Un golpe, seguido de otro golpe, otro golpe más, un empujón, seguido de un patada.
Su cerebro estaba procesándolo todo el cámara lenta y hasta estaba midiendo cuánto dolor le estaban causando los golpes lo que en realidad no era mucho pero ya su cuerpo se estaba cansando de estar siendo maltratado durante tanto tiempo.
Un patada directa a sus costillas, el dolor fue un 7.
Jalones en su cabello tan fuerte que lograron arrancar un poco, tal vez dolió un 7.5.
Puñetazos en su cara, esos dolieron un 9.
Su labio roto le ardía, su cara palpitaba y sus brazos deberían estar llenos de colores rojizos que pronto pasarían a ser manchas verdes, violetas o quién sabe, inclusive negro. En total, del 1 al 10, el dolor era un 20.
Todo por algo realmente estúpido.
-¿Por qué no dices nada, fenómeno? ¿No estamos golpeando lo suficientemente fuerte?- el chiquillo que había empezado todo aquello le sonrió
-Ni siquiera se está quejando, ni llorando- se quejó otro chico
-Ah, pero ésta si llora un montón- anunció una de las chicas que estaban con ellos, dándole el mismo trato violento que le estaban dando a ella a otra chica en apariencia mucho más frágil, su cuerpecito era muy delgado y su piel pálida era casi translúcida, su largo cabello castaño estaba hecho un asco, sucio, mojado haciéndolo lucir casi negro y las lágrimas no dejaban de caer de su rostro.
No pudo hacer otra cosa que sentir impotencia. Aquella chica no se merecía eso y en serio le estaba costando entender el por qué del comportamiento de estos chicos. Lo sabía, sus padres siempre le habían dicho que a veces los niños por muy niños que fueran podían ser crueles y por lo mismo hicieron lo mejor posible para que no fuera como ellos. Y tal vez porque no era como ellos, porque tenía un pensamiento y comportamiento diferente era que estaban haciéndole aquello. Golpeándola como si quisieran matarla.
Que crueles podían ser.
El chiquillo que encabezaba el pleito se acercó a su rostro y le sonrió para luego tomar su cabello bruscamente para acercarla a su rostro.
-¿Te estamos pegando muy suave? ¿Por qué no lloras, fenómeno?- le escupió sin dejar de lado su sonrisa
No respondió y eso pareció enfurecerlo más.
-Habla- amenazó y jaló su cabello causándole que esa zona ardiera pero lo único que hizo para demostrarlo fue una mueca en el rostro
-Jace, creo que ya es suficiente- trató de calmarlo uno de los chicos que se mantenían al margen, si bien no estaba envuelto directamente tampoco estaba haciendo nada para ayudarlas y como él habían muchos, que quizá no estaban de acuerdo pero no decían nada por miedo a que les pasara lo mismo.
-Si apenas estoy empezando- sonrió el chico
-Jace, no creo que...
-¡Maldición, Michael! ¿Acaso estás del lado de las fenómenos estas? ¿O las defiendes porque eres igual que ellas?- Jace por fin se alejó de la pelinegra para acercarse a su supuesto amigo y escupirle en la cara un: -Un marica-
La mirada en la cara de Michael se endureció un poco
-Te estoy tratando de salvar idiota. ¿A quién crees que culparan de todo esto?- su leve pelea hizo que los que seguían golpeando a la otra chica pararan para escuchar atentos -¿O crees que ellas no dirán nada?-
-No dirán nada- aseguró Jace, miró a la chiquilla castaña -¿Tu dirás algo Alana?- preguntó suave, la mencionada solo negó varias veces, aterrorizada -Buena chica- Jace volvió acercarse a la pelinegra, su cara quedando a centímetros de la otra -¿Que hay de ti, dirás...?- se cortó así mismo mientras se apartaba con la cara contorsionada en asco pues la chica hizo algo que nadie se esperaba
