Capítulo 28

392 32 5
                                    

Mathea


—¡Pues búscalas y diles que ya es tiempo!—le grito a Lilith.

—¡Ya voy, pedazo de mierda! ¡Deja de gritarme!— me grita de vuelta, exasperada, y se marcha refunfuñando.

Suelto un suspiro, negando con la cabeza. Con su ida, ya solo quedo yo en el inframundo. Todos los demás demonios se han marchado a la tierra a responder el anticipado golpe de los ángeles. Su ataque fue más prematuro de lo que creí que sería, y por eso, desafortunadamente, las estúpidas tropas apenas estaban listas cuando dí la orden para salir.

Joder, tuve que haber ido yo en vez de Azazel ese día...

Debería estar saliendo de este lugar ahora mismo, de no ser porque no encuentro a Lucifer en ningún lado y él es el puto payaso que debería plantar cara en este momento. Según él aún nos quedaban dos días para prepararnos. Así que no entiendo de donde carajos se sacó esos cálculos.

Se supone, además, que hoy debía ir a la reunión final con los jueces. Que para el final del día, tendría un poco de poder sobre mis manos, pero no. En realidad, el tiempo se ha acortado aún más, y ni siquiera sé como voy a dividirme a mi mismo para estar en dos lugares al mismo tiempo si no encuentro al otro hijo de puta.

—Lucifer, ¿ahora donde te has metido?— pregunto en voz alta, saliendo del subterráneo en dirección al campo de entrenamiento. Literalmente me siento como un padre baboso en estos momentos.

Atravieso el pasillo oscuro y salgo al aire libre. Por la penumbra, asumo que en la tierra ya son más de las tres de la mañana, ya que en un día normal aquí, el cielo sería gris, no negro en su totalidad.

No obstante, mientras más pasos doy dentro de la oscuridad del campo, me doy cuenta de que algo extraño está sucediendo. No soy capaz de oír mis propias pisadas, como si el sonido estuviera siendo obstruido, y me llama la atención el hecho de que por primera vez en mucho tiempo, no haya ninguna antorcha encendida

Mis pasos se vuelven lentos y cautelosos, y hago uso de mi visión periférica para observar todo el camino frente a mí. Continúo avanzando, estoy a punto de llegar al portón trasero del castillo, cuando mis sentidos se disparan como una bala al notar la presencia detrás de mí.

No alcanzo a voltearme porque un dolor lacerante atraviesa mi abdomen.

Un gruñido dificultoso sale de mis labios sin poder evitarlo, y bajo mi mirada hacía el lugar en el que he sido atacado por inercia propia. El objeto punzante que sobresale de mi estómago me toma por sorpresa, y gruño otra vez debido al dolor agudo que la daga insertada provoca.

Intento mover mi brazo, mis piernas resistiendo mi peso con dificultad, pero cualquier atisbo de movimiento es impedido cuando un golpe en seco con algo en mi cráneo hace que todo se vuelva negro.






—Lilith se acaba de ir, dijo que necesita cerciorarse de que los ángeles caídos estén en posición— Azazel informa entrando a la cabaña y luciendo preocupado— Volverá en un par de horas.

—Bien—es todo lo que respondo, sin importarme sonar tan jodidamente intranquila.

Cuando Lilith llegó aquí avisándonos todo lo que estaba sucediendo, creí que todo el mundo iba a perder el control. En especial Galilea, pero para mi sorpresa, es la más serena de todos los que nos encontramos en esta habitación. Y no logro entender por qué. O sea, si tenemos unas horas de ventaja hasta que los ángeles logren penetrar la capa electrónica que colocó hace unos días sobre la tierra, pero al fin y al cabo eso eran, simplemente un par de horas.

DESTRUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora