Antes de Todo, Parte 4: Ellos son mi sangre

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Pasados los años, aquella joven pareja se veía menos cada vez, una semana se convirtió en dos, dos en cuatro y cuatro en meses... así fue hasta que se sumaron exactamente diez años desde esa noche en la que se besaron con más amor que cualquier otra.

El amor era permanente, tanto que a pesar de que ya llevaban meses sin verse, las estrellas se convirtieron en los testigos de cada "Te amo" que el uno al otro se decían sin siquiera mantenerse cerca, sin tocarse, escucharse o si quiera mirarse.

Él ya no soportaba estar sin verla un minuto más, no le importaba en absoluto lo fatídico que todo ello pudiera llegar a ser, e incluso no le importaba si al intentarlo terminara exánime en totalidad, la vería sí o sí.

Narra Shydes

Me atormentaba cada vez más el no saber absolutamente nada de ella, mi cabeza se convirtió en un baúl lleno de consternación, lo peor es que poco a poco con cada tic tac, este se llenaba más y más al punto del estallido por no poder contener más

Escapé de aquella cueva, crucé la cortina de agua causada por la cascada y pronto me encontré con montones de luciérnagas en todos lados. Salté de roca en roca hasta llegar a tierra libre de ellas y comencé a correr por el boscaje sin prestar atención a todo el paisaje, tanto que las metáforas se estaban yendo de mi cabeza.

La oscuridad del lugar se me hacía eterna, no sabía en qué momento llegaría el amanecer y parecía que estaba cada vez más lejos, como si el tiempo se hiciera largo al mismo tiempo que lento.

Pasó más rápido de lo que creía, apenas terminé de cruzar los árboles de aquel bosque me encontré con los rayos del sol, no me gustaba mucho que digamos la presencia de luz, pero era soportable.

Caminé a paso veloz entre aquel lugar vacío y sin una sola persona, nunca antes había visto ese sitio, jamás me había alejado lo suficiente la cascada como para salir del bosque, siempre he estado oculto entre las sombras, asechando, viviendo y amando.

Observé a lo lejos algo que se asomaba, surgía de la tierra en aquel punto, un árbol, uno en verdad enorme de precioso aspecto, pareciera que este es diferente a aquellos que crecen en el bosque porque posee una peculiaridad muy distinta a aquellos.

Conforme más me acercaba más temía que algo malo ocurriese, vi una silueta por aquel lugar y emocionado pensando que se trataba de mi amada, corrí hasta que alguien me tomó del brazo, giré la vista hacia esa persona y sonreí.

― Tiny, al fin, princesa de mi luz, te extrañé tanto.

― Des, ¿qué haces aquí?― Su voz expresó su confusión y molestia.

― Vine por ti, a buscarte... ¿Acaso está mal que un chico ame a su amada?

― No, no lo está, pero no tienes que venir aquí, te matarán si te ven.

― No me importa si muero, te necesito conmigo, si eso implica la muerte, mi corazón sonreirá hasta mi último aliento, sólo por verte una vez más a mi lado.

Ella me observó con un gesto desanimado por lo que acababa de decir, mi corazón al instante se aceleró causando en mí una implacable angustia que me empezaba a consumir desde adentro.

― Des... hay algo que debes saber.

La miré con tremendo temor, me invadió el pánico de un segundo a otro y sólo con esas palabras que significaban mucho más de lo que decían... Mi corazón no fue el mismo a partir de ese momento, y aún lo sigo lamentando, cada noche que miro a la luna.

Narra Lumitiny

― ¡Eso no es verdad, eso está fuera de la realidad!― Se alteró demasiado justo después de que le di la noticia.― ¿Acaso crees que soy un estúpido? Deja de jugar con esto, ¡dime la verdad!

No sabía cómo calmarlo en ese instante y sabía que aquel dato era algo que le causaría gran descontrol y a pesar de que lo amo decidí ocultarlo para su propio bien.

― Quieras creerlo o no, esa es la verdad... Shydes, lo lamento tanto.

― Es que... yo te amo, y... no puedo creer que todo... que todo esto sea verdad. Mi corazón se rompe con cada gota de verdad pues esta es dolorosa, más que una daga clavada al pecho.

― Des... yo, eh, en verdad l-lo lamento mucho.

Lo veía destrozado, pero sabía que es lo que pasaría, lo sabía después de todo aquello y no había forma de detenerlo, igual seguiría con el plan del destino pues así lo quiso y así lo marcó, quien diría que aquel corazón de dos personas terminaría destrozándose a sí mismo.

― ¡Ya, olvídalo... no tiene caso alguno!― Se notaba muy enfadado y yo solo contenía aquellas ganas que tenía de llorar.

― Shydes, perdóname.

― No te perdonaré Lumitiny, no lo haré.

Se fue sin antes mirar de reojo hacia el árbol, lo hizo con tanta ira dentro de sí que pronto en el cielo se formó una nube que anunciaba tormenta... pero esta antes del anochecer desapareció.

Me quedé llorando una vez me di cuenta de que él se había ido, lo peor es que jamás volvería a verlo... no lo tendría permitido, o al menos eso creo pues la respuesta a esa cuestión no es algo de lo que disponga conocimiento.

La soledad me acompañaba y ahora sólo me quedaba esperar a que la noche llegara y contar los días para marcar el inicio de una nueva era.

Narra Shydes

Conforme los días fueron pasando mi corazón estaba cada vez más destrozado como hierba seca consumida por el fuego. Mi alma se llenó de rencor, mi mente de odio y mis sentimientos de maldad... perdí por completo el quicio de mi sensatez, actuaba por mero impulso, yo ya no era yo, solo un viejo cascarón vacío lleno de desgracia, dolor y perdición.

Noches después de aquella, sediento de venganza decidí ir de nuevo a aquel lugar, me encontraba cegado por el odio y no sabía de qué manera estaba actuando... pero ¿Si algo te gusta debe ser bueno no? Muchos son felices haciendo sufrir a otros y... ¿por qué yo no?

Las estrellas se hicieron testigos del caos causado aquella noche, se hicieron declarantes de cada grito y maldición que se escuchaba, observaron con prudencia cada paso veloz que entre los arboles ocurría, vieron arder cada manzana de aquel árbol tan distinto a los demás, y al final... La luna calló por siempre lo que las estrellas tampoco quisieron contar.

― Ustedes son mi sangre...― Susurré a los chicos que aún se veían destrozados por todo aquello.

Y digan lo que digan... Ellos son mi sangre.

A la Sombra del Brillo de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora