BELEN
La hermana del Diego estaba en el mismo lugar donde los niños la encontraron, sentada en la banca y con una doctora a su lado haciéndole preguntas.
—¿Estas mejor? -me acerque mientras con un gesto le preguntaba si podía sentarme junto a ella-.
Ella suspiró antes de responder.
—Ya estoy mejor Belen, deberías irte -bajo su mirada al suelo- Estaré bien, puedo sola.
—Nadie puede sola -suspire- Yo no pude.
Ella me miró atentamente, como si no me creyera lo que le contaba.
—¿Tu?
¿Por que estaba hablándole de esto a una extraña? Mi psicóloga estaría muy sorprendida.
Respire lentamente, tratando de estar tranquila antes de traer los recuerdos a mi presente. Esto podría hacer que la Alexandria avanzara su rehabilitación, y esos niños a los que yo ya les tomaba cariño podrían recuperar a su mamá.
—Tuve una infancia difícil -comencé a tocar mis manos en busca de tranquilidad- Mis papás fueron los típicos hueones hijitos de papá que tiraron sin condon y después se enojaron porque iban a tener una hija -la Alexandria me miraba atentamente- Cuando nací, jamás estuvieron presentes, en ese tiempo ellos tuvieron que casarse para guardar las apariencias -aun no se me llenaban los ojos de lagrimas, pero sabía que pronto vendrían- Al principio creyeron que casarse y recibir la plata de sus familias sería excelente idea, pero ellos no se conocían. No servían para tener responsabilidades, ninguno sabía cómo administrar una casa, trabajar y menos como cuidar a una recién nacida -mire a la Ale cuando ella puso una de sus manos en mi rodilla para calmarme, no me había dado cuenta que ya estaba llorando- La pase mal, siempre peleaban, muchas veces se pegaban, invitaban a sus amigos y se curaban raja. Se drogaban frente a mi e incontables veces me pegaron desquitándose conmigo.
—Belen, no es necesario que me cuentes esto -se limpio una lágrima de la cara, pero yo sabía que si era necesario-.
—Mis papás todos los días me decían lo arrepentidos que estaban de que yo naciera -recordé- Que yo no valía nada, y que me odiaban -sus palabras hacían eco en mi cabeza- Ninguno tenía contacto con sus papás, hasta que un día una nana nueva llego a la casa y ella me dijo que mis abuelitos me estaban buscando y me querían -los recuerdos vinieron a mi, como mi salvación- Los veía a escondidas después del colegio con esa nana, sin que mis papás se enteraran. Pasaron los meses y las golpizas eran más fuertes, cuando me dejaban sola a veces mis abuelos llegaban a cuidarme y a pedirme perdón. Ellos pidieron mi custodia pero mis papás jamás se presentaron a la mediación, había que sacarme de ahí, pero en este país de mierda legalmente ellos no podían -recordé la última vez antes de dejar a mis papás- En la última de las golpizas, la nana me dijo que tenía que irme, que huyera. Así con 8 años me perdí 3 días, pero encontré donde ellos vivían.
—Eras muy pequeña -susurró la Ale-.
—Y aun falta la mejor parte -solté una carcajada irónica, arrepentida de mis errores- Cuando mis abuelos pudieron obtener mi custodia, nos fuimos al sur, a una casa preciosa, allí vivimos tranquilos hasta que un día mi mamá apareció cuando tenía 12. Ella decía que se había separado de mi papá, y que quería comenzar de 0 conmigo. Pero siempre fue mentira ella solo quería terminar lo que había empezado y hacerme daño.
—¿Volvió solo para hacerte daño? -pregunto y yo asentí- Perra bastarda.
—Cuando mis abuelos se dieron cuenta a las semanas, la sacaron de nuestras vidas y cortaron su lazo con ella -suspiré- Ella me dijo que yo jamás tendría una mamá y que ella me odiaba con todo su ser. Después de eso, tuve que ir a la psicóloga, pero yo estaba enojada con todos, crecí y a los 15 culpaba de todo a mis abuelos, fui malagradecida y mis abuelos no sabían que hacer, se sentían culpables de lo que tuve que vivir con mis papás.
—Pero ellos no eran tus papás, no tenían la culpa -me dijo- Ademas ellos lucharon por ti, les importabas.
—Lo sé, pero cometí más errores.
—¿De que estai hablando? -en su carita se veía su preocupación-.
—Yo también tuve problemas con las drogas Alexandria -solté- Fui adicta, y ahora soy una futura doctora, pero también tengo un pasado.
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CALIENTA SOPA
Teen Fictionnormal la historia de la Belén, calentándole la sopa a su profe de la U.