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Mi cabeza estaba apoyada en el pecho desnudo del Erick mientras con mis dedos delineaba uno de sus tatuajes, no me quería mover de ahí estaba tan cómoda. Me sentía tan en paz. Miré el rostro del Erick el cual me miraba atentamente. Sus pestañas eran tan largas, bonitas, mucho más que las mías.

—Me encantas—solté.

—Y tú a mí Agustina—dijo. Acercó su rostro al mío y juntó nuestros labios, me dio un beso corto.

—¿Ya se te pasó el estrés? —pregunté.

—Me quitaste todo el estrés, bebé—solté una risa. Un sonido estridente me sobresaltó, era el teléfono del Erick. Él estiró su brazo y lo agarró. Apenas lo hizo se tensó y frunció el ceño.

—¿Quién es? —pregunté.

—No cacho, no lo conozco, debe ser de la compañía. Mejor lo voy apagar, no quiero que nadie me moleste—apagó su celular y lo volvió a dejar sobre la mesilla.

—Oye, yo creo que me tengo que ir, tengo que seguir con mi trabajo, además dejé el carrito ahí fuera po—me intenté levantar, pero él me apretó entre sus brazos.

—No te vayas bebé.

—Yapo flaco, suéltame—él suspiró y me soltó.

—Tengo una idea, ¿Qué tal si te ayudo a repartir las hueás y después salimos por ahí? —dijo moviendo sus cejas de arriba abajo.

—¿Por ahí dónde? —enarqué una ceja.

—No sé, a un bar, qué sé yo a algún lugar piola, sal conmigo bebé.

—Flaco tienes partido, no creo que eso sea una buena idea—él se encogió de hombros.

—Pero si no haremos nada, solo tomar un jugo y bailar... yapo—me miró suplicante. Suspiré ruidosamente, esto estaba mal en todos los sentidos. No deberíamos salir por ahí antes de un partido, bueno tampoco deberíamos tirar antes de un partido, en verdad ya he roto tantas reglas que ¿qué importa una más?

—Ya, vamos flaco—él me dio una sonrisa radiante. Una sonrisa que podía arreglarle el día a cualquiera.

Me metí como un minuto a la ducha del Erick porque me sentía transpirada, diug. Y luego me vestí. Él también hizo lo mismo y luego me ayudó a hacer mi trabajo, después me acompañó a mi pieza a cambiarme de ropa, o sea no iba a ir con la ropa de la selección. Cuando hube terminado salimos, igual ahora me estaba arrepintiendo, no creía que sea una buena idea, más encima alguien podía reconocer al Erick.

Me llevó a una disco que no era para nada piola. El reggeatón sonaba a todo chancho por los parlantes y estaba lleno de gente bailando. Apenas llegamos un grupo de tres mujeres miraron al Erick con deseo, me apegué al brazo de éste y les di una mirada de odio a esas tres zorras.

—¿No que me ibas a llevar a un lugar piola? —le pregunté. Él soltó una risa.

—Tranqui, ya ¿qué querís pedir? —le di una sonrisa coqueta.

—A ti—rodeé con mis brazos su cuello aunque tuve que ponerme en puntitas para hacerlo porque era muy alto. Él sonrió— ¿Estás en la carta?

—Para ti siempre—se inclinó y me besó.

Su lengua se enredó con la mía, me apreté contra su cuerpo, necesitaba sentirlo cerca, ay me encantaba este hueón. No sé qué era lo que tenía que era adictivo, quizás eran esos tatuajes, o esa cara de flaite tierno. Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda hasta que las dejó en mi trasero. Estábamos dando un espectáculo, aunque en verdad no creo que nadie nos pescara si en todo caso estaban todos bailando o haciendo lo mismo...

Secreto || Erick PulgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora