Capítulo 41.

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El dolor aumenta cuando me hecha agua oxigenada para desinfectar la herida. Con un gruñido muerdo el trapo con fuerza.

—Tranquila, no te oirán gritar. Recuerda que las habitaciones están insonorizadas —me dice Filippa con media sonrisa tensa.

Asiento conforme.

—Voy a empezar... —musita el médico examinán-
dome antes, y poniéndose los guantes de látex a la vez.

Coge una aguja e hilo y comienza a coser mi herida. Un agudo dolor e insoportable se apodera de mi y grito a todo pulmón.

Los guardias me sujetan, pero les cuesta trabajo.

—¡Idiota! ¡Sujétala más fuerte! —le ordena uno de ellos a otro.

Nunca he recibido tanto dolor como hoy, ni si quiera en el accidente, aunque con lo del barco, fue la adredalina lo que me mantuvo firme, eso y que las vidas de Sam y mía, estaban en peligro.

Chillo desesperada, quiero que esto acabe ya.

—¡Sabrina aguanta! ¡Ya casi está terminando! ¡No queda nada! —me alienta Filippa.

En el último tirón, vuelvo a gritar hasta acabar agotada y sudorosa.

Rodrigo me quita el trapo y me ayuda a incorporarme.

—Un último esfuerzo, traga esto, es para el dolor. Si te lo hubiera dado antes, no habría servido de nada —me dice cuando lo miro con reproche.

Trago la pastilla, bebo de la botella de agua con su ayuda, y caigo inconsciente segundos después.

                                        🔥🔥🔥

Oigo murmuros, pero no logro descifrar a quiénes pertenecen. Noto calidez en mi cuerpo e intento despertar, pero estoy en un pozo oscuro sin salida; un enorme cansancio impide que me levante.

—Sabrina...

Esa voz... la escucho y me tranquiliza.

—Despertará, pero todavía tiene que recomponerse.

—¿Cuándo despertará?

—No lo sé.

Son Hunter y Dimitri discutiendo con el médico.

—¿Qué clase de médico es?

—Cada persona es un mundo y reaccionará cuando su cuerpo lo pida. Os pido que os calméis, no quiero que vuestro estrés haga mella en ella, ¿Queda claro? Dejad que haga mi trabajo.

Comienzo a percibir una tenue luz, camino hacia ella al escuchar las voces de Dimitri y Hunter. Los puedo sentir, los siento a mi lado.

Quiero gritar, pero no puedo.

Esa luz cada vez se vuelve más intensa, hasta que me ciega de tal manera, que tengo que cerrar los ojos.

Parpadeo y los vuelvo ha abrir.

—¡Está despertando! ¡Avisad al médico! ¿Sabrina?

—¡Sabrina!

Cuando la intensidad de la luz baja, empiezo a ver todo más claro y menos borroso. Estoy en una habitación, en la misma donde me cosieron la herida.









SEXO INCONTROLABLE (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora