15 lágrimas.

Cero

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¿Malas noticias?

Domingo.

Escucho una puerta abriéndose y lentamente abro mis ojos. La luz está encendida y luego de restregar mis ojos, observo a una silueta acercándose a la camilla. Lo reconozco, es el doctor Borges.

—Según los exámenes —levanta sus cejas y me dirige una mirada triste que denota culpabilidad y arrepentimiento. Moja sus secos labios para lo que dirá:—, te quedan catorce días —explica y yo asiento. Mi mente por unos instantes se queda en blanco, no sé ni en qué pensar.

Esta situación es tan extraña, es como cuando viajan al futuro únicamente para ver cómo será su muerte e intentar evitarla.

Pero en este caso, yo no pienso hacer el más mínimo esfuerzo por evitarla.

—Para cambiar de opinión. —añade cuadrando sus hombros y levanto un ceja en su dirección inquisitiva, al final termino aceptando.

...

Levanto la vista de la revista que estaba leyendo al escuchar voces muy cerca de la puerta. Reconozco la voz de mamá y el doctor.

Le está contando las nuevas noticias.

Escucho como la voz del doctor se vuelve más lenta y pausada, suave a pesar de poseer una voz rasposa, intentando que lo que dirá a continuación no suene peor de lo que es.

Pero, ¿cómo decirle a una madre que la situación de su hija escapa de sus manos? ¿Que la enfermedad ha avanzado tanto que no tiene vuelta atrás?

Cierro los ojos y muerdo mi uña al escuchar el primer sollozo de mi madre afuera de la habitación, el doctor ya le dijo.

Sé que debe ser la peor noticia del mundo. Gastó tanto tiempo de su vida en un caso perdido; horas de sueño que perdió por pasarse la noche conmigo cuando no podía dormir en mis primeras noches en el hospital y como cada mañana me sonreía a pesar de estar llegando tarde al trabajo solo para hacerme saber que todo iba a estar bien y que no me asustara.

Le cayó como un balde de agua fría.

Soy egoísta por pensar que ella estaría mejor sin mi.

Soy egoísta por pensar que no necesitan de mí, que mis acciones no las afectaran.

Soy egoísta e ingenua, por pensar de esa forma y a pesar de eso, no quiero cambiar lo que hice.

Entra a la habitación con ambas manos cubriendo su rostro, que se encuentra completamente rojo. Baja sus manos al sentarse en la camilla y acuna las mías.
Grandes lágrimas descienden por sus mejillas, sorbe su nariz.

—Ay, mi pequeña.—susurra acariciando con sus pulgares mis mejillas y arruga sus labios aguantando las ganas de llorar de nuevo. Sus ojos color primavera se encuentran rojos y cristalizados—. Lo único que me queda es mantenerme a tu lado hasta que llegue el momento de partir, y decir adiós —musita con lentitud, a la vez que sigue acariciando mi rostro y observo como grandes lágrimas descienden por sus sonrojadas mejillas. Mi corazón se encoje e inevitable me hace sentir culpable verla así.

Dice que ya no hay nada más por hacer.

Que ya no me queda más tiempo.

Pero esa es solo otra mentira del montón.

Me acomodo entre sus brazos y recargo mi cabeza de su pecho, sintiéndome tan pequeña y frágil como años atrás. Me intento relajar y me dejo vencer por el cansancio.