Las flores se encontraban llenas de vida y color: tulipanes, rosas, margaritas; mariposas volaban por aquel prado en montones, también se apreciaban las libélulas posadas sobre las ramas de las hierbas. Varios árboles daban una perfecta vista a ese lugar, hogar de la alegría.
El fastuoso cielo color celeste con sus divinas y blancas nubes de un aspecto similar a las pinceladas en óleo, fue testigo de miles y millones de historias en las que todo era risas y felicidad.
Entre aquellas historias y risas, destacan en especial las de dos pequeños que aparentaban los diez años, tal vez un poco más. Solían nadar en un arroyuelo que se encontraba cerca de un gran manzano, miraban los pececillos que ahí nadaban, comían de los frutos del árbol pues estos eran sus favoritos. Iban a ese prado todos los días sin aburrirse nunca pues siempre había una nueva aventura que disfrutar.
Un día cualquiera hace varios años atrás...
Narra Lett
Me encuentro corriendo entre los pastizales pues él me está persiguiendo, mi prioridad en estos momentos es huir, escapar de sus manos antes de que me logre alcanzar, nunca lo ha logrado, siempre he sido más rápida y escurridiza como las serpientes huyendo del fuego antes de arder en su desesperación.
A lo lejos vi el enorme manzano, estaba cerca de escapar pero tropecé con una roca, las mariposas volaron por el susto que les debía haber dado al desplomarme sobre la fresca hierba. De pronto sentí una mano tirando de mi brazo e inmediatamente quise huir, pero ya no podía, él siempre ha tenido más fuerza que yo.
― Suéltame.― Le pedí con la voz frustrada.
― ¿Y dejar ir esta oportunidad? No lo creo princesa.
― Eso no es justo.― Renegué haciendo un puchero.
― Tal vez el destino quería que las cosas fueran diferentes a partir de hoy.― Enarcó una ceja.
― Una victoria no se compara con millones.― Rodé los ojos e hice una mueca.
― Pero los millones se vienen abajo desde la primer derrota.― Me contradijo.
― Y la primera derrota es un paso al mejor triunfo.― Lo callé.
― Está bien pues... tú ganas.― Me soltó del brazo y me burlé en su cara.
Caminé y él me siguió hasta que llegamos al pequeño arroyuelo, cogí una manzana que se encontraba en el suelo y la limpié con la cristalina agua de aquel riachuelo. Tomé otra y de igual manera la limpié para después pasársela al chico de ojos color verde.
Comimos varios frutos más mientras disfrutábamos el paisaje sentados desde una gruesa rama de aquel manzano sobre el cual hemos pasado tantos momentos juntos. Este es el hogar de todas las risas que él y yo hemos dado, no conocemos un mejor refugio que no sea esta hermosa paradera digna de un eterno existir.
No hay nada mejor que disfrutar de las deliciosas manzanas producidas por el árbol que ha sido madre y padre de nuestros mejores recuerdos, al igual que baúl de los más profundos secretos y guardián de todas y cada una de las lágrimas que de nuestro corazón han caído. Amo este árbol desde que lo conozco, todas y cada una de sus hojas son un sueño para mí, cada fruto es una meta cumplida y cada raíz es la fuerza que tengo para vivir.
Haré lo posible e imposible por defender esta vida de todo aquel que quiera dañarle... porque eso es amor: luchar hasta vencer.
Narra Tian
El celeste eterno estaba tornándose amarillo pues el atardecer estaba llegando, las nubes cada vez se veían más rosadas mientras que el amarillo cambiaba a naranja. Fue entonces cuando bajé del árbol dándole la mano a la chica a mi lado para ayudarle a bajar también. Su vestido blanco llegaba un poco más debajo de sus rodillas, alrededor de su cintura se encontraba un lazo que se anudaba en un moño el cual quedaba por detrás, ambos del mismo color del vestido. En cambio, yo vestía un pantalón negro y una camisa del mismo color la cual estaba desabotonada del cuello.
Dimos unos pocos pasos hasta llegar al riachuelo, subí mis pantalones un poco pues esta llegaba un poco debajo de mis rodillas, jugamos un rato hasta que estábamos salpicados, pero no lo suficiente para atrapar un resfriado.
Llegó la noche, las estrellas se admiraban con un esplendoroso brillo, todas titilantes en aquel profundo cielo de tonalidad oscura. Nos acostamos en el césped bajo el manzano donde teníamos una maravillosa vista del firmamento. Buscamos constelaciones, hablábamos de cualquier cosa, inventábamos pequeñas historias mientras observábamos y con cada estrella fugaz mis ojos se cerraban para después murmurar un deseo en los adentros de mi mente al igual que lo hacía mi acompañante de todos los días y noches.
La luna se mostraba tan fina y delgada como las hermosas uñas de una encantadora damisela. La noche estaba silenciosa a excepción del canto de los grillos que se podía escuchar como parte del ambiente de aquella maravillosa escena.
Giré un poco mi cuello para poder mirar el rostro de aquella chica, entreabrí mis labios después de pensar lo que iba a decir.
― Sólo nos queda una noche.― Murmuré con un tono pacífico.
― Se ha terminado tan pronto.― Su voz mostraba su tranquilidad.
― No hay nada que se pueda hacer.
― Sí, si lo hay.― Sonaba demasiado segura.
― La única opción es aceptarlo.
― Pero yo no quiero aceptarlo.― Se exaltó y alzó un poco la voz.― Tian, no estoy lista.― Se mostró nostálgica.
― Yo tampoco lo estoy..., Lett.― Hablé un poco frustrado.― Pero es nuestro destino, es para lo que nacimos y no podemos cambiarlo.
Se creó un abrumador silencio de repente y la temperatura del lugar se sentía fría por la dominante noche que nos cubría con su manto oscuro estampado de estrellas.
― No puedes rendirte tan fácil.― Replicó seria.
― ¿Y por qué no debería?― Pregunté pensando que no respondería.
― Porque estás lanzando la bandera blanca antes de llegar a la guerra.― Contestó astutamente.
Se levantó del césped haciendo que el silencio penetrara más el ambiente a nuestro alrededor. Se cruzó de brazos se paró frente al manzano dando la espalda al paisaje así que me levanté y lento caminé hasta ella.
― Si luchamos será peor después.― Le dije tratando de tranquilizarla.
― No estoy lista.
En su mirada noto todos aquellos sentimientos puros que salen a cristalizar sus ojos. Lágrimas se llaman.
― Tenemos que hacerlo.
― Tú tampoco lo quieres, lo noto en cada una de tus palabras.
― Me he limitado a aceptar la realidad.
― La realidad es un simple espejismo que se encarga de ilusionar de manera diferente a cada ser vivo.
― Lett... no debes tener miedo.― Acaricie uno de los mechones de su cabello. Se apartó.
― No quiero volar.― Comenzó a sollozar y a derramar aquellas lágrimas que antes había notado cristalizar sus ojos.
― Volaremos juntos.― La abracé y dejé que sus lágrimas empaparan mi hombro.
Aun perdiéndolo todo habremos ganado la batalla, porque sé que estarás a mi lado y jamás dejaré de protegerte.
― Te quiero, princesa...
ESTÁS LEYENDO
A la Sombra del Brillo de Luna
Mystery / ThrillerEntre las sombras de los árboles bajo la luz de la luna y los rayos del sol, puedes encontrarte con un fantástico pueblo, este lugar será testigo de la aventura de diez jóvenes; ellos son como cualquier adolescente, tienen problemas tanto personales...