Capítulo 27

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Mathea se sostiene sobre sus antebrazos con dificultad, Tiene los ojos apretados, mientras se muerde el labio inferior. Perlitas de sudor mojan su frente, las aletas de su nariz expandiéndose una y otra vez en un intento de buscar aire.

Suelta un gruñido bajo y cargado de placer. La expresión es sensual y al mismo tiempo vulnerable, casi rendida. Y el simple hecho de hacerle sentir tanto como para ponerlo de esta forma, me llena el pecho de satisfacción.

Su aliento se mezcla con el mío cuando acerca su rostro, ambos nos encontramos vueltos un nudo de incomprensión y desenfreno. Aprecio, aún así, que usa cómo puede la fuerza que le queda para no dejarse caer sobre mí, y el tiempo que se está tomando para compensar la agitación de lo que acabamos de realizar.

Nos pasamos unos minutos tratando de recuperar el aire, Mathea se lanza a mi lado luego de salir de mi interior cuidadosamente y con deliciosa lentitud, el colchón rebotando bajo su peso, haciéndome saltar. La habitación permanece a oscuras, pero la conexión entre ambos parece a punto de encender una llama. El aroma a intimidad flota por el ambiente, haciendo parecer todo más pequeño.

Finalmente, me mira y jala de mí en su dirección cuando le sonrío, para acostarme sobre él. Recuesto mi mejilla en su pecho y él me sostiene por la cintura, con los nudillos deslizándose de arriba abajo en mi espalda desnuda, de forma cariñosa. Sé que debo ir al baño ahora mismo por precaución, pero la seguridad de las pastillas que he estado tomando son suficientes para mí.

Siempre he sido muy responsable con respecto a mi vida sexual, no solo para evitar malas decisiones, sino también porque tengo ovarios poliquisticos y debo consumir pastillas anticonceptivas constantemente. No sé si cuenta, ya que Mathea es un demonio, pero prefiero prevenir.

Siento un beso en mi cabeza, por lo que vuelvo a la realidad.

—Dime que tu amiga sigue en el hospital, por favor. No creo soportar que llegue de repente otra vez.

Aquello me saca una carcajada genuina.

—Está en casa de sus padres. Se quedará allí por una semana.

Se queda unos segundos en silencio, como dejando esa información asentarse en su cabeza:— Eso sí que es conveniente.

—¿Conveniente para quién?— frunzo el ceño, pero una sonrisa se extiende por mis labios.

—Para ti, por supuesto— responde arrogantemente.

Vuelvo a reír, pero no soy capaz de negarlo. Los latidos de mi corazón ya se sienten más tranquilos, debido a que ya han pasado unos momentos desde que pasó lo que pasó.

Tomo la sabana vuelta un nudo en la orilla de la cama y la extiendo por mi cuerpo, cubriendo parcialmente el de Mathea. Justo ahora, no me siento para nada pudorosa, pero si tengo mucho frío.

—¿Tú...habías estado con alguien antes, verdad?

Esas palabras me toman por sorpresa, por lo que volteo mi cuerpo y me recuesto de estómago, con mi barbilla sobre su pectoral.

—Si, por qué?— hago notar mi confusión al fruncir las cejas.

—Te sentías bastante...

—¡Mathea!

Suelta una risa ronca y su brazo derecho me rodea al mismo tiempo. Luego, inclina su cabeza hacía adelante y deposita un beso en mis labios.

—Te sentías perfecta.

Vuelvo a reír en su boca. Me gustaría decirle el por qué de eso, pero si soy honesta, me da un poco de vergüenza admitirlo.

—¿Tu también, no?— pregunto de vuelta.

DESTRUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora