Capítulo 8: Con los pies sobre la tierra. Parte 2/2

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Narra Heidi

Las horas pasaban tan lento, casi podía escuchar un tictac imaginario en mi cabeza haciéndome perder la razón de mi existencia en este momento, aquí y ahora. Saqué de una de mis maletas mi bolso azul marino y luego del bolso saqué mi teléfono, miré la pantalla del móvil, 3:07PM es lo que dice.

― Aún falta...― Balbuceé y luego suspiré. No guardé de nuevo el bolso, lo dejé sobre mis piernas.

El aeropuerto de pronto me pareció un lugar perfecto para inventar historias sobre todas y cada una de las personas que lo circulaban, tienen sus razones de existir aquí y ahora, como yo. Hay una joven mujer que pareciese ser sacada de una revista de moda, quizás está en un viaje de trabajo el cual consiste en fotografías con los paisajes de este lugar; un sujeto la sigue, quizás es su acosador y está buscando secuestrarla. Por otro lado veo un chico de al menos unos dieciocho años, tiene puestos unos audífonos de diadema y está recargado en un pilar, quizás está escuchando el nuevo éxito de su banda de rock favorita, frente a él, a unos cuantos pasos, hay una chica de quizás diecinueve años, quizás está viendo en su teléfono las tantas interacciones que han conseguido sus últimas fotografías subidas; el chico ha estado viendo sus fotos en las redes sociales de la chica y ahora sin querer se han mirado de frente, creo que se enamorarán. Un anciano a lo lejos tomado de la mano de su esposa, sentados ambos en una cafetería, seguro hablan de sus recuerdos de la infancia y como ella nunca dejó que el entrara a su corazón y luego, por obra del destino, un día la rescató de un incendio en su departamento y entonces así sus miradas lograron esa conexión que los llevó hasta su eterno amor de aquí y ahora. Quizás, quizás y sólo quizás.

Podría pasarme todo el rato creando historias sobre estas personas que no conozco y jamás conoceré, pero siento como mi mente me ruega dejar de dar existencia a las historias de otras personas y dar vida a mi propia historia, unirme a ellos para ser el relato inventado de alguien más. Me levanto de mi lugar casi impulsada por una extraña sensación de sólo caminar, no sé cómo, no sé por qué, pero obedecí a mi instinto de aventurarme entre aquellas historias inventadas de las personas a mi alrededor y ser la historia inventada de alguien más; no sé siquiera hacia dónde estoy caminando ni a quienes estoy observando, siento como si cada cuerpo que pasa junto a mí fuese tan fugaz como aquellos besos inocentes de amor puro que nunca más vuelven a ser. Y de pronto la estrella fugaz colisiona en su nuevo universo de historias sin final; donde quizás la felicidad sea por una eternidad.

De todos los cuerpos fugaces que alcancé a visualizar a mi alrededor mientras caminaba perdida en mi nervioso corazón, tuve que chocar con uno de hermosos ojos. Mi bolso cayó justo entre ambos y mis cosas salieron rodando. Vaya cliché. El chico vestía ropa oscura, eso sólo me hizo pensar en que podría cargar con una inmensa depresión. Me agaché para levantar las cosas y ponerlas de nuevo en mi bolso, él hizo lo mismo. Sí que es un cliché.

― Perdóname, en serio no vi por dónde iba, perdón.― Traté de evitar el contacto visual, me apenó tanto causar este absurdo momento.

― No te preocupes, no tienes razón para disculparte, no fue culpa tuya.― Su voz suave causó tranquilidad a mi alma. Lo miré.

― Eh... tu rostro me es familiar, ¿nos conocemos de antes?

― No estoy seguro de ello, a meno che tu non sia di Firenze.

― What? Is that Italian?

― Eh, sí, lo siento.― Creo que se puso un poco nervioso.

― Descuida, sólo que no sé hablarlo.― Sonreí.― Me llamo Heidi.

― Yo soy Angelo...― Lo noté nervioso de nuevo. Extendió su mano con torpeza para saludarme con apretón de manos.

― Mucho gusto en conocerte, ¿de qué parte de Italia vienes?

A la Sombra del Brillo de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora