Cap. 40

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Terminé de prepararme la maleta, y miré el reloj: me tenía que dar prisa si quería llegar antes de cenar. Fui al baño y me quité la ropa, y cayó al suelo el sobre. Me agaché, lo revisé y lo guardé en mi mesita. Me duche rápido y me vestí con la misma rapidez. Repasé todo antes de irme, y miré mi mesita. Tenía que sacarme esa duda de la cabeza. Así que cogí de nuevo el sobre, lo guardé en mi bolso junto con mi maquillaje, el monedero y las llaves. Bajé con la maleta y la guardé en el maletero, y antes de irme a visitar a mi madre, pensé en visitar a otra persona.

- Hola, ¿en que puedo ayudarle? -dijo el hombre de uniforme.

- Verá, estoy buscando a Steve. Steve McGarret.

- Viene conmigo -dijo alguien detrás mio. Me giré y vi a Danny. Le sonreí y me indicó que le siguiera, hasta que fuimos al despacho que me metió Steve la primera vez-. ¿Qué haces aquí?

- Yo también me alegro de verte, eh -los dos reímos y suspiré-. Necesito ver a Steve.

- Verás, Steve en estos momentos no está y...

- Oye, pillé la indirecta de que no me quiere ver más, aunque no entiendo el porqué... Da igual, tú me sirves.

- ¿Yo? -empecé a rebuscar en mi bolso y saqué el sobre, dejándolo encima de la mesa-. ¿Qué es eso?

- ¿Recuerdas cuando me desmayé, y te dije mi teoría? -él asintió-. Aquí tienes lo que me echaron en la bebida.

- ¿Como...?

- No preguntes -dije cortándole-. Necesito saber qué es eso, por favor.

- Está bien. Haré que lo analicen y te llamaré cuando sepa lo que es, ¿vale? -asentí.

- Gracias -mi móvil empezó a sonar, y miré la hora-. Mierda. Me tengo que ir. De verdad, muchas gracias -dije dirigiéndome a la puerta.

- ¡Nos vemos!

Salí de la comisaria a toda prisa mientras buscaba mi móvil.

- Hola -dije entrando en el coche.

- Hola cariño, ¿has llegado ya? -preguntó Dean.

- No, salgo ahora.

- ¿Ahora?

- Sí, he tenido unos pequeños contratiempos. ¿Y tú que tal?

- Aburrido. Ojalá pudiera ir contigo -reí por su tono infantil.

- La próxima vez vendrás. Te dejo que voy a ponerme de camino.

- Esta bien, llama cuando llegues.

- Sí, te quiero.

- Yo también te quiero.

Después de conducir durante horas, aparqué delante de la casa donde me crié. Seguía igual, con su jardín lleno de flores, y el árbol que planté con mi tío. Hasta el columpio viejo de color verde. Sonreí ante los recuerdos. Bajé del coche y saqué la maleta del maletero, y la arrastré hasta la puerta. Piqué varias veces, y oí gritar a mi madre. Qué novedad, pensé riendo. Cuando abrió la puerta, sonrió de oreja a oreja.

- ¿Vas a dejar de gritar cuando piquen a la puerta algún día o que? -dije riendo.

- ¡Katie! -dijo abalanzándose sobre mi, y dándome besos en el pelo mientras lloriqueaba.

- Mamá, ya está -dije acariciándole el pelo-. Quedamos en que no harías un drama siempre que me vieras.

Se separó de mi riendo y secándose una lagrima, y me acarició la mejilla.

Cita a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora