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NATALIE
Algo falla en esa idea. ¿En verdad el hacker pudo haber estado trabajando para Kaneki?Y es que Samurai me ofreció antes asociarme a él, lo cual tendría sentido... de no ser que en aquel entonces, el propósito de mi viejo amigo virtual era destruir la empresa que Kaneki pretende que yo proteja. ¿Pudo haber sido verdaderamente aquel viejo usuario de "ohmycat" con quien hablé mientras ingresé por primera vez a la web porno de los socios? ¿Por qué Samurai y Babe me ayudaron a sacarlo de ahí? ¿Pudo haber sido ese un primer contacto entre Samurai y Kaneki que precipitó que el segundo contratase al primero?
Mi cabeza está al borde de ser una bomba de tiempo.
Supuestamente, el motivo por el que Samurai me estuvo persiguiendo una vez que entré en Dirty, era para ayudarlo a descubrir y destruir Dirty; desembocando en apuntar a Nick Jefferson como la mente maestra de todo un plan que era en verdad honorífico, pero que cayó en las manos equivocadas y resultó completamente pervertido.
Un plan que implica pensar la esclavitud en su costado más vil. No como los modos actuales de explotar personas: por ejemplo, empresarios que exigen cantidad de horas inhumanas a su personal con descansos no remunerados y con la amenaza constante de que puedes quedar sin trabajo en cualquier momento.
Si algo aprendí de las ocasiones en que mi padre quedó sin trabajo, es que no importa si haces diez cosas bien: si tan solo hiciste una mal, quedas en la calle y lo peor de todo es que no resultas imprescindible, ya que tienes otras cien personas detrás desesperadas esperando por tu lugar. Personas descartables, objeto desechable.
Dirty es el mundo pensado para el mañana.
La ciencia me resulta fascinante y así lo viene siendo desde hace mucho tiempo, no obstante, sus cruces con la tecnología han implicado ese coctel difícil de resistir a mi ansia de saber. El punto exacto en que la ciencia ficción puede convertirse en ciencia fáctica.
Cosa que Kaneki ha logrado.
Consiguió hacer realidad un mundo que Nick ideó y él generó en su versión más retorcida: la ciencia inventando vida al servicio de la tecnología. ¿Se puede pensar la dignidad en estos casos? ¿O es demasiado obsoleto atribuir "valores" en intervenciones tan salvajes de parte de la tecnomedicina?
Cuidado con ser moderno. Podría resultar aún peor que ser un nostálgico empedernido: en el intento por ir a la altura de la época, corres el riesgo de ir siempre un paso por detrás.
—Eres magníficamente aterradora.
El comentario de Kaneki me espabila, consiguiendo traerme bruscamente a la realidad. Permanecemos de pie a orillas de la improvisada calle principal que recorre toda la isla.
Se supone que esperamos la llegada de su socia.
—No entiendo cómo es que aún no aceptaste una suite del hotel—se lamenta, como si fuese tentadora su propuesta.
De hecho, lo es. Considerando que estoy sudada, golpeada y sumamente adolorida, luego de haberme pasado horas atada o encadenada. Pero lo que no logro limpiar es mi conciencia con la imagen de Nick recibiendo un disparo y dejando que su cuerpo caiga al agua como si no fuese una persona...la escena no deja de repetirse una y otra y otra vez.
Un suite de hotel sería una idea mucho más atractiva si estuviese de vacaciones y no secuestrada en una isla sin registrar en algún sistema informático.
—¿Cómo sé que luego no vas a arrojarme por la ventana o no enviarás a violarme si acepto tu engañosa propuesta?—mi voz suena impasible, sin atisbo de conmoción evidente.
Se genera en Kaneki una irónica expresión de alegría ante mi respuesta. No debería haberlo hecho, pero ya es desenvainado la espada.
—¿Te crees que no lo habría hecho ya?
—Tus planes son más perversos de lo que me imagino. No vas a poder sorprenderme.
—¿Acaso me desafías?
—¿Acaso deberías sentirte desafiado por mí?
—Eres la hacker que ha burlado un sofisticado sistema informático sin ser descubierta durante mucho tiempo.
—Preferiría que dejes de utilizar ese término conmigo. Tengo un nombre, no soy un proyecto más de tu carpeta.
—Eres brava y eso te convierte en una verdadera belleza.
Sus palabras me generan un leve retortijón de estómago.
Acto seguido, percibo desde el lado contrario a la meseta que rodea la montaña, una camioneta recortándose en el meridiano del cielo y el mar. Se trata de una Toyota inmensa, negra y con vidrios polarizados como las que suelen aparecer en las películas donde el presidente es atacado por un grupo de mafiosos.
Lo asombroso es otra cosa: en lugar de un montón de matones, una vez que la movilidad se detiene frente a nosotros, sale del lugar de conductor una chica. Pienso al principio que podría tratarse del chofer, una mujer chofer, pero no hay nadie más en la camioneta. O eso parece.
La chica se acerca a nosotros. Capto que es alta, tiene el cabello cortado casi en regla y distingo rápidamente que en verdad se trata de una peluca roja, casi rozando el color bordó. Trae gafas oscuras, un vestido ceñido al cuerpo de satén, color negro brillante, cuyo largo apenas cubre sus muslos, aunque tapando su cuello hasta la base. También tiene unos guantes negros aparentemente de látex y sus labios están pintados de un impresionante color rojo.
Su rostro anguloso y su altura me dan la pauta de que no se trata de alguien común y corriente, tampoco su manera de andar, ¿sería un robot? Imposible. La chica se acerca y parece ser una cuasi diva, aunque en una versión un tanto...¿informatizada? Parece un personaje arrebatado de una novela de ciencia ficción.
—Qué placer volver a verte—le dice Kaneki a la recién llegada, acercándose a su lateral y besando su mejilla con confianza. Ella sólo emite una sobria risita, sin corresponder al gesto.
Acto seguido la chica se vuelve a mí y mi acompañante nos presenta:
—Preciosa, aquí tengo lo que tanto queríamos. Ya te he hablado sobre ella.
La mujer no responde. Sólo se queda atónita con una extraña media sonrisa clavada en su rostro de marfil.
Avanza muy lentamente hasta mí y hace descender sus gafas para luego quitárselas. Noto en el movimiento, sus inmensos ojos de un tono que ronda el naranja y el amarillo, como si estuvieran encendidos.
—Natalie—dice Kaneki—, te presento a mi socia del Proyecto CUERPOS. Su nombre es Magda.
Mi cabeza trata de barajar todos los nombres y cálculos posibles dentro de mi inventario a fin de rastrear si le conozco o poseo algo de información sobre ella, aunque no logro hacer cuadrar nada. ¿Quién carajos eres?
No obstante, la chica avanza quitándose uno de los guantes y extendiendo su mano hacia mí, cuando habla por fin con su voz aguda y definida:
—No puedo creerlo...ya te tengo aquí, Natalie. No sabes lo que me costó cumplir mi promesa.
—¿Tu...promesa?—pregunto con indignación. Ni siquiera la conozco. Y me niego a estrechar su mano.
—Así es, Pastelito—resignada, vuelve su mano al guante—. Pediste que te muestre el lugar y a cambio, juraste que serías como yo.
"Que serías como yo".
Como ella.
¿Cómo es ella...?
Ay, no...
SAN-TI-SI-MA-MIER-DA.
¿Creía que no iba a poder sorprenderme? Pues me equivocaba. Las palabras escapan de mi boca mucho antes de que la pueda controlar, tomando forma cada detalle...
—Tú si...eres...Samurai.