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TERCERA PARTE.
1. Vino.

YoonGi rebanó el pedazo de carne y se lo llevó a la boca.

—El primer mes pedí un delgado traje de espiga —dijo Suran, sin tocar su platillo—. El mes siguiente cené en el Hotel Imperial.

El azabache la miró, fingiendo interés por lo que contaba.

—Yo, una pobre chica colonial que trabajaba en un burdel. Unos ingleses que muy a menudo acudían al lugar me reconocieron —YoonGi tomó la copa de vino con su mano enguantada y bebió antes de recargar su mentón en el dorso de su mano—. Pensé que llamarían al Maestro y me echarían. Pero, ¿qué crees? Les divertía que me gastara toda la paga de un mes en una comida digna —resopló, desviando la mirada—. Comenzaron a apodarme Condesa y me enseñaron modales para ir con el nombre. Francamente no estoy interesada en el dinero en sí —volvió a verlo—. Lo que deseo es... ¿cómo podría decirlo...? ¿Pedir vino sin tener que mirar el precio? Algo como eso.

Se sacó un pequeño sobre del vestido y se lo tendió al chico antes de tomar su copa y beber. YoonGi tomó el papel y lo abrió para ver el contenido.

—Catorce horas en tren desde Vladivostok —continuó hablando Suran, al tiempo que YoonGi miraba las pequeñas fotos en blanco y negro—. Es la casa de verano de una auténtica familia noble rusa —se detuvo—. ¿Nos casamos ahí?

YoonGi siguió comiendo en silencio, pasando ahora al postre.

—En unos días me enteraré del hospital, que mi esposo Min YoonGi ha muerto —dijo Suran.

El chico detuvo el tenedor cuando estuvo a punto de llegar a sus labios.

—Ah —habló por primera vez, mirando a la nada—. ¿No les pediste que se quedaran con él?

—Dudo que Hoseok quiera vivir ahí por mucho tiempo —respondió Suran, pasándole un pasaporte—. Me arreglé con un estudio de fotografía —YoonGi lo tomó y lo hojeó hasta dar con la foto de Hoseok—, remplazaremos eso con tu fotografía —bebió otro trago de vino y sonrió—. Mañana le daremos a Hoseok una nueva vida.

—Me alegro —respondió el pelinegro secamente, dejando el pasaporte sobre la mesa.

—Cásate conmigo una vez más —dijo la mujer—. Esta vez como Jung Hoseok.

YoonGi sonrió con diversión, apretando los labios.

—¿Quieres otra noche de bodas?

Suran se carcajeó antes de hablar.

—Creo que me gustas... un poco.

La sonrisa del chico se ensanchó hasta mostrar los dientes.

—Pobre Hoseok, en un lugar así... —su sonrisa se borró de golpe—. En total soledad... —le miró sin poder ocultar su pesar—. ¿Alguna idea así cruzó alguna vez por tu mente?

La Condesa negó.

—De ninguna manera, ¿por qué debería compadecerme de él? De donde vengo es ilegal ser ingenuo.

—¿De donde vienes no es ingenuo enamorarse de un socio de negocios? —contraatacó el joven.

—Por supuesto, es ilegal —respondió ella con cierta diversión reflejándose en su rostro juvenil—. Así que si incluso mi amor por ti me lleva a la ruina, no me compadezcas —se puso un cigarro en los labios.

—¿Amor? —YoonGi sonrió ligeramente—. ¿Qué sabe una ladrona de amor?

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주인 ( 솝 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora