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—¡Aitana!— exclamó.

Se pasó todo el fin de semana pensando en lo que había hecho. No podía hablar con ella en clase, así que ahora, que se tenían que quedar en el pasillo porque estaba lloviendo, era el momento idóneo.

Llegó a la morena, que estaba sola, abriéndose paso entre la gente.

—Aitana, tenemos que hablar.

Rodó los ojos.

—Otra persona no, por favor.

—Creo que lo que has hecho es bastante grave como para que pretendas que no hablemos.

—¿Te está molestando la dientes?— Sam y su grupillo apareció de repente.

Nerea los miró. No se iba a achantar frente a ellos, no después de haber descubierto la clase de personas que eran. Aitana se fue a él.

—Vete. No es nada.

—Pues yo veo que la enana esta está muy pesada— siguió Raoul.

La gente empezó a juntarse alrededor. Nerea tenía a todos mirándola. No sabía que hacer.

—Que os vayáis, chicos— intentó empujar a Sam, pero no pudo. Él avanzó hacia la chica rubia.

—Yo creo que estás molestando a mi novia— Nerea bufó—. Anda, te pareces más a los de tu especie.

—Qué pena que a ti te falte la colita rizada.

A todos les tomó por sorpresa que dijese eso. Todo el mundo se apegotonó más, alejando a Aitana del corillo y dejándola sola tras filas de gente.

—¿Qué me has dicho?— la encaró. Nerea tragó—. No te veo ya tan valiente.

Amaia empezó a dar palmas y, junto a Raoul, a animar a los espectadores a que hicierna lo mismo. Aitana estaba al final de la gente, sin ver nada y apenas escuchaba, saltando a ver si conseguía captar algo. Tenía mucho miedo y no había ningún profesor cerca.

Sam avanzó más hacia Nerea. La agarró por las muñecas, haciéndole mucho daño, y se las puso en la parte de atrás de la espalda, impidiéndole hacer nada.

Se pegó mucho más a ella. Era bastante intimidante, sobretodo porque le sacaba más de una cabeza. Estaba perdida.

O no.

Nerea tenía cerebro, cosa que Sam no. No paraba de buscar la manera de escapar, ya que no podía mover ninguno de los brazos. El chico estaba apretando su frente también muy fuerte contra la suya. Cómo se nota que no tiene nada que perder de valor ahí dentro, pensó.

Encontró la manera cuando empezó a retorcerle las muñecas. Tenía que aprovechar su poca estatura. Se mentalizó y contó hasta tres.

Uno...

Dos...

Tres.

La patada que confirió en sus partes débiles lo hizo soltarla del tirón y caerse al suelo.

Dolió, pero no tanto como las tres siguientes que le dio. Nadie hizo nada, porque no se esperaban que Nerea hiciese eso.

No le dio más de tres porque justo una profesora apareció y mandó a Raoul a que cogiera a la rubia y la parara. El chico lo hizo, ganándose unas cuantas pataletas de la rubia.

Aitana consiguió llegar por fin a la escena. Se quedó inmóvil, al igual que el resto de curiosos. ¿Qué había pasado?

...

Mujer Contra Mujer | ifridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora