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PRIMERA PARTE.
8. Hijo de perra.

Al final de cuentas, YoonGi terminó aceptando la propuesta de la Condesa, con la única condición de que Hoseok pudiera ir con él a Japón.

La Condesa, tras fingir un poco de molestia, asintió.

El día que el tío del azabache salió a visitar su mina, la Condesa fingió volver a Japón y se escondió en un lugar cerca.

Todos los sirvientes despidieron al anciano, inclinando la cabeza, YoonGi incluido. El auto negro encendió y se puso en marcha, sin embargo se detuvo a unos pocos metros antes de que el viejo sacara su mano por la ventanilla y le indicara al azabache, con un ademán, que se acercara.

—Tendrás una semana de libertad —habló detrás de la ventanilla a medio bajar del coche, al tiempo que YoonGi inclinaba la cabeza—, pero siempre recuerda el sótano.

Luego de eso, partió.

Esa misma noche, YoonGi se fugó junto a Hoseok para encontrarse con la Condesa. Con una maleta en cada mano y sin que nadie sospechara su ausencia, los dos jóvenes dejaron la mansión con sigilo. Pasaron junto al cerezo; una soga colgaba de una de las ramas y se mecía gracias al viento helado, pero ninguno de los dos se detuvo a mirarla.

Al amanecer ya habían llegado a la orilla del río, y esperaban con agotada paciencia el bote en el que Suran les recogería.

Cuando esto ocurrió, ambos jóvenes se sentaron frente a la chica. El pescador japonés al que le habían pagado remó con tranquilidad, y cuando Suran cayó dormida, YoonGi entrelazó su mano enguantada con la de Hoseok y recargó su cabeza en el hombro del mismo.

El castaño miró su reflejo en el agua del río, y acarició la superficie con los dedos de su mano libre.

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—Gracias por viajar en nuestro ferry hoy —dijo la aguda voz japonesa a través de los altavoces—. Llegáremos a Shimonoseki a las siete horas con treinta minutos.

Con su fino cabello negro pegado en la frente, YoonGi miró el mar de manera distante. Hoseok a su lado, le observó cortamente antes de que un par de gritos llamarán la atención de ambos.

YoonGi se apretó a su lado luego de ver a un grupo de soldados corriendo hacia la proa y gritando de emoción por volver a casa. Se aferró a su ropa con nerviosismo, y Hoseok le tomó la mano en un intento de reconfortarlo, con una pequeña sonrisa preocupada.

Suran, junto a ellos inclinó el rostro hacia el azabache con preocupación fingida antes de rodearle los hombros en un medio abrazo.

YoonGi la apartó sin cortesía alguna inmediatamente y se alejó de la proa sin dejar de sostener la pequeña mano de Hoseok.

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—No robaré —dijo el sacerdote.

—No robaré —repitieron Suran y YoonGi al unísono, con los ojos cerrados y arrodillados frente a él.

—No cometeré adulterio.

주인 ( 솝 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora