¿Valía la pena?
Se lo preguntaba seguido, mucho más de lo que le gustaría, pues por algún motivo su corazón parecía estarle fallando justo en las circunstancias menos oportunas.
Siempre había sido alguien ambicioso, con la mente fija en el objetivo sin importarle qué debía hacer para lograr su cometido. Haciendo cosas que no eran moralmente necesarias solo para satisfacer su cabeza.
Esas eran algunas de las cualidades de Mathea; orgulloso, inteligente y aunque a veces le ganaba la sangre caliente, también muy astuto.
Entonces, él tenía esta aspiración, que sencillamente no podía soltar porque su cerebro no le permitía quitársela de la cabeza. Siempre había sido así para él, con el cerebro dirigiendo por ley todo lo que rodeaba su círculo.
Y por eso ahora el corazón no lo estaba acompañando.
Estaba a solo un paso de lograrlo, era un precio mínimo que alguien, cualquier persona, estaría dispuesto a pagar a cambio de su libertad.
Si Mathea fuera otro, incluso si fuera el Mathea de hace cinco meses atrás, lo habría hecho; sin dudarlo, sin vacilar y ya tendría tanta dicha como para bañarse en ella.
Pero no lo era, porque este Mathea no podía despegar sus ojos del cuerpo que dormía plácidamente en la cama frente a él, que siempre encontraba tan pequeño cuando se veía así de vulnerable y que solo quería acurrucar contra él para proteger. Aún cuando ella no necesitaba protección.
Maldita sea.
Literalmente podría hacerlo ahora, tomar entre sus manos su cuello y apretar, o solo poner una almohada encima de su cabeza hasta que el aire se escape por fin de sus pulmones. Pero el simple hecho de pensarlo, lo hacía querer vomitar hasta el punto de arrancarse las entrañas.
No podía, así de claro era, no podía ponerle un dedo encima a esa chica que se estaba apoderando de cada pedazo del oscuro y frío corazón del demonio.
Suspiró, y se sintió ahogar a pesar de ello.
Deseó poder decírselo, deseó solo poder expresarle de alguna forma en lo que estaba envuelto, pero porque quiso estarlo.
Esa era la situación: él solo se había metido en un juego peligroso, y no fue consciente de que las dificultades no serían tan fáciles como pensaba hasta que recién tuvo que enfrentarlas.
Miró de nuevo a Abigail, que estaba tan ajena al hecho de que ella no era la única con un plan para desatarse de las cadenas que Lucifer tenía sobre todos.
Los dos sabían que le mentían al otro, pero no sabían que era al mismo tiempo.
Negó con su cabeza repetidas veces antes de levantarse y dirigirse hacía la salida. No alcanzó a tocar la puerta pues se abrió de golpe, con brutalidad.
Lilith había entrado a la habitación súbitamente, su respiración estaba descompensada y tenía los ojos muy abiertos, junto con el delineado en su linea de agua corrido. Lucía como si hubiese estado llorando, pero le pareció imposible imaginarlo.
Abrió su boca para decir algo cuando la demonio le atestó una bofetada.
Se aturdió por un segundo.
—¿¡Quién eres!?—le gritó, sin ser consciente de que no eran los únicos en el cuarto.
—¿Cual es tu problema?— pregunto de vuelta, sintiendo el leve escozor en su mejilla.
Lilith estaba vuelta loca. Quería golpearlo y gritarle en la cara, por traidor, por falso, por...
—¿¡Como pudiste!?— le dio un empujón en el pecho— ¡Eramos de los tuyos y nos mentiste! ¡A nosotros, a tu legión!
Mathea estaba demasiado confundido como para poder procesar algo de lo que le decía. Naturalmente habría buscado una explicación, pero ahora tenía la mente en blanco.
—¿De que estás hablando, Lilith?— intentó dar un paso para sacarla y llevarla al pasillo, pero la demonio no lo dejó.
—¿¡Pensaste que te juzgaríamos!? ¡Somos familia, somos más de lo que él alguna vez será para ti, Mathea! ¡Nadie te habría juzgado!
Para ese momento, Abigail ya había abierto sus ojos por el griterío.
—¡Lilith, cálmate, joder!— no pudo hacer nada más que alzar la voz, y tomar sus hombros. La sacudió un poco con la esperanza de que se calmara.—Dime de que es lo que estás acusandome para que pueda explicártelo, de acuerdo?
Ella seguía removiendose, pero juntó tanto aire como pudo en sus pulmones antes de hablar.
Habían emociones raras impregnadas en la estancia, que salían como una ráfaga de viento de esos dos.
—Pues que Lucifer me lo dijo.— le había dicho, y el demonio lo sintió como un golpe en el estómago— Me citó para que le explicara como había ido la batalla, y me pregunto por ti. Le dije lo normal, y luego me pregunto si yo sabía a donde ibas cuando te largabas sin avisarle a nadie y no regresabas en horas— Mathea tragó saliva, y los músculos de su cuello se contrajeron— Cuando le dije que no lo sabía, comentó algo como que ahora también le mentías a tus amigos. Pregunté de que hablaba, y mientras daba una explicación de mierda fingió como que se le había escapado.
Sabía de lo que hablaba, por eso no quiso ni siquiera negar lo que Lilith le estaba contando.
Cada parte de su cuerpo se sintió tensa, y miró el piso de lo avergonzado que se sentía. Uno de sus secretos más oscuros había salido a la luz, ensuciando todo lo que había construído durante tantos años para mantenerse como alguien fuerte.
No podía decir que era respetable o que sus compañeros debían sentir admiración hacía él, pero siempre todo lo que tuvo en sus manos lo llevó a un mejor futuro, y por alguna razón ahora sentía que estaba decepcionando a una de sus mejores aliadas en ese camino.
—¿Que debería decirte...?— dijo en un suspiro, mientras jalaba de su cabello.
—El por qué no nos lo dijiste— insistió.
Soltó una carcajada seca y sin gracia.
—¿Como se supone que voy a decir algo así? ¿En que hipócrita me convertiría?— la miró a los ojos, y Lilith no supo que contestarle.
Finalmente, cuando las palabras llegaron a su cabeza, las dijo con una seguridad comprometedora.
—Lo que has hecho por el inframundo, mientras has estado al mando de la legión, es suficiente para que los demás sepan que no necesitas probarle nada a nadie. Nosotros lo hubiéramos entendido.
De reojo vio que su tesoro los estaba observando, tan entrometida como siempre, pero no le importó. Tenía demasiado ya en la cabeza como para preocuparse de si ella se enteraba de aquello.
Tampoco quería guardarle otro secreto, de todas formas.
—¿Tu crees?¿Crees que hubieran entendido que Lucifer es mi padre?— lo dijo fuerte y claro, como si quisiera que todo el mundo se enterara.
Nadie entendía realmente como, pero las explicaciones no resonaban en ese momento.
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DESTRUCCIÓN
Fantasy"Mi cuerpo cae al suelo como fragmentos deshaciéndose entre sí, mi interior grita; todo mi ser se descompone por la energía que se desborda de mis dedos. Sus manos se afianzan en mi cintura y jalan de mí. Al instante sé que es él, la única persona...