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TERCERA PARTE
2. Final.

Cuando Suran despertó de golpe no pudo sentir otra cosa más que mera confusión, y al alzar el rostro un par de mujeres le miraban severamente. Una de ellas desenfundó lentamente una espalda, sin dejar de verla.

Suran se carcajeó, y sabiendo perfectamente de qué se trataba todo aquello, se incorporó recargándose en sus codos antes de bajar su mirada a su ropa mal puesta.

—¿Creen que puedan dejarme arreglar mi maquillaje?

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El camino en auto lo recorrieron en silencio, la pequeña Suran apretujada entre las voluptuosas dos mujeres.

Después de suspirar, Suran deslizó sus manos atadas por una gruesa cuerda dentro de su vestido y sacó la pequeña cajita de plata. La abrió como pudo y tomó tres cigarrillos para meterlos en su boca, encendiéndolos después de encontrar su encendedor.

Las otras dos mujeres le miraron soltar el humo con el ceño fruncido, claramente disgustadas. Emitieron un par de ruidos de desaprobación y abrieron las ventanas de mala gana, tosiendo ligeramente.

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«Respetado tío.»

Mirando a través de la lupa, Jimin cortó cuidadosamente la fotografía de Suran, con ayuda de una navaja.

«Siempre me dolió verte esforzarte hablar japonés impecable frente a la Condesa de Nagoya, e incluso tu voz temblar como un noble.»

Midió la foto antes de tomar la foto de YoonGi y medirla de igual forma, colocando la esquina sobre el molde para replicar el sello con ayuda de un pequeño martillo de madera.

«Así que me complace informarte que ya no necesitarás hacerlo. Esa mujer no es noble; es la hija de un campesino coreano. Oh, ¿mi regalo llegó a salvo?»

Colocó la foto en el lugar donde anteriormente había estado la de Suran y atrajo nuevamente la lupa que había apartado segundos para mirar el sello con mayor detalle, acomodándolo de tal manera que no parecía una falsificación.

«Por favor, dile esto a mi regalo, en coreano: Suran, en realidad, tu sueño de convertirme en un hombre nuevo se cumplió. Ah, y por enviarme a Hoseok de entre todos los chicos del mundo, me siento un poco agradecido.»

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Las manos del anciano temblaron violentamente gracias a su enojo mientras terminaba de leer en voz alta la carta que Min YoonGi había enviado. Dobló el papel y lo dejó sobre la mesa sin dejar de temblar, mientras Suran, con las muñecas unidas a la mesa por medio de pulseras de metal, inclinaba la cabeza.

El pulpo en la pecera a espaldas del hombre hizo un ruido húmedo al moverse entre el agua.

—¿Querías ver mis herramientas para hacer libros? —habló él, sacándose los lentes sin mirarla—. Por favor, Suran, no te limites a mirar, experiméntalo por ti misma. Elegiré cinco libros que amo... —apretó los ojos al recordar que todos sus libros habían sido arruinados—. Que solía amar más que nada —corrigió, mientras levantaba pesadamente el machete incorporado a la mesa.

주인 ( 솝 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora