Capítulo 4

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—Oh mi...

Mi pecho comienza a subir y bajar y aún así no puedo sentir el aire entrando a mis pulmones.

Mis ojos se cristalizan, y la sensación abrumadora que toma residencia en mi estómago y cabeza, hace que dé unos pasos tambaleantes hacía atrás para no caer al piso.

Mis ojos recorren todo el lugar en donde me encuentro, y es tan... extraordinario, que me cuesta creer que esto no sea un sueño.

El cielo es de color gris, como un triste día nublado que dura para siempre. El piso en donde camino es completamente negro, y de el destila un extraño humo azul. Montañas del mismo color crean relieves a distancia de donde nos encontramos, y luego... luego está el inmenso abismo que corta la intemperie.

Doy vueltas en mi misma y observo todo el lugar, hasta que mi mirada choca con algo espeluznante a la lejanía.

Una resistencia desgastada sobrepasa las montañas que están a lo lejos, es terrorífica. Es como si estuviera desprendiendo desde su imagen todo lo terrible que debe haber sucedido dentro.

Es un castillo.

—Ahí es donde debemos encaminarnos.— la voz de mi acompañante me saca de mi escrutinio, y me volteo de vuelta a él para preguntarle:

—¿Qué es este lu...?— dejo escapar un grito de terror cuando veo las enormes y poderosas alas negras que desprenden de su espalda.

Cubro mi boca con mi mano y retrocedo unos pasos...

—¿¡Qué demonios eres!?— vuelvo a gritar, mis ojos abiertos de par en par mientras observo las extremidades cubiertas de plumas oscuras sin poder creerlo. Un ligero humo sale de ellas, haciéndolas lucir tenebrosas y afiladas.

Mi pregunta lo hace reir, y avanza en mi dirección con una sonrisa socarrona en los labios, pero al ver mi gesto asustado entorna los ojos y prosigue a explicarme

—¿En serio no te haces una idea? ¿este lugar, las alas oscuras? Vamos, tesoro, trata de unir los puntos...

La resolución cae en mis hombros.

—Eres un demonio...

Una sonrisa malévola se expande por sus labios:

—Eso es lo que soy.

—¿Esto en realidad es el inframundo?

—Lo es.—su sonrisa peligrosa se agranda unos milímetros más.

Siento como la respiración se me corta, y como unas náuseas particularmente extrañas me embargan.

¿Acaso estoy en una de mis pesadillas?

—Esto no es cierto...—niego con mi cabeza repetidas veces y me digo a mí misma una y otra vez que esto no es verdad, que es un mal juego de mi imaginación y que en realidad estoy soñando.

—En serio debemos ir al castillo.

—No quiero ir.— me niego rotundamente a ir algún sitio de este lugar. ¿Cómo se que no van a matarme?

—Nadie va a matarte.

Abro mis ojos de par en par.

—¿Cómo lo...? ¿Puedes escuchar lo que pienso?—atrapo mi labio inferior entre mis dientes para hacer que deje de temblar. Esto cada vez se pone más espeluznante.

—Soy un demonio, claro que puedo hacerlo.

Cierro mis ojos y me abrazo a mi misma, subo y bajo mis manos por mis brazos hasta crearme calor propio, siento las lágrimas aproximarse una vez más, pero me niego llorar. Esto es mucho que procesar, pero debo mantenerme fuerte, aún no sé por qué rayos estoy aquí.

DESTRUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora