ONCE

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BELEN

Me sentía mal, pese a cualquier cosa, yo me sentía responsable de esta situación.

Y es porque lo era.

Yo lo había obligado a traerme a este lugar, y no tenía ningún derecho.

Porque me ganó el arrebato de pendeja y lo orille a incluirme en una situación familiar cómo está; y la verdad es que yo no tenía ni pico idea qué hacía aquí.

Y me quería ir, juro que quería desaparecer.

El Lucas se encontraba como a diez metros de distancia, y cada vez que su mirada chocaba con la de su (quien yo supongo) su hermana mayor, tiraba chuchas al aire.

—¿Te sientes bien? -el Diego se acercó a mi lado mientras me miraba preocupado y colocaba el dorso de su mano sobre mi frente para ver si es que tenía fiebre, aparentemente-.

—No, yo no debí presionarte pa' esto. -baje la mirada al suelo, con ganas de irme- ¿Era necesario traer al Lucas? Se nota que no quiere estar acá.

El se sentó al lado mío y tiro un suspiro al aire antes de contestarme pa' intentar calmarme.

—Por estupido que suene el vino porque quiso, tuvo la opción de quedarse en la casa pero es más divertido hacerse del rogar creo -respondió mientras veía a los niños jugando con su mamá-.

—Lo siento -murmure-.

El se acomodó a mirarme con una ligera sonrisa burlesca a cagar, disfrutando de mi arrepentimiento.

—Jajaja -soltó antes de pasar su brazo a mi espalda y dejar su mano agarrada a mi cintura, la huea rica- Tarde o temprano te ibas a enterar, a mi no afecta, solo que tenia la presión de este día culiao sabiendo que ellos querrían verla y tu por otra parte queriendo saber la historia completa, lo cual es justo.

—¿En qué sentido? -me removí en mi asiento con una sensación que no me gustaba en la garganta-.

El Diego me miró atentamente antes de responder, como queriendo entender mi reacción o porque pregunté de esa manera.

—Si vamos a formar parte de la vida del otro, supongo que es normal tener preguntas y esperar respuestas.

Dijo las palabras.

Dijo las palabras.

Pesca tus hueas y vámonos -decía mi cabeza-

Mis piernas no me respondían, sentía que mi boca estaba abierta y me iba a entrar una mosca.

No sabía cómo responder a esto.

No estás preparada -susurró mi corazón- Solo te lastimarás, hazme caso.

El dejo de mirarme, hizo un sonido con la garganta que no se como describir, pero solo me pareció como a decepción. Desvío su mirada hacia al pasto mientras yo intentaba armar una oración sin tener éxito.

—Y...y-o...y... yo... -el llanto del Mateo me saco de apuros- ¡Tu hijo!

El Diego y yo nos levantamos y comenzamos a correr, mientras el Lucas discutía con su hermana.

—¡Como podís ser tan irresponsable por la chucha! -le gritaba el Lucas a la mamá de los niños, que miraba asustada como un hilo de sangre caía de la frente del niño- ¡Es un niño por la cresta, no puedes tratarlo como un grande! ¡Vo soy la mamá hueón! ¡¡Porfa ándate!!

—Solo jugábamos Lucas -se defendía la Alexandria, temerosa- Yo no qui... quise -temblaba asustada-.

—¿Tu nunca quieres verdad Ale? -enfrentó a su hermana con rabia, años de rabia en sus ojos-.

CALIENTA SOPADonde viven las historias. Descúbrelo ahora