—Ante el cargo por formar parte de las filas de los Decepticons.
»Ante el cargo por huir de la ley de centenares de mundos.
»Ante el cargo por torturar a miles de seres vivos.
»Ante todos estos cargos, ¿cómo se declara?
El cuarto era oscuro. Solo una cónica luz blanca en el centro de la habitación iluminaba a la acusada para que pueda ser confirmada su presencia y sus características. Del lado de los jueces, solo los residuos de aquella luz llegaban a iluminar la parte alta de sus cabezas en esos altos pódiums, escondiendo en un siniestro negro esos rostros verdugos que algún acusado podría tomar venganza en un futuro si fueran vistos.
—Culpable de todos —contestó la acusada con firmeza.
—¿Le gustaría decir algo en su defensa, antes de dictar su sentencia? —preguntó el primero de los jueces que conformaba el tribunal de justicia.
La acusada sonrió con sinceridad y melancolía. —El amor lo puede todo.
—Bien —continuó el segundo juez—. Decidimos que la acusada Red Widow sea despojada de todos sus rangos como capitana de la nave Carcer y sea condenada a cadena perpetua.
Los tres jueces golpearon sus martillos de autoridad al mismo tiempo y el mismo ritmo rebotó en un continuo eco dentro del procesador de Red Widow, dejando sordo el futuro de la fugitiva.
—A ver si el amor la libera en esta nueva era —burló el tercero de los jueces para ellos mismos.
Dos guardias se pararon detrás de la mercenaria, uno en cada lado. Ella se levantó de esa silla ubicada en el centro de la habitación y con las manos esposadas hacia atrás, los guardias la escoltaron hacia su nuevo destino. Por todas partes aparecían indicaciones de que esa prisión era imposible de escapar. Garrius-9, donde extraían la spark de tu cuerpo y las encapsulaban en pequeñas cajas fuertes transparentes que lo único que te diferencia de los demás criminales es una pequeña etiqueta con tu nombre.
La encerraron en la celda donde estaría custodiado su cuerpo, les soltaron las esposas de atrás y los dos guardias agarraron cada uno un brazo. Le estiraron las manos y le sujetaron las muñecas con dos esposas gigantes. Le abrieron las piernas y le amarraron los tobillos con otras dos esposas gigantes. En esa posición de estrella, el mayor guardia de la prisión, Fortress Maximus, a lado de su querida acompañante, le observaban y le escaneaban cada movimiento a través de una pequeña cámara central en la habitación por si querría escapar.
Los dos guardias revisaron las esposas. Acto seguido, giraron hacia la cámara y asintieron, dándole la señal a Fortress de que ya puede comenzar la extracción.
—Permiso para extraerla, Fortress —preguntó la acompañante.
—Permiso concedido, Saeta —contesto Fortress Maximus.
Saeta sujetó con fuerza la palanca, pero dudaba en bajarlo. Era su deber al ayudar a Fortress en esa prisión pero el temblor que se producía en su mano por la relación que tuvo con la antes llamada capitana Skyla le impedían ver a la torturadora Red Widow. ¿Cómo? ¿Cómo aquella angelical capitana que consideraba el amor como religión terminó aquí? Que siempre sonreía y ayudaba al necesitado, ahora será vaciada a unos cubos y olvidada como si nunca hubiera existido.
Skyla fue reindivicada y estable en teoría, gracias a sus meses de amarre en la Tierra por Knock Out en aquella vieja Némesis. Pero la verdad es que está totalmente fuera de control. Por eso se encuentra en la situación en la que está, gracias a sus demonios personales y severos traumas psicológicos que la hacen una transformer demasiado peligrosa para dejarla libre. SIn embargo ella no se considera así, al igual que todos los criminales, al igual que todo ser consciente en el mundo, siempre tendrán la idea de que es correcto lo que están haciendo, porque en sus juntas craneales están los porqués y los cuándos. Ante la vista de Red Widow, lo que ella le hizo a Starscream tan solo fue equitativo, una vida por una vida. O como dice el dicho, un óptico por un óptico.
Saeta simplemente no pudo, se levantó del asiento y se abrazó los codos. —No puedo, Fortress. Lo lamento. —Ella caminó alejándose de la silla que controlaba el mando principal.
—Tranquila, yo lo hago —contestó él.
Saeta estaba a punto de retirarse de la sala de controles. Entonces Red Widow subió la mirada hacia la cámara, como si pudiera verla a través de la pantalla. —¿Acaso no puedes, Saeta? —soltó Red Widow su primera palabra en todo el recorrido. Saeta, Fortress Maximus, los dos guardias. Todos voltearon a verla. Ella no había dicho ni una sola palabra desde su agarre a menos que le hicieran preguntas. La mercenaria mantenía su semblante serio e inexpresivo, los ópticos opacos y la voz suave, como si estuviera alejada, como si no tuviera ni una pizca de sentimientos—. El amor te ha hecho débil. ¿No que eras buena acatando órdenes cuando servíamos a Megatron?
Saeta volteó a ver la pantalla que emitía el rostro de Red Widow en grande, regresó con impotencia a la mesa de control y presionó con fuerza el botón que activaba el micrófono. —Eso fue hace milenios. Ahora todos hemos cambiado. ¡Hasta el mismo Megatron cambió!
—Oh, lo sé. Todos lo hemos hecho —avisó Red Widow con tristeza.
—Esto no tenía que terminar así para ti, Skyla —continuó Saeta—. Pudiste retomar el puesto como capitana de la Carcer antes de que Elita-1 lo hiciera.
—Lastima que ya no soy Skyla, ¿no lo crees?
—No, no lo eres —contestó Saeta tomando la palanca con pesar y bajándolo lentamente.
Red Widow bajó la cabeza. Su gran sombrero ocultó su rostro de la cámara lo que fuera a decir —Al igual que Megatron ya no es Decepticon y buscará el perdón de todos con tal de limpiar su consciencia.
Susurró tan bajo que ni los dos guardias que seguían ahí la escucharon, así como nadie vió esa sonrisa triunfal de que solo fuera cuestión de tiempo de que fuera liberada. Aún así, ese era el comienzo de su inconsciente encierro, porque fue lo último que dijo antes de que soltara un escalofriante grito de agonía por la succión de su spark al cubo.
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Sirviente Azulado
FanfictionDECEPTICON'S LOVE #2 ________________________ Él, su honrado caballero de brillante armadura. Ella, su conquistadora capitana del amor. Lástima que su amor por él no pudo salvarlo de su honor.