SOPHIA
Ken camina delante de mí.
Se quita la bata del hospital y la deja sobre un perchero, antes de subir las escaleras.
—¿Dónde vamos?—le pregunto, aferrándome a la poca seguridad que me resta. Observo que se ha quedado en camisa y corbata, cosa que no colabora mucho con mi cordura, ver su cuerpo fabuloso como si fuese tallado en mármol, vestido con prendas de vestir, es precisamente la manera de hacerme sentir débil, de carne.
No es que no lo vea de esa manera seguido en el hospital, la diferencia es que ahora se va a quitar todo...o al menos, eso es lo que me sugiere la situación. Mi cabeza idea un montón de maneras en que lo podría tener dentro de sólo unos instantes.
—Aceptaste conocerme un poco mejor—asimila él, observando por detrás de un hombro.
Se queda de pie, esperando mi consentimiento.
Yo me lo pienso y debo tragar saliva para descomprimir un poco la presión que siento en el pecho.
—S...sí—murmuro.
Él se vuelve y sigue subiendo las escaleras. Yo miro hacia atrás en busca de Anabel, como si fuese la única persona segura que tengo ahora mismo.
Pero no está.
Sus palabras resuenan en mi cabeza y queda insistiendo en mí la advertencia de que sólo avanzará si es con mi acuerdo.
¿Cómo prestar acuerdo para algo que desconoces?
NATALIE
Mi cabeza intenta atar cabos en milésimas de segundo. ¿Puede que él sea...?
No, no, no, eso escapa absolutamente de mis cálculos, es imposible que no haya sospechado siquiera de Kaneki, alguna pista que me conduzca a él debería haber encontrado, está completamente fuera de lugar esa opción.
—¿Cómo mierda me llamaste?—le reclamo.
—Natalie, preciosa...—él se acerca un poco más sobre la mesa y me evalúa con sus ojos que analizan todo minuciosamente—, es una pena que creas que no nos conocíamos de antes.
—No...entiendo...a qué te refieres.
—¡Pero si fui yo quien te apodó de esa manera tan simpática! "Pastelito". Dime si no sugiere poder saborearte.
¿Qué? Quienes me apodaron de esa manera fueron Babe y Samurai cuando creía que éramos un equipo. Todo debido a que mi seudónimo para entrar a la web profunda se puede traducir como "Pastel de Chocolate". Fue un asunto de azar, no tenía intención de que me llamaran de ese modo.
—¿Tú...eres...Samurai?—mi voz sale con una pregunta absurda, por dos motivos: de serlo, tendría todos los motivos para reconocerlo o para decirme que sí cuando puede no ser verdad; por otro lado, ya sé que no puedo fiarme de cualquier respuesta que le reclame. Menos siendo una tan delicada.
Kaneki pestañea y frunce el entrecejo, pareciendo haberse quedado un poco absorto por mi pregunta.
—¿A qué te refieres? Que yo sepa, soy Kaneki—suelta una risita estúpida de suficiencia.
—Claro que no. Tu eres demasiado imbécil como para mostrarte de la manera que lo haces ahora.
Mi insulto hace que se paralice su risa y se levanta para acercarse a mí.
Acerca su rostro al mío, demasiado. Intento retroceder, pero mi cabeza se afirma contra el alto respaldar del sillón donde estoy encadenada, con serias dificultades para no tener que tragarme su asquerosa respiración.