En el futuro...
Escucho un par de golpes en la puerta, pero no contesto. Y por eso, la arcángel abre sin más y entra en mi habitación.
—Dice que quiere hablar contigo.
—Dile que no me importa.—respondo atando mi cabello frente al espejo.
La miro disimuladamente por el cristal y veo como se sienta en la cama, soltando un suspiro.
—Dijo que dirías eso. Es importante, Abigail.
—Ya te dije que no quiero hablar con él.—sueno tajante y molesta— Siempre que acepto tener una conversación con él termino llorando, así que solo quiero que desaparezca de mi vida y me deje en paz.
Había tenido suficiente de su basura, ya no estaba dispuesta a permitirle seguir haciéndome daño.
—Él te ama.
—Y una mierda.— bufo y me apresuro a ponerme mi armadura para cambiar de tema— ¿Ya están todos en posición?
Saril, que es su nombre, me mira con desaprobación, y no la culpo, a fin de cuentas, es su mejor amigo.
Agradezco todo lo que ha hecho por mí estos últimos meses, porque sé que no he sido la criatura más fácil de tratar, tengo que admitirlo.
Pero ha sido el periodo más exhaustivo de toda mi vida.
—Si, por eso Mathea quería hablar contigo antes de que...
La interrumpo antes de que siga.
—Basta, por favor.—la miro por primera vez a través del espejo.— Ya hago mi mejor esfuerzo soportando verle la cara, pero si sigue buscándome, dejaré de lado la paz, de la misma forma que él lo hizo conmigo, y yo me misma me encargaré de dejarle en claro que me deje tranquila.
Ella se queda callada, pero sé que, de seguro, en su mente está pensando que soy una perra desconsiderada. Así que cuando se da cuenta de que no lograra convencerme, se levanta de la cama en medio de un resoplido y se aproxima hacía la puerta para largarse.
Ésta se abre antes de que ella alcance el mango, y una figura se adentra en la habitación.
—Ya me canse de esperar afuera.
—Mathea...— la voz de Saril suena desprevenida.
Reconozco su figura, su aura amarga y peligrosamente atrayente frente al espejo. Tiene el cabello desordenado, los ojos de fuego chispeantes, y la ropa que lleva puesta ciñéndosele al cuerpo de forma apretada.
Mi corazón se salta un latido. Sin embargo, vuelvo mi expresión de asombro en una de indiferencia pura. Ha sido mi único escudo cada vez que lo tengo cerca, fingir que no me importa.
Vuelvo mi atención en amarrar los broches de cuero y metal en mi cintura.
—Abigail.
—Mathea, no es bueno que estés aquí...—interfiere la arcángel.
Su voz ya no me produce nada, su imagen ha dejado de parecerme tan imponente como antes. ''No lo mires. No lo mires''. Una vez termino los tres broches, me aproximo hacía la puerta.
Miro a Saril:—Nos encontramos en la entrada.
Paso por su lado y busco esquivarlo ahora a él, con la mirada en frente casi como si no notara su presencia, pero él me sujeta por el brazo.
—No es necesario que te comportes como una niña.
Me suelto de su agarre con repele:—Tu no me vas a decir cómo comportarme.
Nos miramos directamente a los ojos. Sigo sin acostumbrarme a su iris negra, y quizá él aún no se acostumbra a la mía amarillenta, pero no me podría importar menos, esto es lo que él quiso al final del día, no?
Le doy una última mirada antes de seguir con mi camino. Soy consciente de sus ojos sobre mi espalda mientras me marcho, pero no me permito mirar atrás.
He aprendido. Tengo demasiado orgullo como para permitirme mostrar debilidad ante él, porque no merece la pena. Nunca lo hizo.
La verdad duele, pero cala más el descubrir toda la mentira en la que hemos vivido. Tenía claro que las promesas que me hizo, que me hice, estaban igual de rotas que una puntada, que la piel lastimada nunca volverá a su estado normal, que hay veces en las que te hacen tanto daño, que no siempre vas a querer perdonar.
Recuerdo cada caricia, cada lágrima derramada, cada golpe que dimos juntos, cada sonrisa genuina que me regaló y que hacía mi corazón sonreír de vuelta. Recuerdo todo lo que fuimos en algún momento, toda la mentira que se me dijo y que creí con los ojos cerrados. Y no sé que me duele más, si el anhelar la necesidad de escucharlo otra vez o realmente sentir que lo odio con todo lo que tengo.
Siempre lo supe, nunca hubo un final para nosotros. Y es irónico, porque estoy segura de que se lo advertí muchas veces; yo, que creía tener los pies sobre la tierra y que fuí la única a la que le jugaron el maldito dedo en la boca.
Pero creo que olvidé que amarse era un acto de fe, no de mentiras. Y gracias a mi descuido, mi corazón se volvió de roca y de metal. Reconstruí muros en mi vulnerabilidad y forje con acero mi alma.
Y ahora, que estoy parada sobre las cenizas de quien solía ser, no me podría importar nada más que ganarle. Que sepa que ni su presencia, ni su voz, van a ser capaces de debilitarme.
Solían decirme...que podía matarlos a todos si quería, que enfrentarse a mí era un suicidio. Y yo, cegada de mi ingenuidad, nunca lo creí. Siempre me dije a mi misma que era mentira.
Pero ya no más.
Fin del primer libro
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DESTRUCCIÓN
Fantasy"Mi cuerpo cae al suelo como fragmentos deshaciéndose entre sí, mi interior grita; todo mi ser se descompone por la energía que se desborda de mis dedos. Sus manos se afianzan en mi cintura y jalan de mí. Al instante sé que es él, la única persona...