22. I don't have enough money for chicken nuggets.

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El cuchillo descendió lentamente en la carne, rasgando la piel, el músculo y finalmente alcanzando la arteria aorta. El cuerpo de ella convulsionó. Con cada latido de su cada vez más débil corazón, un chorro de sangre salía disparado de la herida rociándolo todo del líquido carmesí. Incluido él, que observaba el espectáculo con el cuchillo en la mano y una cara que oscilaba entre el horror y la satisfacción.

Te lo dije. No te fíes de él. - Dijo Hope hablándole a la TV mientras agarraba un puñado de palomitas saladas y se las metía en la boca. - Pero no... - Siguió con la boca llena. - ...como tonta te tuviste que colgar de un tío como ese. Idiota.

La película acabó y la pelirroja procedió a mirar otro de los resultados de su búsqueda en internet, que rezaba tal que así: películas en las que él la traiciona al final. 

El móvil se apagó de pronto, tan falto de batería como la dueña, y Hope, con cara de hastío, se frotó los ojos rojos, tanto por el llanto como por tirarse muchas horas delante de la pantalla.

Había pasado una semana desde la ruptura con el recién nombrado Inmombrable. No lo estaba llevando precisamente bien.

Se despertaba por las mañanas con los ojos hinchados, iba a trabajar como un robot y luego por las noches procedía a llorar y ver películas con toda la dignidad que podía (que no era mucha).

Procedió a poner la televisión en programación normal y se tiró varios minutos haciendo zapping. Se detuvo en una emisora.

¡¡I have been falling... for 30 minutes!!

Anda y que te jodan. - Apagó la tele. - Sep. Dignidad ante todo.

Se levantó del sofá, arrastrando sus pantuflas se acercó a la nevera. Vacía. Se había olvidado de ir a comprar. Abrió su cartera y notó cómo los ojos se le llenaban de lágrimas otra vez.

Ni siquiera tengo dinero suficiente para comprarme nuggets de pollo.

Y se fue a dormir porqué la noche se pasaba más corta llorando en sueños que despierta.

Aquella no era una mala estrategia pero con Tom no funcionaba. Estaba sentado en su cama, con un té frío en las manos mirando al vacío. No, no se encontraba bien. Se sentía miserable, miserable y solo.

Para colmo, mañana tendría que ir al edificio donde trabajaba Hope a grabar las escenas finales de su personaje. Se sentía incapaz. A no ser que el personaje entrara en súbita depresión, su voz no transmitiría nada, ya se imaginaba a los niños en los cines llorando.

Dejó la taza de té intacta sobre la mesa. Ya estaba frío, no valía nada. Se sentía como un adolescente al que le acaban de partir el corazón por primera vez. Se daba pena a si mismo, tenía ganas de que alguien le diera un bofetón en la cara y lo espabilara.

Alguien. Pelirrojo. Ojos miel. 1,60. 20 años.

Ojalá Hope le tocara de nuevo.

Se levantó de la cama, agarró la taza del dichoso té y la llevó a la cocina sin encender ninguna luz. De repente la alarma de un coche aparcado en la calle sonó, Tom dio un brinco y acabó echándose el té frío por encima.

Dejó la taza en la encimera y se sentó en la mesa del comedor. Codos apoyados, manos sujetándose la cabeza. Bueno, como estaba mojado de té, no se notarían las lágimas, pensó, y menos mal porqué se había echado a llorar y ni se había dado cuenta.

Con cada cual más deprimido que el otro, llegó la madrugada. No había ningún sol brillando en el cielo encapotado de nubes pero había luz. Lo pájaros parecían haberse tomado vacaciones de la vida y sólo se oían los coches circular por las carreteras.

Londres había despertado. Y con ella lo hicieron Hope y Tom.

Pese a estar separados sus rutinas fueron curiosamente similares. Se levantaron a las 6 y media de la madrugada. Con los ojos rojos e hichados, el pelo hecho un ovillo y ganas de hundirse en las sábanas hasta el día del Armagedón, se metieron en la ducha (cada cual en su respectiva) deseando que el agua se llevara los recuerdos de la noche (no funcionó), se vistieron con lo primero que pillaron (Hope una camiseta negra y tejanos, Tom el mismo conjunto que había llevado toda la semana, jersey azul oscuro, tejanos negros y botas grises, ya que lo tenía repetido más veces de las que jamás admitiría) y se dirigieron al mismo edificio.

Entraron con una diferencia exacta de cinco minutos. No se vieron.

Pasó la mañana. Tom grabó sus escenas, repitiendo tomas más veces que nunca (los técnicos lo achacaron a que estaba nervioso por su nuevo trabajo. Estaban errados). Hope deambuló, prácticamente aplastada por carpetas y archivos (sus compañeros pensaban que estaba enferma por la mala cara que llevaba. En cierto modo era cierto).

La pelirroja se dirigió a aquel cuarto archivo donde dejaban la mayoría de las dichosas carpetas. Oyó la puerta cerrarse y cuando se giró, casi suelta un grito al ver a Tom.

Era como ver un encuentro de perros apaleados. Tom tenía el porte encorvado, el rostro sombrío y los ojos vidriosos, llevaba toda la semana sin afeitarse. Respiraba agitadamente porqué había corrido al ver a la pelirroja entrar en el cuarto, sus rizos caían sin gracia alguna.

Hope no era un desastre menor. Su pelo alborotado y sin peinar rodeaba su cara, que se veía más huesuda debido a la pérdida de peso que había sufrido en tan sólo una semana. Los ojos ojerosos, las uñas comidas. Pálida cual cadáver.

Y aún así Tom la vio hermosa. Era como si la chica de llameante cabello se hubiera consumido por las llamas. Era jodidamente triste.

- Ya que estás aquí ayúdame a dejar esto en los estantes de arriba. - Murmuró Hope.

- Claro.

Lo hizo en silencio. Luego se giró para mirar a la chica. Ninguno hacía el más mínimo ápice de moverse. Sólo se observaban como si llevaran siglos sin verse, como si fueran un espejismo el uno para el otro.

Y no hicieron falta palabras, él estaba sediento y ella era una llama. Simplemente no encajaban, lo suyo era imposible.

No hay nada que hacer. Pensó uno.

Esto estaba destinado a fracasar desde el primer momento. Pensó el otro.

Y en cero coma los labios de Tom colisionaban con los de Hope, que lo recibió abiertamente.

- Hope yo... - Empezó a decir Tom sin separarse de ella. Notando como un enorme peso de sus hombros desaparecía.

- Cállate. - Dijo ella mientras le retiraba el pelo de los ojos. - Tú te vas a ir y yo me quedaré aquí y nada de lo que digas va a cambiar eso. Así que cállate.

Y se calló.

¿Otra vez tú? - Tom Hiddleston.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora