Una historia donde la espera y distancia consigue romper el alma de los protagonistas, las ilusiones y aquellos sentimientos que creyeron eternos.
Taehyung se cansó de esperar, aunque inconscientemente lo siga haciendo con el pasar de los años.
Jun...
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Febrero, 2020.
Irónicamente ese día llovió.
Ese día donde el contador de las semanas llegó a cero, y lo que deseó que no sucediera, sucedió.
Ahí lo puede ver, su amado pequeño de 20 años con una maleta grande en mano esperando que sea el momento de su partida. Sus ojos están enrojecidos, su rostro pálido, y aquella manera insistente de ver el reloj de su muñeca, le avisa que está desesperado por la demora que ha tenido. Es testigo de la forma en que algunas lágrimas se resbalaron por sus mejillas al mirar alrededor y no poder encontrarlo entre la multitud que ese día hacen vida en el aeropuerto de Gimhae.
Taehyung solloza a la distancia.
No se siente en la capacidad de llegar a su lado y dejarlo ir un momento después, por eso, es que lo lleva observando por más de media hora oculto detrás de esa columna. Se siente tan cobarde, tan incapaz de siquiera poder respirar, ¿Cómo lo va a soportar? ¿Cómo Jungkook pretende dejarlo ahí sin preocuparse de su corazón solitario? ¿Cómo..?
Un último llamado para el vuelo que ocupa el azabache es pronunciado, terminando de desgarrando el corazón del peliazul. La forma en que Jungkook rompe en llanto en el hombro de su madre después de eso, lo hace erizar inevitablemente.
Sin querer hacerlo, Jungkook comienza andar junto con su maleta, no sin antes ver una última vez a su alrededor.
«Será la última vez que lo veas en mucho tiempo. Será la última vez que podrás besar sus labios y gritarle que lo amas. Sal, ¡Maldita sea! ¡Solo ve!»
—¡JUNGKOOK!—grita sin moderación, consiguiendo que el chico se detenga de inmediato y gire a su dirección hecho un mar de lágrimas—. ¡No te vayas sin antes darme un último beso, por favor!—pide.
Antes de poder detenerse a pensar, ya sus piernas empiezan a correr la distancia que los separa, lanzándose sobre él sin moderar el impulso tomado, sin embargo, no caen; Jungkook lo toma con fuerza, aferrándose a su existencia como lo haría un hambriento hombre con su última pieza de pan.
Ambos lloran como un par de niños mientras se susurran cosas que no son entendibles para ninguno, pero que es suficiente por el momento.
—Te amo... M-Maldición... Te amo—apenas es capaz de pronunciar el mayor, permitiendo que sus dedos graben la forma de la espalda de Jungkook—. Lo siento.
—H-Hyung... P-Pensé que no vendría, tenía tanto miedo, en serio, temí lo peor. Yo sería capaz...-
—No lo digas, estoy aquí—se separa un poco, y toma entre sus manos las mejillas mojadas del azabache para poder mirar fijamente sus ojos negros. Hay dudas. Él realmente está dudando en irse, pero Taehyung no necesita ver eso—. Estoy aquí, pequeño. Y estaré aquí cuando regreses, lo juro. Lo estaré.
—¿E-En serio?.
—En serio—asegura, limpiando su llanto con calma—. Ya no llores—súplica—. Recuerda nuestra promesa, ''Tú y yo juntos por siempre'' Lo estaremos, debes confiar en Hyung. Dentro de unos años esto solo será un recuerdo de lo fuerte que es nuestro amor...
Porque no importa que tan lejos estemos, el ''Tú y yo juntos por siempre'' Estará presente, incluso, cuando nosotros mismos lo hayamos olvidado...
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