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Septiembre; nuevo curso, nueva vida ¿No? Es lo que se suele decir. Yo no renací en aquellos cuatro meses que cursé en la Universidad.
Al principio estaba orgullosa y la euforia se me subió al cerebro. Luego, todo se desvaneció. Sí, porque no era feliz. Lo creía pero no.

Estaba en clase y las palabras se me subían a los pies, o el corazón se me bajaba al cerebro.
Era una sensación de tristeza, melancolía y decepción. No era yo, tampoco estaba.
Entraba a clase con la necesidad de querer salir. No estaba cómoda con las asignaturas impartidas. Todas me sonaban a chino o japonés.
Y me agobiaba por el hecho de que no me gustaba lo que estaba haciendo.

A principios de enero lo dejé. Y ahí, justo, acabó mi angustia. Solté la mochila de mi espalda que tanto pesaba, que tantas piedras llevaba. Fue un alivio.

Mi objetivo fue buscar trabajo y trabajar, pero no encontré. Mis padres me culpaban por haber dejado la Universidad, además me decían que no hacía absolutamente nada. Aquello me dolía, me alteraba las palpitaciones. Me enfermaba haciéndome entrar en el mundo de la negatividad.

Cumplí los veinte años, los diecinueve ni los recuerdo. Lo único que se me ha quedado en el alma es él. Y qué bien se siente.
La persona con la que no imaginé que seríamos, fue en plural y en positivo. En un futuro no muy lejano, cierto y real.

En aquella etapa ya había dejado los estudios universitarios. Sólo duré cuatro meses. Y es que me sentí barro, me sentí lluvia. Me sentí caos, y muy vacía.

La culpabilidad afloraba en mi mente y se estancaba en mi cuerpo. Como una hormiga ahogándose en medio de un charco sucio. Porque los días iban pasando y aun no había conseguido un trabajo. Y pasaron las semanas y los meses, y seguía siendo igual de inútil que el primer día.

Decidí centrarme en otras cosas: inglés en extra escolares, un voluntariado y prácticas los sábados. Era poca cosa sí, pero ya me estaba bien. No necesitaba más. Así que seguí con mi guerra, a punto de estallar. De explotar.

Y, entonces, el verano amaneció y con ello, una nueva vida renació; la mía. Porque empecé otra vez. Des del inicio, desde cero. Allá, me introducí en lo que quería hacer realmente. Había cerrado etapas. Aquel momento era otro momento, otra oportunidad. Intenté aprovecharla. Aunque aun me quedaba una etapa por cerrar: el paréntesis. ¿Pondría por fin "cerrar paréntesis"? ¿O seguiría lamentándome por un pasado que ya no tenía solución? Lleno de perdición y dolor.

Fin

FLOR MARCHITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora