Azazel está encorvado sobre la pared cuando salgo de la sala. Lleva una mano hundida dentro del bolsillo de su pantalón, su melena rubia le cae hasta más abajo de la línea de la mandíbula, y una de las suelas de sus zapatillas choca contra el piso una y otra vez en un signo de impaciencia.
—¡Abby!— exclama al verme, y rápidamente se acerca a mí para abrazarme.— ¡Siento que no te he visto en años!
—Nos vimos hace como tres días— aclaro al momento de separarnos.
—Han sido tres días bastante largos, no crees?— coloca una mano en mi espalda alta para hacerme caminar
—Si, muy...—frunzo el ceño con extrañeza.— ¿Que haces aquí?
—Debo llevarte con Galilea.— me explica, la intención que tiene de que nos apresuremos es obvia debido a la rápidez de sus pasos.— Debes empezar lo del sub-plano ahora mismo.
Me detengo sin poder evitarlo cuando un cuestionamiento llega a mi cabeza.
—¿Y por qué me llevas tu?
Azazel me da una mirada de entre pena e incomodidad junto a un estirón de labios. No necesito mucha respuesta, solo quiero escuchar lo que tiene que decir.
—Mathea me pidió si podía venir en su lugar.— explica, y no paso de largo la nota casual que intenta darle a su tono para sonar sencillo y sereno.
Me toma unos segundos digerir sus palabras.
—No quiere verme.— resuelvo, dejando que ese pensamiento se asiente en todo mi organismo como un balde de agua fría.
—No no no...Es solo que está ocupado.
Sin embargo, sé que no es así. Sé que está intentando no hacerme sentir mal. Azazel siempre hace lo mismo en este tipo de situaciones, su empatía es la muestra de humanidad que no parece haberse perdido en él, y quizás por ello me cae tan bien.
—Ya, se fue muy enojado ayer, entiendo si no quiere verme.
Odio esto, odio que mi estado de ánimo dependa de otra persona, odio sentirme vulnerable al esperar una respuesta, odio no parar de imaginar escenarios en los que él llega y me estrecha entre sus brazos, y luego sentir que caigo de bruces al suelo cuando no lo hace.
—Para ser sinceros, ese idiota tiene un temperamento de mierda. Hoy casi me arranca las alas cuando le dije que no podía venir porque debía preparar las tropas.—volvemos a caminar hacía la salida.— Por cierto, ahora estoy en problemas por no tener las tropas listas a tiempo.
—Si, pero...no lo sé...—respondo una vez ya estamos fuera del hospital, los rayos de sol acariciandonos la piel de forma agradable.— Aunque eso es bueno, nos estás dando más tiempo.
—Claro, si...Porque lo que quieres hacer no me tiene con las bolas en la garganta.— dice en medio de una risa nerviosa y sarcástica.
—Dijiste que era un buen plan.—implico, y una nota más aguda sale de mi voz, ese pequeño desliz en mi tono solo pone en evidencia que estoy igual de dubitante que él.
—Porque lo es. Es uno arriesgado y suicida, pero ¿qué importa? Es un buen plan solo por sus intenciones.
Ahora soy yo quien suelta una risa nerviosa, cargada de miedo y vacilación. Lo cierto es que lo había estado pensando bastante, y ya no sabía muy bien que hacer. Lo que tenía pensado, como dijo Azazel, era un plan suicida básicamente. No tenía la certeza de absolutamente nada si me transformaba en un demonio, pero ¿que más podía hacer?
Lucifer dijo que no pensaba convertirse en un dictador, pero no podía creerle una palabra. No cuando ha reclutado a un escuadrón entero de ángeles caídos con la pura intención de atacar y someter. No cuando usa a Galilea a diestra y siniestra según le convenga. No cuando todo lo que conoce es la maldad, la sangre, el odio, y la violencia.
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DESTRUCCIÓN
Fantasy"Mi cuerpo cae al suelo como fragmentos deshaciéndose entre sí, mi interior grita; todo mi ser se descompone por la energía que se desborda de mis dedos. Sus manos se afianzan en mi cintura y jalan de mí. Al instante sé que es él, la única persona...