11- Conociéndonos

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El sol se posaba sobre sus cabezas cuando Levi volteó a ver sobre su hombro y las murallas parecían cercanas pese a llevar horas de intensa exploración fuera de ellas y aunque hasta el momento todo parecía calmo, nada aseguraba que aquella paz se mantendría por siempre.

Fue entonces cuando por los cielos destacó una bengala amarilla que le indicó al capitán que ya era hora de poner en marcha al plan ideado por Erwin con la finalidad de evitar la mayor cantidad de bajas posibles.

Levi escoltó la carroza que llevaba en su interior a Moblit y pese a tener motivos más que suficientes para desear rebanar su cuello con su espada, obedecería completamente los deseos de Erwin y por el momento se contendría.

Uno de los soldados se encargó de entregar los pormenores del primer herido y Levi transmitió el mensaje al doctor Berner. Minutos más tarde el equipo de emergencias designado pudo brindar ayuda a aquel hombre que lloriqueaba ante la amputación de algunos de los dedos de su mano por el inesperado ataque de un titán excéntrico y totalmente impredecible.

—Ten, muerde esto —ordenó Moblit al malherido.

El hombre bramó de dolor cuando la aguja hizo contacto con su carne al rojo vivo, sin embargo era necesario desinfectar y detener la sangre con el fin de evitar perder más que un par de dedos.

Por otra parte, pese a que la orden de Erwin había sido salvar la vida de la mayor cantidad de sus soldados, también debían dar prioridad a quienes tuvieran la más alta posibilidad de sobrevivir. Hubo casos en que la asistencia médica era innecesaria donde no había nada más que hacer por aquellas víctimas, más que dejarles morir de la manera más tranquila y digna posible.

Pese al profundo resentimiento que pudo sentir Levi inicialmente por Moblit, el tosco capitán pronto se dio cuenta de lo equivocado que estaba. El doctor Berner no solo se encargaba de salvar la vida y curar las heridas de muchos de sus soldados más fuertes, sino que parecía una persona bastante justa y por sobretodo leal a sus principios. Incluso Erwin parecía confiar en él plenamente.

El capitán Levi sabía que debía dejar a un lado sus egoístas pensamientos, Moblit había estado allí para Hanji en su ausencia y por lo visto se había ganado un merecido espacio en el corazón de aquella atolondrada mujer. Berner había hecho feliz a Hanji durante todos esos años y eso parecía suficiente como para pactar una tregua invisible entre ellos.

—¿Cómo fue que te uniste a la legión? —preguntó Moblit con curiosidad luego de ver como Levi salía ileso después de derrotar a un par de molestos titanes que se interpusieron en su camino.

—¿De verdad quieres saberlo? —respondió Levi enarcando una ceja antes de que su caballo tomara ventaja y se adelantara por sobre Moblit.

Por su parte el doctor Berner podía intuir el carácter hostil del capitán, aunque también debía admitir que ponía su vida en riesgo cada vez que se enfrentaba a esas enormes criaturas con esa vigorosa frialdad en su ser, como si todo el odio del mundo se hubiera concentrado en una sola persona y esa persona resultaba ser el capitán Levi. En más de una ocasión sorprendió al azabache observándolo detenidamente, como si quisiera decirle algo aunque el capitán rara vez le hablaba.

—Capitán —llamó el doctor Berner aquella noche cuando se disponían a descansar luego de armar las tiendas de campaña para pernoctar durante la noche.

Oi—masculló el aludido.

—Me preguntaba si cuando regresemos a la ciudad quisiera cenar alguna vez con nosotros en casa, mi esposa guisa maravillosamente...

Levi repentinamente dejó escapar una estremecedora risa aunque su rostro no demostraba alegría en lo absoluto.

—Por supuesto, quisiera conocer a la afortunada esposa del doctor Berner —comentó Levi con una extraña mueca dolorosa en el rostro.

—¿Capitán? ¿Se siente bien? —preguntó Moblit preocupándose por el comportamiento del azabache.

Sin embargo, el corazón adolorido de un hombre aparentemente frío era un arma de doble filo. La noche caía sobre ellos, Erwin estaba lo suficientemente lejos como para intervenir y el par de soldados que debían hacer rondas probablemente roncaban como cerdos escondidos en algún rincón.

La reluciente hoja de la espada del capitán brilló bajo la luz de la hoguera en medio de la oscuridad y Berner por instinto blindó su propia espada. Definitivamente el capitán Levi ocultaba algo.

—¿Sabes qué es perder a alguien que amas? —preguntó Levi con sus ojos inyectados en lágrimas que no caían y que probablemente jamás lo harían.

—Lo siento realmente si has perdido a alguien...

—Por supuesto que no lo sabes. Llevo años viendo morir a mis súbditos de las maneras más horrendas posibles y sin embargo, yo... ya no siento nada...

Moblit realmente no quería usar su espada, pero Levi no le dejaba muchas opciones y si éste atacaba primero no dudaría en usarla con tal de defenderse. Fue entonces que Levi perdió el control y la afilada hoja de su espada se incrustó en la mano de Moblit quién detuvo el movimiento, pero solo lograba que la hoja se hundiera más en su carne y luego Moblit puso en práctica sus ágiles movimientos de combate donde pronto ambos cayeron al suelo.

—No sé qué pretendes, pero si matarme te hace sentir mejor. Hazlo.

Levi se quedó perplejo, Moblit no solo era un buen tipo sino que también un maldito idiota que había cuidado de Hanji por lo que le era imposible odiarlo del todo. Levi se deshizo de su espada arrojándola a un lado y con su propio puño le propinó un certero golpe al siempre tan correcto y valiente doctorcito. Su sorpresa fue grande cuando recibió también un golpe en su rostro y pronto a su labio llegó el metálico sabor de su sangre. Moblit aprovechó aquellos segundos y se puso de pie, para luego estrechar su mano para ayudar a Levi a levantarse.

El alboroto atrajo la atención de los soldados, pero ya todo había concluido para cuando ellos llegaron y éstos se percataron que el labio del capitán Levi sangraba y el párpado derecho del doctor Berner lucía algo inflamado.

—¿Levi? No me digas que aun sigues con lo de tu ritual de iniciación —dijo Furlan acercándose hasta el doctor Berner para asegurarse de que se encontraba bien.

—Estoy bien, no hay de qué preocuparse —comentó Moblit un poco más repuesto.

Sin embargo, el único que no parecía muy convencido era Erwin quién desvió inmediatamente la mirada hacia el capitán que lucía un tanto malhumorado.






La ciudad donde la luna no brilla [LeviHan/Historia completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora