Aquel mismo día yo me iba a la planta dos. Recuerdo que estuve horas esperando impaciente para ir abajo. Fue eterno y, no sé por qué, pero estaba impaciente. Tal vez fuera por la novedad y la curiosidad, por el cambio. El cambio fue una mierda, hubiese preferido mil veces quedarme arriba, pero como venía una chica nueva, que estaba peor que yo, tuvieron que cambiarme a mí.
Me bajaron con una silla de ruedas, también, con las bolsas de basura llenas de ropa en mi regazo. Una vez abajo, la puerta era carne claro -para mí, amarilla- me recibieron con una sonrisa. Maldita sonrisa, aquello no tenía nada de bueno. Era un sitio demasiado pequeño, agobiante, estresante. De todo menos bueno. Había dos chicas, una pequeña, otra más grande. La grande tenía el pelo teñido de rojo descolorido. Alba se llamaba. La pequeña tenía una discapacidad mental, que era retrasada vamos, y no dejaba de seguirme. Tal vez era la novedad, en evidencia, lo era.
Me ayudó a instalarme la chica que estaba allí y, yo, sin saber que mi estancia sería semana y media más. Estuve encerrada tres semanas, allí metida, como una hormiga que no sale de su cobijo, o como se llame. Fue una putada, que me la busqué yo sola. Todo fue mi culpa. Por beber alcohol, hasta no poder más. Por deprimirme porqué sí. Por adelantarme demasiado a los hechos y estresarme, así, sin más. ¿Si no era mía la culpa, de quién sería sino?
Estaría en la habitación con Alba, la chica del pelo rojo que tenía dieciséis años. Yo, diecisiete.
Recuerdo una vez que jugamos a ping-pong, por todo el morro. No nos dijeron nada, de hecho no nos cortaron las alas, nos dejaron seguir volando. Fue, intenso. Todo lo que viví allí fue muy intenso.
Los días iban pasando y, yo, cada vez me ahogaba más, hundiéndome en la deriva de mi asfixia. Agobio. Mucho. Necesitaba salir, salir al exterior. Pero no en el mismo parque del Hospital, sino en otro lugar, en otro mundo. Nacer en otra vida.
Recuerdo cuando la psiquiatra me dijo que fuera a un pequeño despacho. Recuerdo que me dijo: "Has tenido un brote psicótico". Y, yo, le respondí con un: "O sea, que me he vuelto loca." Ella me respondió con un: "Más o menos". Y sí, me volví loca. Demasiado.
- ¿Alguien me querrá realmente después de todo lo sucedido? -