Capítulo 24

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"Chantajes y otras mil maneras de lograr lo que quieres"

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La familia Lee siempre fue imponente. Siendo mi padre uno de los mejores arquitectos del país y mi madre una reconocida diseñadora de moda, ambos habían sabido abrirse camino en el mundo de la alta sociedad.

Además, aquello no era algo nuevo. Toda la gente de mi árbol genealógico tenía su propia historia de triunfo y éxito.

Por el mismo motivo se me enseñó desde pequeño que todo giraba en torno al dinero y las finanzas, que para ser poderoso no bastaba con tener talento, sino que más bien se basaba en saber pensar y tomar decisiones.

Aprendí a calcular fríamente todas las situaciones que se me presentaban. No se me permitió jamás ser ni un poco descuidado.

Fue toda una vida dedicada a lo que mis padres ordenaban y la recompensa de ello no se trataba más que de una buena casa donde vivir, falsas amistades, un lugar entre la gente importante, una "buena reputación" y miles de dólares en mi cuenta bancaria.

A veces me preguntaba si todo aquello valía la pena.

Ahora, por ejemplo. En días como estos que volvía a la enorme mansión donde me crie hasta terminar la universidad.

La casa de mis padres era preciosa, casi un castillo, un sueño que muchas personas no podían siquiera concebir.

Construida sobre un montón de metros cuadrados, la mansión Lee podía divisarse desde lo lejos con todo su bello esplendor.

Y a pesar de que quizá mucha gente deseaba vivir en un lugar como ese, a mí volver me revolvía las tripas. Para mí esa casa no era más que el recuerdo de una vida vacía. Dentro reinaba el silencio y un frío asesino.

Sin embargo, hoy (domingo) tuve que regresar a resolver un asunto de suma importancia que no podía retrasar más.

No le dije a nadie que venía. Si papá y mamá no se daban cuenta de mi presencia, mejor.

Muy temprano por la mañana me levanté, bañé, vestí y arreglé para venir hasta aquí.

Debían ser, tal vez, las nueve y a mí me urgía hablar con Yara antes de que bajara a desayunar.

Así pues, atravesé el enorme jardín hasta llegar a una de las puertas principales y llamar al timbre, sabiendo que mis padres jamás abrirían la puerta por su cuenta.

Así fue, una de las mucamas se asomó levemente y su mirada se iluminó al verme.

—¡Niño, Hae!

Le respondí con una brillante sonrisa aunque la palabra "niño" antes de mi nombre ya no me resultara adecuada.

Extendí mis brazos para invitarla a un abrazo que ella no dudó en darme.

La señora Woon había sido más que una empleada para mí. Ella me cuidó de pequeño un sin fin de veces en las que yo necesité más que nunca a una madre.

Estuvo para mí en las noches de tormenta, días de enfermedad, horas de estrés por proyectos escolares y en, básicamente, todos mis malos momentos.

No es como si la considerara una segunda madre, pero sí una buena y vieja amiga que conocía un montón de aspectos acerca de mi vida.

—Pasa, no te quedes ahí parado —me dijo cuando el abrazo se rompió. Se hizo a un lado y me dio paso a la casa.

Una vez que tuve un pie dentro se sintió como si todo se sacudiera. Eran tantos malos recuerdos que terminaron por marearme y revolverme el estómago.

Aquello que pudimos ser (Eunhae fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora