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Un plato repleto de valor.
Jueves.
Con toda la paciencia del mundo bajo las escaleras. Son las dos de la tarde y me acabo de despertar, pero aún siento que estoy sumida en el sueño. Me tengo que apoyar en la barandilla porque siento que en algún momento caeré.
Al terminar de bajar, me asomo en la sala, se encuentra vacía al igual que todo el piso de arriba. Suelto un resoplido, igual de vacía que siempre.
Camino con dirección a la cocina, está limpia y brillante, tanto como a mamá le gusta.
Restriego mis ojos con la intención de despertarme y prepararme para hacer mi desayuno-almuerzo. Suelto un largo bostezo y estiro los brazos.
Tocan el timbre cuando estoy por lavarme las manos en el fregadero. Ruedo los ojos y decido ignorar a quien este tocando, lavo mis manos y las seco con la toalla a mi izquierda.
El timbre vuelve a tocar y al igual que la vez anterior, lo ignoro. Ya se cansara.
El timbre suena y esta vez es tocado repetidas veces y con insistencia. Echo la cabeza hacia atrás y suelto un gruñido.
—¿Por qué? —grito mientras masajeo mis sienes. El timbre sigue sonando con persistencia—. Me lleva.
Emprendo mi caminata hacia la puerta, como alma que lleva el diablo a gritarle a todo aquel ser que el este momento me esté sacando de quicio.
Le quito el seguro con rapidez y abro—¿¡Qué!?
Dante abre sus ojos como platos al escuchar mi grito y da un paso hacia atrás. Levanta su mano en forma de saludo.
—Nada como una amorosa bienvenida, guapa —exclama a la vez que escanea por completo mis vestimenta. Me encojo en mi lugar, no porque este con poca ropa, sino porque odio que se fijen en mi cuerpo.
Aclaro mi garganta buscando llamar su atención y doy espacio para que pase. Al hacerlo, cierro la puerta colocando de nuevo el seguro.
—Vine a proponerte algo —se detiene en frente de la encimera y luego de un vistazo rápido a esta, sigue hablando:— ¿No quieres salir a comer? Por lo que me contó tu mamá, todos los días te saltas el desayuno y almuerzas ¿una sopa instantánea?
Rasco mi oreja mientras me encojo de hombros sin entender cuál es el problema.—Es lo único que sé preparar.
Hace una mueca y asiente. Levanta su mano en donde se encuentran las llaves de su auto —seguro el de su padre— y las sacude.
—Te espero en el auto —informa mientras emprende su camino con dirección hacia la puerta—. No te tardes mucho, también tengo hambre —informa para darse media vuelta y abandonar la casa.
Suelto un gruñido, lo que menos quería era salir de casa.
...
Cierro la puerta del auto sin ser consciente de la fuerza que estoy aplicando. Dante me mira con ojos irritados, aprieto mis labios en una línea recta mientras siento mis mejillas arder.—Además de que tardaste más de treinta minutos, quieres sacar la puerta de un auto que ni es mío —inquiere divertido negando con la cabeza.
—Sabía que era de tu padre —levanto mis cejas satisfecha—. Estos años fuera del país te hicieron como más amargado —opino y él voltea a mirarme en silencio. Esta serio pero la arruga en su frente ya se suavizó—. Es lo que percibo.
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15 lágrimas.
Short StorySin importar cuántas veces llores y te lamentes, el dolor no se detiene hasta que tú decidas que sea la hora de enfrentarlo.