Los días iban pasando y luego de haber hecho la actividad de la radio volví a aburrirme. Así que tal y como lo sentía se lo transmití a mis padres y a mi psiquiatra.
Fue a la tercera semana cuando salí de allí, por pesada. Recuerdo que comencé a ir a clases otra vez pero era horrible. No comprendía nada cuando los profesores hablaban, ni mucho menos podía concentrarme a la hora de estudiar algo. Así que pasé un año sin poder estudiar, simplemente volviendo a la rutina y haciendo realmente lo que quería.
Por las mañanas sólo iba a dos o tres clases, es decir, a la mitad de asignaturas. Y por las tardes, o me quedaba durmiendo en el sofá porque la medicación me machacaba mucho o, sino, iba al gimnasio con mi padre. Fue duro, tuve que echar mucha voluntad ya que la cantidad de medicación que tomaba podía más conmigo que yo con ella.
Y bueno, así me iba la vida. Pasito a pasito, poquito a poquito. Y, sin querer y queriendo, regresé a mi ser normal. Fui perdiendo peso, porque engordé bastante (alrededor de unos ocho quilos), retomé la escritura, fui con más constancia al gimnasio... Comencé a quedar con mis amigas de siempre. Volví a la vida habitual y rutinaria que tenía antes del paréntesis.
Lo que pasaba, lo que me sucedía, era que yo estaba fuera de mí. No era, sólo estaba. Y a veces me preguntaba "¿Todo fue culpa mía?" Y también me cuestionaba el porqué. "¿Por qué yo? ¿Por qué?"
Seguidamente de tanto cuestionamiento, se me borró el pensamiento. Y es que cuando estaba acurrucada en el sofá o sentada y mi mirada se quedaba en standby mi madre me observaba y me regañaba. Me decía que no podía pensar, que era malo. Me lo decía de mala gana para que despertara de aquel estado evasivo. En parte me ayudó y, aunque no fuesen las mejores formas, a base de golpes aprendí y crecí. Porque como dicen "A base de tortazos se aprende".
Y así pasaba mi vida.
Fui al psicólogo también. Para subir mi autoestima, para que me destruyera y me volviera a construir. Y lo hizo, me mató para que volviera a nacer. Es decir, rompió cada trozo de mi ser para volverlo a recomponer. Pero, ¿Cómo queda un vaso de cristal cuando choca contra el piso?
Y eso es a lo que me refiero: desigual.Pasaron tantas cosas durante aquel año...
Y, entonces, cumplí los dieciocho. La mayoría de edad, donde se supone que eres un adulto de verdad.
Me hicieron una fiesta sorpresa con toda mi familia y mis mejores amigas porque, al fin y al cabo, lo único que nos va a quedar son los seres más queridos. Quienes estarán, dando la piel y el corazón por ti tanto en las buenas como en las malas. Esto, lo que tenemos en nuestra vida rutinaria, hay que valorarlo. Y mucho.