Cap. 25

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Dean me dio toallas limpias, y me acompañó hasta el baño. Entré, y cerré la puerta. Después me miré en el espejo. Acerqué la cara y me inspeccioné el pómulo. Tenia razón, con un poco de maquillaje no se notará. Me desnudé, y dejé la ropa mojada en el suelo. Me metí dentro de la ducha, y mientras me estaba enjabonando, oí la puerta abrirse.

- Lo siento, venía a recoger la ropa mojada y a dejarte de limpia -instintivamente me di la vuelta, dándole la espalda a Dean, aunque una simple mampara nos separara-. Si te sirve de consuelo, no tienes nada que no haya visto ya.

Y salió del baño. Sonreí, y seguí duchándome. Cuando terminé, apagué el agua y abrí la mampara. Cogí la toalla y me la enrollé al cuerpo. Me fijé en la ropa que me dejó Dean, y era la misma que la ultima vez. Sonreí, y me vestí. Me sequé un poco el pelo con la toalla, y salí del baño. Fui a la habitación de Dean, y estaba leyendo un bote.

- ¿Qué es?

- Ven, siéntate -dijo sentándose en la cama. Me senté a su lado y miré el spray-. Es un spray efecto frío, para bajar la hinchazón.

Asentí, cerré los ojos y Dean me echo el spray.

- ¡Joder! Que frío -dije con los ojos cerrados.

- Listo.

Se levantó de la cama y se llevó el spray y las toallas mojadas. Abrí la cama, y me senté dentro. Después me tapé. Dean volvió a la habitación y rió al verme.

- No has perdido el tiempo, eh -rodeo la cama y abrió el otro lado.

- ¿También dormirás aquí? -pregunté mientras él se acomodaba.

- Claro. Pero tranquila, que no va a pasar nada, a no ser que me lo supliques. ¿Recuerdas? -se tumbó boca arriba y puso su brazo izquierdo bajo su cabeza.

- Tenías razón -giró su cabeza y me miró-. Acerca de Ed.

- No te tortures más con eso. Ahora, descansa.

Apagó la luz, quedando toda la habitación a oscuras. Me estiré, y apoyé mi cabeza en su pecho.

- Dean.

- Dime.

- Gracias.

Me removí en la cama y me senté de golpe. Miré a mi alrededor, y estiré mis brazos, desperezándome. Después, me quedé mirando fijamente a la nada.

- Buenos días -dijo Dean, todavía tumbado.

- Buenos días -dije mirando a la nada.

Se sentó, y me miró.

- ¿Qué tal estás?

- Bien, supongo -suspiré-. La mala suerte me tendría que haber vuelto en algún momento.

- Ese tío es un capullo, Kate. Se merece mas, mucho más de lo que le hiciste. Si al menos yo...

- Tu ya has echo suficiente por mi -dije con una débil sonrisa.

- Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras. Tengo buenos puños -dijo enseñándome uno, y me fije en sus heridas de nuevo.

- No lo dudo -dije tumbandome de nuevo.

- Yo me voy a ir a la ducha. ¡No desaparezcas! -dijo saliendo de la habitación.

Escuché el agua correr, y de repente el móvil de Dean empezó a sonar. No lo cogí, y el sonido de la llamada cesó, pero ahora sonó el del mensaje. Giré mi cabeza y vi el móvil en la mesita. La tentación me podía, así que decidí mirar qué ponía en el mensaje. Lo desbloqueé y lo examiné. En dicho mensaje aparecían una dirección, un código y una fecha: esta noche. Cogí mi móvil y le hice una foto al mensaje. El agua dejó de sonar, así que dejé a toda prisa su móvil y yo me volví a tumbar, como si nada. Entró de nuevo en la habitación, esta vez solo con una toalla rodeandole la cintura, y mojado. Yo resoplé. Dean abrió el armario y empezó a buscar ropa. Quería preguntarle que a qué se debía ese mensaje, pero sabia de sobras que no me lo iba a decir, así que opté por soltarle algo típico.

- ¿Quieres ver una peli esta noche?

- Esta noche no puedo -dijo mientras dejaba una camisa de lino color blanca perfectamente planchada y en su percha encima de la cama. Después dejó unos pantalones de pinza negros, y una pajarita. Mientras, yo le observaba atenta.

- ¿Vas a algún lado? -levantó la vista y me miró-. Lo digo por la ropa que estás sacando.

- Un amigo de la familia me ha invitado a una reunión, y tengo que ir impecable.

- Te falta la americana -volvió a mirar en su armario y se puso por encima primero una negra y luego otra con rallas-. La negra. 

- Gracias -dejó la americana al lado de la camisa, y yo me levanté. Miré mi móvil, repasando la foto para ver si reconocía la dirección, pero nada-. Si quieres te puedes quedar en casa.

- No, tranquilo, hoy no iré a trabajar, así que el trabajo de hoy me tendrá distraída esta noche.

- Como quieras -dijo encogiéndose de hombros-. Me voy a afeitar.

Volvió a salir de la habitación, y cuando oí la puerta del baño cerrarse, marqué el numero de Christie.

- Vamos, por favor, cógelo -un bip. Dos. Tres.

- ¿Diga?

- No iré a trabajar hoy. No me encuentro muy bien, ¿podrías ocuparte tú de la tienda? -mentí, y la oí suspirar.

- Esta bien. Tomate un ibuprofeno y descansa, ¿me oyes?

- Sí. Oye, Christie, espero que tengas un vestido bien bonito guardado en el armario.

- ¿Y que pasa si lo tengo? 

- Que te lo vas a poner esta noche. Te espero en mi casa a las nueve, sé puntual.

Y colgué. Esta noche, al fin, descubirira el secreto de Dean. El porqué tantas llamadas, el porqué esas heridas. El porqué a todo.

Cita a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora