

Giré mi cabeza y miré a Christie, la cual sonreía y me dio un pequeño empujón. Luca me tendió una caja, la abrí y eran mis pasteles favoritos, y Sarah me ofreció mi café favorito. Les miré, y no pude evitar emocionarme. Me sequé una lagrima que cayó, y Luca dejó los pasteles en mi mesa.

- No me llores más, preciosa mía -dijo acercándose a mi y cantando. Me dio un abrazo, y luego se unieron Sarah y Christie.

- No llores más, ¡que te vas a quedar sin agua en tu cuerpo! -dijo Sarah.

- Eres una exagerada -dije separándome y limpiándome la cara.

Adoraba a estas personas, siempre sacándome una sonrisa cuando más lo necesitaba.

- Sabes -dijo Christie-, tengo la teoría de que cuando uno llora, nunca llora por lo que llora, sino por todas las cosas por las que no lloró en su debido momento -la miré con una ceja levantada y reí.

- Así no ayudas mucho, Christie...

Cita a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora