02

747 150 34
                                    

[🍑]

PARTE UNO.
2. Condesa. Ladrona.

Pobre, tonto Min YoonGi.

Creía inocentemente que aquel chico era Hobi, un pobre sirviente coreano, pero su nombre real era Jung Hoseok.

Criado por la señora Jiwoo, principal proveedor de bienes robados. A los cinco años ya era capaz de distinguir una moneda real de una falsificación, luego aprendió a falsificar los sellos de Gugai y estudió el robo de Kutan.

Pero todos los bebés que cuidaban en casa nunca iban a aprender tales habilidades tan útiles. Abandonados como recién nacidos, los aseaban y alimentaban para venderlos a Japón.

Un trabajo significativo. En lugar de morir de hambre en las calles, crecían como señores y señoras.

Hoseok arrulló al diminuto bebé que sostenía en brazos. Ese solía ser su tarea de todos los días; arrullar recién nacidos, bañarlos, mantenerlos sanos y alimentarlos. Hyejin hacía lo mismo y falsificaba los documentos, Jimin cerraba los tratos y Jiwoo sólo tenía que encargarse de supervisar que todos cumplieran con su trabajo.

Alguien golpeando la puerta llamó la atención de todos en la sala.

Jimin y Jiwoo intercambiaron una mirada significativa antes de ponerse en pie y apurarse a ir hacia la puerta. El hábil y astuto Jimin, como siempre, llevaba su confiable navaja en mano.

Hoseok se limitó a mirar la entrada con curiosidad mientras Jiwoo abría la puerta y Jimin aguardaba justo a su costado, oculto y dispuesto a atacar.

Alzó la navaja, pero se detuvo casi de inmediato.

La delgada figura de Suran se deslizó por la puerta principal, haciendo a Jimin bajar el arma y a Jiwoo hacerse a un lado. Jimin sonrió cuando Suran le quitó del cabello el broche dorado a Jiwoo y caminó con confianza hacia las maltrechas escaleras, quitándose la empapada capa negra que le había estado protegiendo de la lluvia y colgándola en el perchero al pie de estas. Se sacó el sombrero marrón y lo colgó también, dejando a la vista su cabello corto y lacio mientras Jiwoo se colocaba delante de ella.

Pero Suran no se detuvo a escuchar lo que tenía por decir, se giró hacia las escaleras de madera desgastada y con ayuda del broche se dispuso a abrir ágilmente el compartimiento del que sólo ellos sabían, oculto en uno de los tantos escalones.

Jiwoo la miró con desaprobación, con una mano a la cintura, pero nada salió de sus labios fruncidos.

Suran tomó la figura de madera del buen Buda que había estado guardada en el cajón secreto y la puso sobre la mesa antes de hablar.

—Les contaré la historia de un intérprete que trabajó duro para llegar a ser traductor de oficiales de alto rango —sus ojos, como los de un zorro listo, miraron a cada uno de los presentes en la sala, deteniéndose en Hoseok—. Luego de ayudar a Japón a anexar a Corea, obtuvo los derechos a una mina de oro. Pero quiere volverse totalmente japonés —el castaño la observó con expectativa, palmeando con cuidado la espalda del niño que cargaba en brazos. Todos le miraban de la misma manera mientras volvía a las escaleras y tomaba otra pieza del cajón secreto; esta vez, una pipa fina—. Para nacionalizarse, se casa con la hija de un noble japonés caído y adopta el apellido de su esposa: Min.

Olió la pipa con un ademán un tanto exagerado.

—¿Q... qu... Mi...? —balbuceó Hyejin.

—El bastardo construye una mansión, la llena de libros y antigüedades —le interrumpió Suran, tomando un viejo pergamino y extendiéndolo frente a Jiwoo hasta que el fino papel tocó el piso—. Invita coleccionistas japoneses a su biblioteca, sostiene lecturas de libros raros, y subasta libros.

주인 ( 솝 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora