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Soy demasiado débil finalmente terminé en una sesión interminable de besos con el Erick aunque no lo dejé ir más allá, no iba a ser una cualquiera, mi orgullo no me permitía tirármelo. No iba a ceder.

Los días siguientes el Erick se comportó como un caballero, re buena onda, eso sí igual seguía un estúpido egocéntrico y como que me acosaba por Instagram, onda yo subía alguna historia y me la respondía al instante. Y bueno con el Nico luego de la cita como que nos habíamos alejado, onda no entrené más con él porque siempre le inventaba una excusa ridícula, una excusa que era para encontrarme con el Erick. No sé qué estaba haciendo con mi vida.

― ¿Te gustó la comida que te pedí? ―revolví mi ensalada. Y levanté mi vista. El Erick me había invitado a almorzar juntos en el hotel en Sao Paulo, habíamos llegado hace unos días acá. Bueno no sé qué tan almuerzo era porque ya era muy tarde para almorzar pero igual.

No me gustaba tanto este hotel porque bueno en el otro solo estábamos los de la selección chilena, en cambio acá era compartido con los otros huéspedes y además los chiquillos tenían que ir a otro lugar a entrenar. Por lo cual mi trabajo era mucho más difícil. Perdía más tiempo de mi vida en los trayectos y en todo en verdad.

―Sip, me encanta la ensalada.

―Ya, me parece porque bueno si te pedía una pizza me iban a dar ganas de comer a mí y no puedo tengo que mantener la línea―solté una risa.

―Flaco, ¿no crees que estás lo suficientemente delgado?

―Sí, pero no puedo comer grasa ahora en tiempo de Copa América. ¿Te imaginai corro más lento si como eso?

―Eres tan ahueonao flaco, una miserable pizza no te va a hacer nada.

―Bueno bebé, uno nunca sabe y no me pienso arriesgar―dijo mientras se comía un pedazo de lechuga. Imité su acción. Quizás si comiera puras ensaladas estaría más flaca, no es que fuera gorda, pero tampoco era regia porque no tenía una contextura delgada.

―Oigan ¿Y ustedes en qué andan? ―preguntó el Arturo sentándose a nuestro lado.

―En nada―respondimos el Erick y yo al mismo tiempo. El Arturo enarcó una ceja.

―Estamos comiendo ¿no veís acaso? ―dijo el Erick―pregunta pa weona

―No es que yo preguntaba porque bueno hace unos días se odiaban hueón, si hasta el Erick se agarró a combos con el Nico por lo mal que le caías―dijo el Arturo observándome atentamente

―Sí, pero hicimos las pases―me metí un tomate en la boca―y ahora somos amigos po.

―Amigos se llaman ahora já―dijo el Arturo. El Erick lo fulminó con la mirada.

―Amigos somos po, no somos como que tú que no podís tener amigas sin tirártelas―espetó el Erick. El Arturo lo miró feo.

―Que erís pesao Erick, yo estaba hueveando no más, sí sé que no tienen nada más―rodó los ojos―o sea ella es la hija del presi y tú...―el Erick le dio una mirada de mierda, miré al Arturo, lo que sea que iba a decir se lo calló―tú erís un flaite de mierda y es obvio que los flaites no son del tipo de la Agus ¿No cierto Agus?

―Sí―respondí. Aunque mi mente estaba en otra cosa, ¿Qué iba a decir el Arturo? ¿Qué el Erick qué?

―Ya, mejor me voy porque estay re pesado Erick, parece que andai con la regla―miré feo al Arturo.

―Sí, mejor ándate porque con comentarios machistas como esos me dan ganas de sacarte la cresta hueón—agregué

―Perdón―dijo el Arturo―Me voy mejor antes de que la cague...―se paró de asiento y se fue.

Secreto || Erick PulgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora