Capítulo Seis.

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「Nota de Advertencia」

Apartamento de Dazai Osamu.
Yokohama, Japón.
26 de junio del año 20XX.
Horario: 11:40 pm.

Unas cuantas horas han pasado desde el incidente del lobby, era muy tarde y pronto se irían a hacer las 12. Desde que Chuuya llegó al sitio, sus hermanos estaban más tranquilos y el alfa para que no pensaran más en la experiencia mala; hizo que Takako y Fumiya durmieran en una misma habitación. El quinceañero al principio se negó, su hermana le imploró y bueno... ¿Quién no iba a resistirse a los ojitos de cachorro qué hizo la pelirroja contraria? No tuvo más opción que abrazarla hasta quedarse dormidos. Nakahara dejó la luz y puerta abierta para que no tuvieran miedo. Algo infantil puesto que su hermano ya casi cumplía los 16 años y era hora de pensar en el futuro, aún así... El menor seguía siendo un niño pequeño miedoso de la oscuridad. Sin duda esperaba que su hermano no cambiara en nada, era un pedazo de felicidad para él.

Eventualmente ellos cayeron dormidos a excepción de dos personas. Dazai Osamu y Chuuya Nakahara. Éste primero nombrado sostenía una taza de café la cuál bebía sorbo a sorbo, despacio y lento. Sus manos aún temblaban pensando en lo anterior experimentado. La pastilla para la ansiedad no estaba ayudándole a mejorar, empeoraba su condición. Su cuerpo temblaba, sus manos las sentía sudorosas, tenía taquicardia... Quería descansar pero no quería quedarse solo en la cama, ahora que había una habitación disponible para el pelirrojo; la cama se sentiría fría y vacía, sin esa muralla de almohadas que cada noche el alfa construía. Si. Él sabía que Chuuya no lo soportaba pero ahora era su alfa y vamos; era un alfa especial. Protegía y cuidaba de los omegas como si fuera su propia familia. Él vendría siendo como parte de esa enorme familia. Una persona relativamente cercana.

El sonido de la puerta crujiendo se escuchó indicando que el alfa salía del baño recién bañado y con ropa limpia, secaba su cabello con una toalla pequeña mientras que su mano izquierda se dedicaba a echarse desodorante. Cuando terminó, colgó el paño mojado en una silla y el desodorante lo colocó en su lugar. Se aproximó hasta él a pasos cortos, no quería asustarlo puesto que lo veía muy tenso. Se sentó en el mueble gris, a unos pocos centímetros lejos de donde estaba Osamu bebiendo del café, Nakahara se dedicó a examinar su rostro intranquilo y sus manos nerviosas que a duras penas sostenían de la taza, él suspiró y cerró sus ojos aún pensando en lo ocurrido.

Dazai era muy frágil. Un hombre omega que no sabía defenderse y no poseía fuerza alguna. Sus palabras quizás eran un arma de doble filo y su cerebro creaba distintas formas para salirse con la suya. Era un omega inteligente pero débil. Miró atento a cada movimiento que hacía, sus labios se desprendieron de la boquilla de la taza de porcelana puesto que se había acabado el café. No lo calmó para nada. Intentó ubicarlo en la mesita que se encontraba enfrente, sin embargo; como la taza era cuán frágil y torpe como él, el mango de porcelana se había roto provocando que la taza impactara hacía el suelo rompiéndose en mil pedazos. Chuuya preocupado, observó un líquido carmesí comenzando a proliferarse en su dedos.

Se había hecho un rasguño muy grande pero Dazai no hizo una mueca indicando que le dolía. Es más, ya que Nakahara fue en busca de algún kit médico; aquello le hacía recordar a las veces las cuales se había cortado. Provocando que solo quedaran cicatrices que el mismo se había hecho.

Cada cicatriz, contenía un evento de su vida tan turbulenta.

Cada cicatriz era igual a un río desbordante de lágrimas, que él mismo había derramado.

Ninguna de esas cicatrices, podían borrarse... Permanecían allí. Grabados en su memoria y tallados en sus huesos. Ni con agua o jabón podían retirarse como manchas.

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