Capítulo 12: ¡Esto es San Francisco!

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Narra Valentine

La noche, hace algunas horas, ya se había apoderado de todo a nuestro alrededor, como un rey se apodera de las almas de sus inocentes súbditos. El frío aumenta de a poco en poco desde aquel momento en que la oscuridad comenzó a reinar, aunque no es en realidad algo que me moleste. Las estrellas no podrían lucir más deslumbrantes de lo que se ven ahora, me hicieron recordar a aquellos preciosos ojos que alguna vez me tuvieron cautivado..., no sé si aún los extraño. Lo curioso de este cielo sobre nosotros es que raramente he podido notar nubes, me hace pensar que durante muchos días permanecerá este lindo abrigo de frío y estrellas durante las noches. Me encanta.

Todo en este lugar es lindo, a decir verdad; es justo lo que necesitaba para poderme olvidar. Un nuevo campo de flores y estrellas en el cual jamás me pudiese podrir, no otra vez. Y es que de verdad hay muchas flores y árboles por aquí, de tantos colores y tamaños; no soy fanático de la jardinería o un aficionado de las flores, pero podría decir que tan sólo ver todas las que hay aquí me hacen sentir que las deseo con mi alma. Flores y flores, cientos de flores. ¿Cuál era el aroma de su perfume? Oh, cierto, sólo ella y nada más.

Nunca se me ha complicado observar los pequeños detalles entre la oscuridad, es algo así como una especie de don, una habilidad muy mía. Y menos se me dificulta cuando la luna llena ilumina con todo su esplendor, es como si las sombras se extinguieran para siempre con el glorioso canto de la divina reina de la eterna noche. Un canto que no se escucha, pero que sí se ve. Y hablando de ella, noto ahora que ni siquiera esta presente en su recurrente punto. Es extraño. Antes de que ocurriera aquel trágico accidente podría jurar mil veces y una más que la bella luna se veía tan tenue y traslucida debido a que todavía no caía el sol en su siempre acostumbrado y profundo sueño. ¿Quién les robó la luna a las estrellas y permitió que las sombras reinaran sobre de mí?

Kira es como aquella luna, no puedo permitirme que alguien me robe la oportunidad de tener a una persona en quien pueda confiar plenamente hasta incluso a ciegas. Me devastaría, lo cual me hace sentir extrañado. ¿Por qué anhelo tanto su cariño? Será difícil aceptar que debemos tomar caminos diferentes una vez terminemos con esta aventura. Pero no todo puede quedarse así nada más bajo la sombra del brillo de la luna, porque tarde o temprano esa sombra se extinguirá y de nuevo todo volverá a brillar. Quiero forzarme a ver que esta es una oportunidad de que Kira y yo podemos ser confidentes el uno del otro, deseo obligarme a creer que podemos ser más que dos almas coincidentes en un enorme universo de infinitas posibilidades, que podemos ser un corazón en todos nuestros futuros latidos.

― ¿En qué piensas?― Preguntó ella.

― En cosas lindas.― Respondí a quien pensaba.

Luego de sonreír aceleré el paso, me acoplé al grupo y Kira me sigue el ritmo. La caminata que hacemos es un recorrido que al parecer forma parte de la tradición de bienvenida. Nuestras cosas se quedaron bien acomodadas junto a un pequeño árbol en la plaza, según Elizabeth ahí estarán muy seguras y luego, al terminar el recorrido, podremos pasar por ellas. Mientras debo caminar y pensar.

Este parece ser un pueblo fantasma, al menos quizás solo de noche, todo se ve tan tétrico y olvidado, pero a como me acerco más hacia todo, puedo notar lo maravillosas que son las casas. Humildes y coloridas. Si este fuese un pueblo fantasma, se llamaría muy seguramente Ilaytown.

El camino que tomamos para ir hasta lo que parecen ser los confines del pueblo es recto, la misma dirección y avenida por la cuál llegamos. Me es imposible no admirar cada detalle de las casas y las cosas curiosas que hay por aquí, me pierdo tan fácilmente en esta noche, traigo los pensamientos hechos una bomba, una llena de emociones positivas. Entre mis pensamientos y mi mirada perdida logro ver algo que se mueve entre los arbustos de una residencia. Me concentro en ello, noto una pequeña sombra saltar hacia uno de los pasillos traseros de esa casa con paredes de ladrillo. Es entonces en este momento que agradezco a Dios mi maravillosa visión nocturna, entonces me doy cuenta de lo que es..., un gato. Un gato negro que pareciese asecharnos pues veo como asoma la mitad de su rostro por el borde de la pared de ladrillos, y nos ve, me ve, se escondió. Sus ojos son de un color peculiar. Un amarillo tan pálido que se notaba blanco. Sí, así es, puedo distinguir bien los colores en la oscuridad, eso sólo si me concentro lo suficiente.

A la Sombra del Brillo de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora